Había una vez, en un reino muy, muy lejano, una princesa llamada Pilar. Pilar no era una princesa común y corriente; tenía unos hermosos anteojos redondos que la ayudaban a ver mejor el mundo que tanto amaba. Pilar tenía una pasión especial por la música, el dibujo y los colores. Siempre llevaba consigo una caja de crayones y una pequeña libreta donde dibujaba todo lo que su imaginación le dictaba.
Pilar vivía en un castillo rodeado de jardines llenos de flores de todos los colores del arcoíris. A pesar de que era una princesa, Pilar prefería pasar su tiempo libre en su habitación, creando melodías con su piano y pintando cuadros llenos de vida y alegría. Cada mañana, los pájaros del reino cantaban junto a su ventana, inspirándola a componer nuevas canciones que llenaban el aire de dulces armonías.
Un día, mientras Pilar estaba dibujando un hermoso paisaje con montañas, ríos y un cielo azul brillante, escuchó un extraño ruido que venía del jardín. Intrigada, dejó sus crayones y salió a investigar. Para su sorpresa, encontró una pequeña criatura mágica atrapada entre las ramas de un arbusto. Era un hada con alas brillantes que cambiaban de color como un caleidoscopio.
—¡Ayuda! —pidió el hada con una voz suave y melodiosa—. Me he quedado atrapada y no puedo salir.
Pilar, con su corazón bondadoso, se apresuró a liberar al hada. Una vez libre, el hada le agradeció con una reverencia y dijo:
—Soy Aria, el hada de los colores. Me has salvado y en agradecimiento te concederé un deseo.
Pilar pensó por un momento. Podría pedir cualquier cosa, pero lo único que realmente deseaba era compartir la alegría que encontraba en la música y el arte con todos en el reino.
—Deseo que todos en el reino puedan ver el mundo con la misma belleza y colores que yo veo —dijo Pilar con una sonrisa.
Aria asintió y agitó su varita mágica. En ese instante, una lluvia de polvo de hadas cubrió el reino. Los colores se volvieron más brillantes, las flores más fragantes, y la música resonaba en cada rincón del reino. Las personas comenzaron a notar detalles que antes pasaban desapercibidos: la sutileza de los tonos en el cielo al amanecer, la sinfonía de los pájaros, y la belleza en los dibujos que Pilar creaba.
Desde ese día, Pilar se convirtió en la inspiración de todo el reino. Organizó talleres de arte y música en el castillo, donde niños y adultos aprendían a tocar instrumentos y a pintar. Las paredes del castillo pronto se llenaron de obras de arte hechas por los habitantes del reino, y cada rincón resonaba con melodías felices.
Pero la historia no termina aquí. Un día, mientras Pilar estaba tocando una suave melodía en su piano, Aria apareció nuevamente, esta vez con una expresión preocupada.
—Pilar, el reino vecino está en problemas —dijo el hada—. Su reina ha perdido la capacidad de ver los colores y todo su reino se ha vuelto gris y triste.
Pilar, sin dudarlo un segundo, decidió ayudar. Llenó una mochila con sus crayones, su libreta de dibujos y su pequeño piano portátil, y junto con Aria, emprendió el viaje hacia el reino vecino.
Al llegar, Pilar vio que todo era tal como Aria había dicho: las flores, los árboles y hasta el cielo parecían desprovistos de vida. La reina, una mujer triste y preocupada, los recibió en su palacio gris.
—He intentado de todo, pero nada devuelve los colores a mi reino —dijo la reina con lágrimas en los ojos.
Pilar sabía exactamente qué hacer. Comenzó a tocar una melodía alegre en su piano, y al mismo tiempo, Aria esparcía polvo de hadas por todo el palacio. Mientras Pilar tocaba, los colores empezaron a regresar lentamente. Las paredes del palacio se llenaron de vibrantes tonos y las flores en el jardín recuperaron su brillo.
La reina, sorprendida y agradecida, le preguntó a Pilar cómo había logrado tal milagro.
—Los colores y la música están en el corazón —respondió Pilar—. A veces solo necesitamos recordar cómo ver y escuchar con el corazón abierto.
El reino vecino pronto recuperó su alegría y colorido, y la reina organizó una gran fiesta en honor a Pilar y Aria. Desde entonces, Pilar fue conocida como la Princesa de los Colores, y su fama se extendió a muchos otros reinos.
Pilar continuó viajando, llevando su amor por la música y el arte a todos los rincones del mundo. Y cada vez que llegaba a un lugar nuevo, los colores se volvían más brillantes y la música más dulce. Porque Pilar había aprendido que la verdadera magia está en compartir lo que más amamos con los demás.
Y así, la princesa Pilar vivió feliz, rodeada de colores, música y la alegría de un mundo que aprendió a ver a través de sus ojos.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.