Érase una vez en un reino lejano llamado el Reino de los Sueños, donde los árboles hablaban y las estrellas brillaban con todos los colores del arcoíris. En este hermoso lugar, vivía una adorable princesa llamada Angelita. Angelita tenía una risa contagiosa y unos ojos brillantes que reflejaban la alegría que llevaba dentro. Su corazón era tan grande como el sol y siempre estaba deseosa de ayudar a los demás.
Angelita vivía en un castillo muy alto, lleno de torres y balcones. Cada mañana, al despertar, se asomaba por la ventana de su habitación y saludaba a sus amigos que jugaban en el jardín: Diana, su mejor amiga, y Bayron, su hermano. Diana era una niña valiente con una gran imaginación, siempre llena de ideas locas para aventuras. Por su parte, Bayron era un joven travieso que nunca se cansaba de hacer reír a todos con sus bromas. Juntos, ellos tres formaban un equipo inseparable.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Angelita escuchó un suave maullido que venía de detrás de unos arbustos. Intrigada, se acercó y encontró a un pequeño gato gris que parecía perdido y asustado.
—¡Mira, un gatito! —exclamó Angelita con emoción.
Diana y Bayron se acercaron rápidamente. El gato era de un color suave y tenía unos ojos grandes y amarillos que parecían brillar.
—¿Qué hacemos? —preguntó Bayron.
—Creo que debemos ayudarlo a encontrar a su familia —respondió Diana con determinación.
Angelita asintió y acarició al gato con suavidad.
—¡Hola, pequeño! ¿Cómo te llamas?
El gato no respondió, por supuesto, pero al ver que Angelita lo acariciaba se calmó un poco y ronroneó.
—Podríamos llamarlo Gato Juez —sugirió Bayron, riendo—. ¡Porque parece un judío elegante!
Los tres rieron y el gato pareció contentarse con su nuevo nombre. Así que decidieron llevar al Gato Juez a su castillo y encontrar a su dueña. Sin embargo, antes de que pudieran hacer mucho, un resplandor mágico llenó el aire y, de repente, un hada pequeña apareció ante ellos. Tenía alas brillantes y un vestido hecho de hojas y flores.
—Hola, niños —dijo el hada con una sonrisa—. Soy Lila, el hada de los sueños. He venido a ayudarles en su búsqueda.
Angelita, Diana y Bayron se miraron con sorpresa y emoción.
—¡Un hada! —gritaron al unísono.
—Sí —continuó Lila—. El Gato Juez es especial. Él puede guiarlos a un mundo mágico donde podrán encontrar a su dueña. Pero deben estar preparados para muchas aventuras.
Angelita estaba emocionada.
—¡Sí, queremos ir! ¡Quiero ver el mundo mágico!
Lila agita su varita y, en un instante, el jardín del castillo se transforma. El césped es más verde que nunca, las flores tienen colores aún más brillantes y un sendero dorado aparece delante de ellos.
—Sigan el camino dorado —dijo Lila—. Los llevará al Reino de los Sueños. No olviden hoy compartir el amor y la amistad.
Sin pensarlo dos veces, Angelita, Diana, Bayron y el Gato Juez se lanzaron a la aventura. Caminaron por el sendero dorado, que parecía brillar aún más con cada paso. Pronto llegaron a una puerta de arco iris enormes que les dio la bienvenida al Reino de los Sueños.
Al atravesar la puerta, se encontraron en un lugar increíblemente hermoso. Había montañas de caramelo, ríos de chocolate y árboles que daban fruta de todos los sabores. Todo era tan mágico y maravilloso que no podían dejar de mirar.
—¡Este lugar es increíble! —dijo Diana, sonriendo de oreja a oreja.
—Sí, es como un sueño —respondió Angelita, girando sobre sí misma con felicidad.
El Gato Juez, observando a sus nuevos amigos, parecía curioso y emocionado.
—No olvidemos por qué estamos aquí —dijo Bayron—. Debemos encontrar a su dueña.
De repente, una risa contagiosa resonó en el aire y pronto apareció un pequeño duende llamado Triki. Tenía un sombrero verde y grandes orejas puntiagudas, y siempre estaba dispuesto a hacer reír a quienes encontrara.
—¡Hola, amigos! —saludó Triki alegremente—. ¿Buscan algo?
—Sí —contestó Angelita—. Estamos buscando a la dueña de este gato. Su nombre es Gato Juez.
Triki miró al gato y sus ojos se iluminaron.
—¡Oh! Sé quién es. La dueña del Gato Juez es la Princesa Lila, que vive en el Castillo de los Sueños. ¡Les puedo mostrar el camino!
Angelita y sus amigos se alegraron de que el duende los pudiera ayudar. Así que, siguiendo a Triki, comenzaron a caminar hacia el Castillo de los Sueños, que se podía ver en la distancia, resplandeciente como las estrellas en el cielo.
