Cuentos de Superhéroes

Un Viaje Lunar con Papá y Mamá

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un niño llamado Diego, que era muy curioso y soñador. Desde muy pequeño, le encantaba mirar las estrellas y soñar con aventuras lejanas. Una noche, mientras miraba por la ventana de su habitación, vio algo brillante en el cielo. Era una gran luna llena, iluminando todo a su alrededor. Diego se sintió muy emocionado y decidió que quería ir a la luna.

—¡Papá! ¡Mamá! —llamó Diego con todas sus fuerzas—. ¡Quiero ir a la luna!

Su papá, que estaba en la sala leyendo un libro, levantó la mirada y sonrió.

—¿A la luna, dices? —preguntó—. Eso suena como una aventura increíble.

La mamá de Diego, que estaba en la cocina preparando algo rico para la cena, se acercó.

—¿Por qué no hacemos un viaje lunar en nuestra imaginación? —sugirió, mientras limpiaba sus manos en un paño.

Diego aplaudió de felicidad. Le encantaba la idea. Así que, juntos, se sentaron en el sofá, y mamá empezó a contarles cómo sería la luna.

—Imaginen que tenemos una nave espacial —dijo mamá—. Podemos volar más allá de las estrellas, como los superhéroes que viajan por el espacio. Vamos a necesitar un control remoto especial para guiar la nave.

—¡Sí! —exclamó Diego emocionado—. ¡Yo quiero ser el piloto!

—Entonces, tú serás nuestro líder —respondió papá, sonriendo—. Yo seré el ingeniero que repara la nave si algo se daña, y mamá puede ser la científica que descubra nuevos secretos en la luna.

Diego se sintió muy orgulloso con su nuevo cargo. Se imaginó a sí mismo con un traje espacial brillante y una gran capa como los superhéroes que tanto admiraba. Con gran emoción, todos comenzaron a crear su nave de papel, una caja grande que encontraron en el ático. Pusieron almohadas y mantas para que fuera más cómoda y decoraron las paredes con dibujos de estrellas y planetas.

Mientras trabajaban juntos en su proyecto, se unió a ellos su mascota, un adorable perro llamado Rocky. Él siempre parecía saber cuándo había aventura en el aire; movía la cola con alegría y ladraba emocionado mientras Diego le explicaba la misión.

—Rocky, serás nuestro compañero espacial —dijo Diego, acariciando su cabeza—. ¡Juntos volaremos a la luna!

Una vez que terminaron de construir su nave, se sentaron a bordo. Mamá hizo un sonido de cuenta regresiva.

—¡Tres, dos, uno, despegue! —gritó mientras todos movían manos y brazos como si realmente estuvieran volando.

Diego, papá, mamá y Rocky se sumergieron en su imaginación. Viajaron tan rápido que las estrellas parecían ser solo pequeños puntos de luz que pasaban a su lado. Juntos imaginaban que dejaban atrás la Tierra, llena de árboles y montañas, hasta que finalmente llegaron a la luna.

—¡Miren! —dijo mamá, señalando a lo lejos—. ¡Hay una casa lunar!

Diego abrió los ojos con sorpresa. Imaginaron una casa de cristal gigante con luces que brillaban como el sol. Así que decidieron aterrizar su nave.

—¡Hemos llegado a la luna! —anunció Diego, con la voz llena de emoción.

Al bajar de la nave, notaron que todo era muy diferente. El suelo estaba cubierto de una especie de polvo suave y blanco, y el cielo era mucho más oscuro. Diego saltó y se dio cuenta de que podía brincar muy alto.

—¡Miren cómo salto! —gritó Diego, saltando y girando mientras todos reían.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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