En un reino lejano, vivía una familia real en un hermoso castillo. La reina se llamaba Fátima, y el rey, Gonzalo. Tenían una pequeña princesa llamada Elena, que era conocida en todo el reino por su amabilidad y valentía. Elena tenía un amigo inseparable llamado Jaime, un niño valiente y aventurero.
Un día, mientras jugaban en el jardín del castillo, escucharon un suave gemido que provenía del bosque cercano. Curiosos y preocupados, decidieron investigar. Siguieron el sonido y, para su sorpresa, encontraron a un unicornio atrapado entre unas ramas. El unicornio, llamado Dolo, tenía un cuerno dorado que brillaba bajo el sol y parecía muy asustado.
Elena, con su corazón bondadoso, decidió ayudar al unicornio. «No te preocupes, Dolo, te sacaremos de aquí», dijo suavemente. Jaime, siempre listo para una aventura, comenzó a despejar las ramas con cuidado mientras Elena calmaba al unicornio con palabras dulces.
Después de un rato, lograron liberar a Dolo, quien se levantó agradecido y feliz. «¡Gracias, gracias! Me he perdido en el bosque y no puedo encontrar el camino de vuelta a casa», explicó el unicornio.
Elena y Jaime decidieron que ayudarían a Dolo a encontrar su hogar. «No te preocupes, Dolo, te llevaremos de regreso», dijo Elena con una sonrisa. Y así, los tres amigos emprendieron un viaje mágico a través del bosque encantado.
El camino estaba lleno de maravillas. Pasaron por un río cristalino donde los peces saltaban felices, cruzaron campos de flores de colores brillantes y caminaron bajo árboles altos que susurraban canciones antiguas. Dolo les contó historias de su hogar, un valle escondido lleno de unicornios y criaturas mágicas.
Durante su viaje, encontraron algunos desafíos. Una vez, un gran tronco bloqueaba su camino. Jaime, con su ingenio, encontró una manera de moverlo usando una larga rama como palanca. En otra ocasión, se encontraron con un grupo de pájaros parlanchines que querían saber todo sobre su aventura. Elena, con su paciencia, les explicó su misión y los pájaros, impresionados, les mostraron un atajo a través del bosque.
Finalmente, llegaron a una colina desde donde se podía ver un valle escondido. «¡Ese es mi hogar!», exclamó Dolo emocionado. Bajaron la colina y fueron recibidos por otros unicornios que corrieron a abrazar a Dolo. El valle era un lugar de ensueño, con prados verdes, flores brillantes y un río que brillaba como plata líquida.
Los unicornios agradecieron a Elena y Jaime por su valentía y amabilidad. «Siempre seréis bienvenidos aquí», dijo el líder de los unicornios. Dolo, con lágrimas de felicidad, se despidió de sus amigos. «Gracias por todo, nunca olvidaré su bondad».
Elena y Jaime regresaron al castillo, donde el rey Gonzalo y la reina Fátima los esperaban con orgullo. «Estoy muy orgullosa de ti, mi valiente princesa», dijo la reina Fátima mientras abrazaba a Elena. El rey Gonzalo felicitó a Jaime por su valentía y amistad.
Desde ese día, Elena y Jaime siguieron siendo grandes amigos y siempre recordaron su aventura con Dolo el unicornio. Aprendieron que la verdadera valentía y amistad pueden superar cualquier obstáculo y que siempre vale la pena ayudar a los demás.
Y así, en el reino lejano, la historia de Elena, Jaime y el unicornio Dolo se convirtió en una leyenda, recordada por todos como un ejemplo de bondad, amistad y valentía.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.