Había una vez, en un reino lejano, una familia muy unida y feliz. Esta familia estaba compuesta por Papá, Mamá, Nahomi, su hermana mayor y un bebé recién nacido. Nahomi era una niña especial, siempre llena de energía y curiosidad, con una imaginación tan grande que podía convertir cualquier día en una aventura.
Papá era un hombre sabio y fuerte. Siempre tenía tiempo para sus hijas y les enseñaba cosas nuevas todos los días. Mamá era cariñosa y siempre tenía una sonrisa en el rostro, cuidando de la familia con amor y dedicación. La hermana mayor de Nahomi era una joven talentosa, siempre dispuesta a ayudar y a compartir con su hermanita. El bebé, aunque pequeño, era el centro de atención, y todos en la familia lo adoraban.
Un día, mientras jugaban en el jardín del palacio, Nahomi encontró un objeto muy peculiar. Era una pequeña caja dorada, decorada con joyas brillantes y hermosos grabados. Nahomi, curiosa como siempre, llamó a su hermana mayor para mostrarle el hallazgo.
—¡Mira lo que encontré! —dijo Nahomi con entusiasmo—. ¿Qué crees que habrá dentro?
Su hermana mayor, también intrigada, examinó la caja con detenimiento.
—No lo sé, Nahomi. Pero parece muy especial. ¿Por qué no vamos a mostrársela a Papá y Mamá?
Las dos hermanas corrieron hacia el palacio con la caja en las manos. Al llegar, encontraron a Papá y Mamá en la sala, cuidando del bebé. Nahomi les mostró la caja y les contó cómo la había encontrado en el jardín.
Papá tomó la caja y la examinó con cuidado.
—Esta caja es muy antigua —dijo—. Parece que tiene algún tipo de mecanismo de apertura. Vamos a intentar abrirla juntos.
Con mucho cuidado, Papá encontró un pequeño botón oculto entre los grabados y lo presionó. La caja se abrió lentamente, revelando en su interior un pergamino enrollado. Mamá desenrolló el pergamino y comenzó a leer en voz alta.
—»Querida familia,» —comenzó—, «esta caja contiene un mapa hacia el Bosque Encantado. En el corazón del bosque, se encuentra un amuleto mágico que concede un deseo a quien lo encuentre. Pero para llegar hasta él, deberán superar varios desafíos y trabajar juntos como familia. Solo así podrán encontrar el amuleto y pedir un deseo.»
Nahomi, emocionada, miró a su familia con ojos brillantes.
—¡Vamos al Bosque Encantado! ¡Quiero ver el amuleto mágico!
Papá y Mamá se miraron, sonriendo ante el entusiasmo de Nahomi.
—De acuerdo, Nahomi —dijo Papá—. Preparémonos para la aventura. Necesitaremos ser valientes y estar juntos en todo momento.
La familia se preparó con todo lo necesario para la aventura: provisiones, linternas, y una manta para el bebé. Con el mapa en manos de Papá, se pusieron en marcha hacia el Bosque Encantado. Nahomi llevaba la caja dorada como un tesoro precioso, y su hermana mayor ayudaba a Mamá a cuidar del bebé.
El camino hacia el bosque era largo y lleno de obstáculos, pero la familia estaba decidida a llegar. Cruzaron ríos, subieron colinas y caminaron por senderos estrechos. En cada paso, se animaban mutuamente, cantaban canciones y compartían historias para mantenerse motivados.
Finalmente, después de un día entero de caminata, llegaron a la entrada del Bosque Encantado. Era un lugar mágico, con árboles altos cuyas copas parecían tocar el cielo, flores de colores brillantes y un aire fresco que llenaba sus pulmones de energía.
Papá desplegó el mapa y señaló el camino que debían seguir.
—Debemos atravesar el bosque y llegar al claro en el centro. Allí encontraremos el amuleto mágico. Pero recuerden, debemos estar atentos y ayudarnos mutuamente en todo momento.
