Cuentos de Princesas

De la cuna a la maternal, un amor que no cesa

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Cuando nací, yo, la Princesa Melissa, llegué al mundo en un día muy especial, rodeada de mucho amor. Mamá Karla y Papá Irving estaban muy felices, y mi hermano Damián vino corriendo para conocerme. Desde ese momento, mi vida fue como un cuento de princesas, lleno de magia y cariño.

Mis primeros días en el castillo de nuestra casa fueron suaves y llenos de abrazos. Mamá Karla me arrullaba como si fuera la melodía más dulce, y Papá Irving me contaba historias de dragones y castillos, mientras Damián me mostraba mis juguetes favoritos, con una sonrisa gigante en su carita. Así, poco a poco, empecé a crecer y aprender en mi reino de amor.

Cuando llegó el tiempo de ir a la maternal por primera vez, yo ya era una pequeña princesa muy valiente. Mamá Karla preparó mi mochila con mi taza de agua y mi muñeca preferida, y Papá Irving me tomó de la mano con mucho cuidado. Damián me dijo que sería divertido hacer nuevos amigos y aprender canciones nuevas.

La maternal era un lugar mágico, con paredes de colores brillantes, juguetes por todas partes y risas que volaban como mariposas. Al principio, echaba de menos la cuna y los brazos de mamá y papá, pero pronto entendí que ese lugar también estaba lleno de magia y cariño. Porque ahí, las profesoras nos cuidaban como si fuéramos princesas y príncipes de un cuento encantado.

Había otras niñas y niños, todos con sonrisas y ganas de jugar. Aprendí a pintar con colores que parecían arcoíris y a construir torres con bloques que tocaban el cielo. Damián me dijo que él también había aprendido cosas grandes cuando fue a su maternal, y eso me dio mucha confianza.

Ahora que estoy en mi segunda vez en la maternal, me siento más segura y feliz. Mamá Karla y Papá Irving me acompañan siempre, y mi hermano Damián me cuenta lo mucho que disfruta ir a la escuela también. Hemos aprendido juntos que cada día es una aventura nueva, y que el amor de nuestra familia es como un escudo que nos protege.

En la maternal, la maestra nos cuenta cuentos de princesas, como a mí me encanta. Nos habla de valientes héroes, mágicos castillos y amigos que ayudan siempre. A veces, nos disfrazamos y jugamos a ser esos personajes, y yo soy la Princesa Melissa que siempre encuentra la forma de hacer sonreír a sus amigos.

Mamá Karla siempre me dice que ser una princesa no es solo tener una corona, sino ser amable, valiente y cariñosa. Papá Irving me enseña que la paciencia y la alegría son los mejores regalos que podemos dar. Y Damián, con sus bromas y risas, me recuerda que la diversión también es parte del reino encantado donde vivimos.

Así, día tras día, aprendo a compartir, a decir por favor y gracias, y a cuidar de mis amigos y juguetes. En la maternal, los días se llenan de música, juegos y cuentos que despiertan mi imaginación. A veces me siento cansada, pero cuando veo a mi familia esperándome al final de la jornada, mi corazón se llena de felicidad.

Recuerdo cuando era bebé y Mamá Karla me cantaba una canción para dormir, suave como el viento. Ahora, aunque ya no estoy en la cuna todo el día, ese amor sigue aquí, creciendo conmigo. Papá Irving siempre dice que no importa cuántos años tenga, para nosotros siempre seré nuestra pequeña princesa, y eso me hace sentir muy especial.

Damián me ayuda a entender que la vida es como un cuento que escribimos juntos. Que cada sonrisa y cada abrazo son palabras mágicas que hacen que nuestra historia sea la más hermosa. Y yo, la Princesa Melissa, quiero seguir aprendiendo y jugando, porque sé que en mi reino familiar siempre habrá mucho amor para mí.

Un día, mientras jugaba con mis amigos en la maternal, me di cuenta de que todos somos especiales, como princesas y príncipes de diferentes historias. Todos tenemos sueños, risas y abrazos que compartir, y juntos hacemos una gran aventura. Mamá Karla me dijo que eso es la amistad, y que es uno de los tesoros más grandes que podemos tener.

Cada tarde, cuando vuelvo al castillo de nuestra casa, encuentro a Papá Irving preparando mi merienda favorita y a Damián esperando para contarme sus juegos. Mamá Karla me abraza fuerte y me pregunta cómo me fue en mi día de princesa. Entonces, les cuento las canciones que aprendí, las torres que construí y las risas que compartí.

Así pasa la semana, con días llenos de juegos, cuentos y amor. En la maternal, aprendo a ser una princesa que cuida de su mundo, que es feliz con sus amigos y que siempre tiene un corazón grande. Y en casa, mi familia me recuerda que el amor es la magia más poderosa de todas.

Este cariño me ayuda a seguir creciendo, a descubrir nuevas palabras y emociones, y a sentir que la maternal no solo es un lugar para aprender, sino un reino de alegría donde soy bienvenida siempre. Porque cuando nací y también ahora, en esta segunda ocasión en la maternal, sé que estoy rodeada de un amor que no cesa.

Cuando llegue la noche y me acuesten en mi cama, pienso en todas las aventuras que tengo por delante y en la familia que siempre me espera con los brazos abiertos. Mamá Karla, Papá Irving y Damián son mis compañeros de cuento, y juntos haremos que cada página esté llena de juegos, aprendizajes y, sobre todo, mucho amor.

Así, en este reino de cuentos y cariño, la Princesa Melissa sigue creciendo feliz, porque sabe que el amor que la espera desde que nació es el tesoro más brillante y eterno que puede tener. Y así termina nuestra historia por hoy, con la certeza de que, en nuestra familia, el amor nunca se acaba, y cada día es un nuevo capítulo lleno de magia y esperanza.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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