Mientras atravesaban el bosque mágico, se encontraron con criaturas fantásticas: unicornios que galopaban en las praderas, hadas que danzaban entre las flores y hasta un dragón amable que soplaba burbujas de colores. Todos eran muy amigables y querían ayudar a los nuevos visitantes.
—Mira, Angelita —dijo Diana—, ¡esa flor habla!
Realmente, una flor de color amarillo estaba hablando.
—¡Hola, viajeros! —dijo la flor con una voz suave—. Bienvenidos al Reino de los Sueños. Si necesitan algo, las flores siempre están aquí para ayudarles.
—Gracias, flor preciosa —contestó Angelita—. Estamos buscando a la Princesa Lila.
—Sigan recto y encontrarán su castillo —indicó la flor—. ¡Buena suerte!
Después de un rato caminando, llegaron a un arroyo que brillaba como diamantes.
—¿Cómo vamos a cruzar? —preguntó Bayron, mirando el agua cristalina.
Triki sonrió.
—¡Con magia! —dijo mientras hacía un gesto con su mano. Al instante, unas piedras flotantes aparecieron sobre el arroyo formando un puente.
—¡Guau! ¡Qué genial! —exclamó Diana mientras cruzaban.
Finalmente, después de muchas risas y nuevos amigos, llegaron al Castillo de los Sueños. Era un lugar magnífico, cubierto de cristales brillantes y lleno de luz.
Cuando tocaron la puerta, ésta se abrió suavemente y apareció una joven niña con una tiara de estrellas y un vestido que parecía estar hecho de nubes.
—¡Hola! Soy la Princesa Lila —dijo con una sonrisa amplia reflexionando el destello de su vestido.
El Gato Juez corrió hacia ella y maulló alegremente.
—¡Oh! ¡Me alegra verte, Gato Juez! —gritó la princesa al abrazarlo.
—¡Estábamos buscándote! —dijo Angelita, sintiéndose feliz de haberlo encontrado.
—Gracias por traerlo de vuelta —respondió Lila—. Él es mi querido amigo. Sin él, mi mundo no sería igual.
—El Gato Juez es un gato especial —dijo Bayron—. Nos llevó en una aventura mágica.
Lila sonrió y agradeció a los niños.
—Entonces, como agradecimiento, quiero mostrarles mi reino. Podemos compartir un festín y jugar en el jardín de los sueños.
¡Angelita, Diana y Bayron no podían creerlo! Cuando entraron al castillo, encontraron el lugar lleno de dulces, galletas y frutas de todos los colores. Había un gran banquete preparado solo para ellos.
—¡Vamos a comer! —gritó Diana, y todos se unieron a ella.
Mientras degustaban toda aquella deliciosa comida, comenzaron a compartir historias sobre sus sueños y aventuras.
—En mis sueños, me gustaría volar en una nube de algodón —dijo Angelita con los ojos brillantes.
—A mí me gustaría explorar los océanos y conocer sirenas —agregó Bayron emocionado.
Diana, no queriendo quedarse atrás, dijo:
—¡Yo quiero hacer un castillo de chocolate y vivir allí!
Las risas llenaron el aire y, mientras tanto, el Gato Juez se acomodaba en el regazo de Lila, disfrutando de la calidez de sus amigos.
Después de comer, la Princesa Lila llevó a los niños al jardín de los sueños, donde la hierba era suave y las flores cantaban melodías suaves. Allí jugaron al escondite, corrieron y compartieron momentos llenos de alegría.
El día pasó volando y, cuando el sol empezó a esconderse y el cielo se llenó de estrellas, Lila se acercó a Angelita, Diana y Bayron.
—Me alegra haber compartido este día con ustedes. Nunca olviden que el amor y la amistad son los tesoros más valiosos que podemos tener.
Angelita asintió.
—Todo fue mágico y hermoso. Gracias, Princesa Lila —dijo.
Triki, el duende, también se acercó y dijo:
—Y recuerden que pueden regresar al Reino de los Sueños siempre que quieran. Aquí son siempre bienvenidos.
Los niños sonrieron y supieron que volverían a visitar aquel lugar especial.
Al caer la noche, Lila les mostró el camino de regreso a casa. Sus corazones estaban llenos de alegría y gratitud. Al volver por el sendero dorado y pasar nuevamente a través de la puerta mágica, se sintieron un poquito más valientes y llenos de sueños.
Y así, después de un día lleno de risas, amistad y amor, Angelita, Diana y Bayron regresaron a su hogar, llevando consigo un pedacito del Reino de los Sueños, sabiendo que pueden volver cuando deseen, llenos de sueños y magia.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. Recuerda siempre que los sueños se pueden hacer realidad si compartimos amor y amistad, como lo hicieron Angelita, Diana, Bayron y el Gato Juez en su viaje encantador.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.