La familia se adentró en el bosque, maravillada por su belleza. Nahomi corría de un lado a otro, admirando las flores y los animales que encontraban en el camino. Su hermana mayor recogía frutas y flores para llevar como recuerdo. Mamá cargaba al bebé, que miraba todo con curiosidad desde sus brazos.
A medida que avanzaban, se encontraron con el primer desafío. Un puente estrecho y antiguo colgaba sobre un río caudaloso. El puente crujía con cada paso, y Nahomi se sintió un poco asustada.
—No te preocupes, Nahomi —dijo Papá—. Cruzaremos el puente juntos, paso a paso. Solo debemos mantenernos unidos y ser cuidadosos.
Papá fue el primero en cruzar, seguido por Mamá con el bebé, luego la hermana mayor y, por último, Nahomi. Todos avanzaron despacio, con cuidado de no pisar en falso. Cuando finalmente llegaron al otro lado, suspiraron aliviados y se abrazaron, felices de haber superado el primer obstáculo juntos.
El segundo desafío no tardó en aparecer. Un denso laberinto de arbustos bloqueaba su camino. Papá estudió el mapa y les explicó que debían encontrar el camino correcto para salir del laberinto y continuar hacia el claro.
—Debemos trabajar juntos y no separarnos —dijo Papá—. Mamá y yo llevaremos el mapa, y ustedes dos, niñas, deberán estar atentas a los giros y vueltas.
Con paciencia y colaboración, la familia avanzó por el laberinto. Nahomi y su hermana mayor señalaban los caminos que parecían correctos, mientras Papá y Mamá comparaban con el mapa. Después de un tiempo, lograron salir del laberinto, sintiéndose aún más unidos y orgullosos de su trabajo en equipo.
Finalmente, llegaron al último desafío. Un alto muro de roca bloqueaba su camino hacia el claro. Papá sugirió que debían escalar el muro, pero necesitarían ayuda para llegar a la cima.
—Vamos a hacerlo juntos —dijo Papá—. Nahomi, tú irás primero. Te ayudaremos a subir y luego podrás ayudarnos desde arriba.
Nahomi, con un poco de miedo, comenzó a escalar el muro con la ayuda de su familia. Papá la empujaba desde abajo y Mamá le daba ánimos. Cuando llegó a la cima, se sintió muy valiente y segura.
—¡Lo logré! —gritó Nahomi con alegría.
Desde arriba, Nahomi ayudó a su hermana mayor a subir, luego a Mamá con el bebé y, finalmente, a Papá. Cuando todos estuvieron en la cima, se abrazaron y miraron hacia el claro, que ahora estaba a solo unos pasos de distancia.
Caminando juntos, llegaron al claro y vieron en el centro un pedestal con un amuleto brillante. Era una joya hermosa, llena de luz y magia. Nahomi, con ojos brillantes, se acercó y tomó el amuleto en sus manos.
—Ahora podemos pedir un deseo —dijo Mamá, sonriendo a Nahomi—. Pero recuerden, el deseo debe ser algo que nos haga felices a todos.
La familia se reunió en círculo, pensando en el deseo perfecto. Después de un momento, Nahomi habló.
—Deseo que siempre estemos juntos y felices, como ahora.
El amuleto brilló aún más fuerte, y una cálida luz envolvió a la familia. Sintieron una paz y una felicidad inmensas, sabiendo que su deseo se había cumplido. Con el amuleto en manos de Nahomi, comenzaron el camino de regreso, sintiéndose más unidos que nunca.
De regreso en el palacio, la familia continuó con sus días felices, recordando siempre la aventura en el Bosque Encantado y el poder del amuleto. Nahomi y su hermana mayor contaban la historia a todos, enseñándoles la importancia de la unión y el trabajo en equipo.
Y así, la familia vivió feliz para siempre, sabiendo que juntos podían superar cualquier desafío y que su amor era el tesoro más valioso de todos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.