Lourdes y Mateo eran dos hermanos que vivían en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y un río que brillaba como un espejo bajo el sol. Aunque eran un poco diferentes entre sí, cada uno tenía su propia forma de ver el mundo. Lourdes, la hermana mayor, era una soñadora con una gran imaginación que siempre encontraba aventuras en las cosas más simples. Mateo, por otra parte, era más práctico y le encantaba construir cosas con sus propias manos. A menudo, compartían cuentos sobre héroes y villanos, soñando con ser grandes superhéroes un día.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Lourdes se sentó en la hierba y comenzó a contar una historia sobre dos superhéroes llamados Yunia y Yunior. “Imagina”, dijo Lourdes, “que Yunia tiene el poder de volar y controlarlo todo con el viento, mientras que su hermano Yunior puede hacer que las plantas crezcan al instante solo con tocarlas”. Mateo escuchaba atentamente, llenando su mente de imágenes coloridas de sus fantásticos héroes.
“Un día”, continuó Lourdes, “Yunia y Yunior recibieron un mensaje muy importante. Un malvado villano, el Doctor Tormenta, había llegado al pueblo y estaba robando toda la alegría de los niños, secuestrando sus risas y llevándose sus sonrisas. Los hermanos sabían que tenían que actuar rápidamente”. Mateo se emocionó tanto que imaginó cómo sería tener esos poderes y cómo podría construir una máquina voladora para ayudar a sus héroes.
Las horas pasaron mientras Lourdes y Mateo se sumergían cada vez más en la historia. De repente, algo inesperado ocurrió. Un fuerte viento comenzó a soplar, y de la nada, apareció una figura brillante en su jardín. Se trataba de una pequeña hada llamada Petunia, que llevaba un vestido de pétalos de flores y tenía alas brillantes como el sol. “¡Hola, amigos!” dijo Petunia con una voz melodiosa. “He venido a buscar a los verdaderos Yunia y Yunior. Su historia ha llegado a mis oídos, y yo necesito su ayuda”.
Lourdes y Mateo se miraron, incrédulos. “¿Nosotros? ¡Pero solo estamos jugando!” exclamó Mateo. Petunia asintió con una sonrisa. “Cada gran historia tiene algo de verdad, y creo que ustedes son los héroes que necesito. El Doctor Tormenta ha hecho un hechizo que convierte las risas en nubes grises, y pronto todo el mundo se sentirá triste. Si desean salvar su pueblo, deben encontrar el Rayo de la Alegría, que está escondido en la cima de la colina más alta”.
Sin pensarlo, los hermanos decidieron que tenían que ayudar. “No podemos dejar que el Doctor Tormenta gane”, dijo Lourdes con determinación. “Me siento como Yunia”, añadió, mientras movía los brazos como si volara. Mateo asintió, imaginando que tenía el poder de Yunior. “Y yo seré su compañero, buscando ese rayo que devolverá la alegría”, dijo con entusiasmo.
Petunia guió a Lourdes y Mateo hacia la colina. En el camino, encontraron varios obstáculos, como un río de aguas rápidas y un campo lleno de flores parlantes que les decían cosas bonitas. “¡Eres muy valiente!”, le decía una flor a Lourdes. “¡Y tú eres muy ingenioso!”, le decía otra a Mateo. Las flores ayudaron a los hermanos a cruzar el río al formar un puente con sus raíces, lo que les hizo sentir aún más como los héroes que deseaban ser.
Cuando llegaron a la cima de la colina, el viento sopló fuerte, y en el fondo, vieron una nube oscura y amenazante. “¡Ese debe ser el nido del Doctor Tormenta!”, gritó Mateo. Aunque estaban un poco asustados, los hermanos sabían que no podían rendirse y muy pronto se encontraron frente al villano.
“¡¿Qué hacen aquí?!”, rugió el Doctor Tormenta, que era aún más enorme de lo que habían imaginado. Tenía rayos brillantes zumbando a su alrededor y una risa profunda que hacía temblar la tierra. “¡He robado las risas y sonreír es mi poder!”.
Lourdes dio un paso adelante. “No puedes quedarte con la alegría de los niños. ¡Nosotros te detendremos!”. Con corazón valiente, ella levantó sus brazos hacia el cielo, como si pudiera llamar al viento. El Doctor Tormenta se rió, pero cuando el viento sopló con más fuerza, pudo sentir que algo poderoso se acercaba.
Mateo, inspirado, tocó el suelo con sus manos, y en ese instante, las plantas empezaron a crecer alrededor del villano. “¡No me atará!”, gritó el Doctor Tormenta, pero las enredaderas comenzaron a envolverlo, haciéndolo más débil. Juntos, Lourdes y Mateo sintieron cómo sus corazones se unían con la fuerza de la alegría y la esperanza.
“¡Ahora!”, gritaron al unísono. Lourdes levantó su voz. “¡Rayo de la Alegría, ven a nosotros!”. Entonces, un destello de luz apareció y se transformó en un arcoíris que iluminó toda la colina. El Doctor Tormenta sintió cómo su poder se desvanecía, y las risas que había capturado comenzaban a regresar. En un último intento de controlar el viento, intentó escapar, pero la fuerza de los hermanos era inquebrantable.
Fue entonces cuando las risas de los niños comenzaron a llenar el aire nuevamente. Elemento por elemento, el Doctor Tormenta se desvaneció en un remolino de colores brillantes, y todas las risas regresaron a sus dueños en el pueblo. Lourdes y Mateo estaban asombrados de lo que habían logrado. Habían enfrentado sus miedos y se habían convertido en los héroes que siempre soñaron ser.
Petunia, que había estado observando desde un rincón, aplaudió con alegría. “¡Han sido increíbles! Gracias a ustedes, la alegría ha regresado al pueblo”. Los hermanos, ahora más que nunca, comprendieron que en el poder de la amistad y la imaginación, podían superar cualquier obstáculo.
Al regresar a casa, Lourdes y Mateo se sintieron felices y llenos de energía. Habían aprendido que no se necesita un superpoder para ser un héroe; a veces, un poco de imaginación y valentía pueden hacer maravillas. Realmente, la verdadera magia estaba en sus corazones. Se miraron el uno al otro y sonrieron, sabiendo que siempre serían héroes, compartiendo historias e imaginando nuevas aventuras juntos. Así, el día se convirtió en el primero de muchas más aventuras para ellos, llenas de alegría y amistad, cada una tan mágica como la anterior.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.