Janer David era un niño lleno de energía y curiosidad. Desde muy pequeño, soñaba con ser un superhéroe. Cada mañana, se despertaba con una gran sonrisa y se ponía su capa roja, que su mamá le había hecho con mucho amor. «Soy Janer David, el superhéroe de la alegría», solía decir mientras saltaba de la cama y corría a la cocina.
En la cocina, su mamá lo esperaba con un delicioso desayuno. «Buenos días, mi pequeño héroe», le decía mientras le ponía un plato de frutas coloridas y un vaso de leche en la mesa. Janer David adoraba el desayuno de su mamá. “Me siento más fuerte que un gigante”, respondía él mientras disfrutaba de cada bocado.
“¿Qué aventuras vamos a tener hoy?”, le preguntaba su papá, que entraba en la cocina con una sonrisa gigante. Él siempre estaba dispuesto a jugar. “Tal vez podamos salvar a alguien en el parque”, sugería con entusiasmo. La familia disfrutaba mucho de los días que pasaban juntos, siempre llenos de risas y juegos.
Un día, mientras estaban en el parque jugando a lanzar pelotas al aire, Janer David notó que algunas de las flores estaban marchitas. Decidió que era su deber como superhéroe ayudar a las flores a recuperar su alegría. “¡No se preocupen, yo les ayudaré!” gritó. Su papá y su mamá sonrieron y lo siguieron mientras él corría hacia las flores.
“Pero, ¿cómo podemos ayudar a estas flores?”, preguntó su mamá. Janer David se detuvo un momento a pensar. “¡Necesitan agua y cariño!”, dijo finalmente. Con la ayuda de su papá, comenzaron a buscar botellas de agua en el parque. Janer David llenó una de las botellas y, con mucho cuidado, empezó a regar las flores secas.
“¡Vamos, florecitas! ¡Revivan!” decía con una voz llena de energía. Su mamá le animaba, “¡Eso es, mi campeón! ¡Así se hace!” Después de un rato, el parque empezó a cobrar vida. Las flores comenzaron a levantarse, y un bello color rosado y amarillo apareció en el aire.
Mientras tanto, un pequeño gato apareció de entre los arbustos. Tenía un aire triste y asustado. Janer David lo miró con curiosidad. “¡Mira, un amigo más!”, exclamó. Se acercó al gato con cautela. “Hola, pequeño. ¿Qué te pasa?” le preguntó. El gato, que se llamaba Miau, se quedó inmóvil, pero luego se acercó a Janer David lentamente.
“Parece que has perdido a tu mamá”, dijo Janer David con voz suave. El gato maulló tristemente. “Aquí, podemos ayudarte a encontrarla”, dijo. Su papá le ayudó a buscar a la madre de Miau. Janer David, con su capa ondeando detrás de él, se convirtió en un superhéroe muy decidido. Juntos, comenzaron a preguntar a la gente del parque si habían visto a una mamá gata.
Mientras tanto, su mamá se quedó cerca de la flor recién regada y decidió cuidarlas mientras Janer David buscaba. “Es importante ayudar a los que lo necesitan”, pensó mientras sonreía al ver que cada vez más flores empezaban a abrirse. Las mariposas revoloteaban alrededor, y el parque estaba lleno de colores alegres.
Mientras Janer David y su papá seguían buscando, Miau, el pequeño gato, comprendió que no estaba solo. “¡Juntos seremos un gran equipo!”, pensó, y fue a buscar más ayuda, llevando con él el espíritu del superhéroe que Janer David le había transmitido.
Janer David fue a todos los rincones del parque. Desde donde jugaban los niños hasta la fuente donde los patos nadaban. Cada vez que pedía ayuda, sonreía y quien lo escuchaba se unía a la búsqueda. En un rincón, encontró a una niña que estaba pintando. “¿Has visto a una mamá gata?”, le preguntó. “No, pero puedo ayudarte a buscar”, contestó ella con una sonrisa.
Ahora, tenía un nuevo compañero en su misión. La niña se unió al equipo de superhéroes de búsqueda junto con Janer David y su papá. Todos juntos decidieron hacer un gran cartel que decía: «Buscando a la mamá gata. ¡Ayúdanos!” Por todo el parque, el cartel fue colgado en varios árboles. “¡Estamos haciendo un gran trabajo!”, decía la niña mientras dibujaba una linda gata en el cartel.
Después de algunas horas de búsqueda, la madre gata apareció corriendo. “¡Miau, miau!”, gritó emocionada. El gato pequeño saltó de alegría. Janer David sonrió. “¡Lo logramos!”, dijo. El equipo de héroes había tenido éxito en su misión. El dueño de casa, que había estado buscando al gato perdido, llegó justo a tiempo para abrazar a su mascota.
«Gracias, pequeños héroes», dijo el dueño de Miau, “sin su ayuda, no lo habría encontrado”. Todos se sintieron felices. “Colaborar y ayudar a otros siempre trae alegría”, pensó Janer David. Se despidieron de Miau y la madre gata mientras se iban a casa, sintiendo que habían realizado una gran obra.
De vuelta en casa, estaban todos agotados pero felices. “Hoy, hemos salvado flores y ayudado a un amigo en la necesidad”, dijo Janer David mientras se despojaba de su capa. “Hoy cambiamos el mundo un poquito más”, agregó su papá.
Mamá sonrió, “¡Eso es lo que hacen los superhéroes! Hacen del mundo un lugar mejor”. Janer David entendió que ser un superhéroe no siempre significaba volar o tener superpoderes, sino que a veces se trataba de hacer cosas sencillas con amor y amistad.
Esa noche, antes de dormir, Janer David pensó en todas las aventuras que había vivido. Con una sonrisa, cerró los ojos, sintiendo que la vida era un hermoso cuento de amor y felicidad. Y así, cada día se convirtió en una nueva historia llena de aventuras, amistad y alegría. Entonces, mientras dormía, soñó con ser el superhéroe de todos los corazones que necesitaban luz en la oscuridad, prometiendo siempre llevar amor y felicidad donde fuera que fuera.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.