Cuentos de Princesas

El Cuento de Lola y Mimi

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un reino muy lejano, dos princesas muy especiales. Lola, la mayor de las dos, vivía en un castillo rodeado de jardines llenos de flores de colores. Ella tenía el cabello largo y oscuro como la noche, y su vestido siempre era de un suave tono lila, que brillaba como el sol al amanecer. Lola era muy amable y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Sin embargo, a veces se sentía un poco sola. Ella era la única princesa en el castillo, y aunque tenía amigos y sirvientes, su corazón deseaba tener a alguien con quien compartir sus aventuras.

Un día, Lola decidió pedirle a sus padres que le trajeran una hermanita. “Papá, mamá”, dijo un día con una sonrisa tímida, “me gustaría tener una hermana pequeña para que podamos jugar juntas”. Los padres de Lola, muy sabios y amorosos, le prometieron que harían todo lo posible para cumplir su deseo. Y así fue, unos meses después, llegó una pequeña princesa llamada Mimi. Mimi era la prima de Lola, pero para Lola, Mimi se convirtió en la hermana que siempre había soñado tener.

Mimi tenía el cabello corto y dorado, y su vestido siempre era de un bonito rosa que hacía que su rostro se iluminara con una sonrisa brillante. A Mimi le encantaba el color rosa, y siempre estaba rodeada de juguetes y adornos de este color. A las dos les gustaba mucho pintarse y crear obras de arte, y siempre que se encontraban, se ponían a pintar juntas, con las manos llenas de colores. “Mira, Lola, he pintado una flor gigante”, decía Mimi mientras mostraba su dibujo a su prima. “¡Es hermosa, Mimi! Yo he pintado un castillo en el que viviremos las dos”, respondía Lola, sonriendo.

Las dos princesas compartían muchas cosas en común. A ambas les encantaba nadar. Les gustaba ir al río que cruzaba el castillo, saltar en el agua y sentir la frescura en sus cuerpos. A veces, se sumergían en los pequeños diques que se formaban cerca de la orilla, y se divertían saltando de un lado a otro. También les encantaba nadar en las grandes piscinas del castillo, donde el agua brillaba como un espejo.

Lola y Mimi siempre soñaban con ser grandes princesas. Lola admiraba a la princesa Elsa, con su hermosa capa de hielo y su valentía. Siempre que jugaban, Lola se imaginaba siendo Elsa, creando castillos de nieve y ayudando a su pueblo. Mimi, por otro lado, adoraba a la princesa Ariel, la sirena que vivía en el mar. Mimi se imaginaba nadando con los delfines y explorando las profundidades del océano, como Ariel lo hacía en sus historias.

Un día, mientras jugaban cerca de un gran árbol en el jardín del castillo, Lola y Mimi decidieron organizar una fiesta para todas las princesas de los reinos cercanos. “Será una fiesta mágica”, dijo Lola con entusiasmo. “Cada princesa traerá su historia favorita y contará sus aventuras”. Mimi, que era muy creativa, decoró todo con flores rosas y lilas, y las dos princesas prepararon deliciosos pasteles y jugos frescos para sus invitadas. Estaban tan emocionadas que no podían dejar de reír y de imaginar lo que sucedería en su fiesta.

Cuando las princesas llegaron, la fiesta fue un éxito total. Cada una compartió sus historias mágicas, y las risas llenaron el aire. “¡Esto es lo más divertido que hemos hecho!” exclamó Mimi, mientras se sumergía en la piscina del castillo con una gran sonrisa. “Sí, es maravilloso”, respondió Lola, mirando a su prima y a las otras princesas. “Gracias por ser mi hermana y por hacer todo esto tan especial”.

Las dos princesas pasaron el resto del día jugando juntas, pintando, nadando y celebrando su amistad. Aunque habían sido dos princesas diferentes al principio, su amor y cariño por las demás hizo que su relación se fortaleciera aún más.

Y así, Lola y Mimi aprendieron que lo más importante no era tener un reino grande o una gran corona, sino tener el amor y la compañía de los demás. Juntas, pudieron crear un mundo lleno de magia, alegría y amor, donde cada día era una nueva aventura.

Desde ese día, las dos princesas compartieron muchos más momentos juntas, pintando, nadando y soñando con sus futuras aventuras. Y vivieron felices para siempre.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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