La familia de Gabriela y Julieta había decidido pasar unas vacaciones en el camping. Papá Gabriel, Mamá Pili, Gabriela de 8 años y Julieta de 10 años estaban emocionados por la aventura al aire libre. Los primeros días fueron maravillosos, llenos de caminatas, juegos y noches alrededor de la fogata contando historias.
Una noche, mientras todos dormían en su tienda de campaña, Gabriela y Julieta empezaron a notar unas luces centelleantes alrededor de su tienda. Al principio, pensaron que era el vigilante jugando con su linterna. Sin embargo, las luces no desaparecían y empezaron a escuchar unos silbidos muy dulces. Intrigadas, decidieron salir a investigar.
Las luces, como pequeñas estrellas, empezaron a moverse hacia el monte tan pronto como las niñas salieron de la tienda. «¡Miren eso!», exclamó Julieta señalando las luces que se deslizaban entre los árboles. Sin pensarlo dos veces, comenzaron a seguirlas.
Papá Gabriel y Mamá Pili, al escuchar el alboroto, salieron rápidamente de la tienda. «¡Esperen, niñas!», gritó Mamá Pili, corriendo tras ellas. Las luces los llevaron cada vez más lejos del camping. «¡Basta! Nos estamos alejando demasiado. ¿Quiénes sois?», gritó Pili con preocupación.
Las luces se detuvieron de repente y una voz suave y melodiosa respondió: «Somos los Murmullitos, necesitamos de vuestra ayuda. La cascada no lleva agua y el camping necesita abastecerse del agua de la cascada para poder dar servicio a todos vosotros.»
Gabriela miró a las luces con curiosidad. «¿Pero cómo podemos ayudaros? No tenemos el material necesario», dijo con sinceridad.
«No te preocupes», respondió uno de los Murmullitos con voz tranquilizadora. «Solo tenéis que conseguir que vengan muchas personas. Si todos limpiamos, conseguiremos que el agua corra y llegará a la cascada.»
La familia regresó al camping y al día siguiente, Papá Gabriel convocó una reunión con todos los campistas. Explicó lo que habían descubierto y pidió la colaboración de todos. Al principio, algunos estaban escépticos, pero la mayoría aceptó ayudar. «Si todos trabajamos juntos, podremos resolver este problema», dijo Gabriel con confianza.
Durante los siguientes días, todos los campistas se pusieron manos a la obra. Equipados con palas, cubos y bolsas para basura, limpiaron los alrededores de la cascada y desobstruyeron el arroyo que la alimentaba. Julieta y Gabriela se encargaron de motivar a los más pequeños, contándoles historias sobre los Murmullitos y la magia de la cascada.
Poco a poco, el agua empezó a fluir de nuevo. Al principio, solo un pequeño chorro, pero con el esfuerzo continuo de todos, pronto se convirtió en una corriente fuerte y constante. «¡Lo estamos logrando!», gritó Julieta con alegría al ver el agua correr libremente.
Los Murmullitos, invisibles para la mayoría pero siempre presentes, observaban con satisfacción. «Gracias por vuestra ayuda», susurraron a las niñas una noche, mientras el agua caía en la cascada con un sonido relajante.
Con el agua de la cascada restaurada, el camping volvió a la normalidad. Había suficiente agua para todos los campistas, los campos y los animales. La experiencia no solo les había enseñado sobre la importancia del trabajo en equipo, sino también sobre el poder de la comunidad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.