En el internado de San Juan, oculto entre las colinas neblinosas del norte, se cuentan historias que helarían la sangre del más valiente. Cuentan de Valeria, una joven que una vez caminó por los oscuros pasillos de este lugar, acosada por la crueldad y la indiferencia. Su historia comienza en un frío amanecer de otoño, cuando la niebla aún cubría los prados y los primeros rayos del sol luchaban por penetrar el espeso gris.
Valeria, con su cabello enmarañado y su rostro que nunca había conocido una sonrisa genuina, llegó al internado con la esperanza de encontrar un refugio, un lugar donde pudiera esconder su alma herida. Pero lo que encontró fue un mundo aún más cruel, uno donde la belleza y la popularidad eran monedas de cambio, y ella no tenía nada que ofrecer.
Los populares, un grupo de estudiantes que reinaban sobre el resto como reyes y reinas en una corte distorsionada, pronto pusieron sus ojos en ella. Valeria, con su inteligencia aguda pero vulnerable a la crueldad del mundo, se convirtió en el blanco de sus burlas y humillaciones. Cada día, al caminar por los pasillos, sentía cómo las risas y los susurros se clavaban en su espalda como espinas venenosas.
Los profesores, ciegos o indiferentes al tormento de Valeria, nunca intervinieron. Así, las paredes del internado se convirtieron en testigos silenciosos de su dolor. Un día, cuando la humillación alcanzó un punto insostenible, Valeria confrontó a sus torturadores. Fue un enfrentamiento lleno de palabras amargas y acusaciones, un estallido de furia y desesperación que había estado fermentando durante meses.
Pero el destino fue cruel con Valeria. En el calor del momento, uno de los populares la empujó, y ella cayó por las escaleras de piedra, su vida desvaneciéndose antes de que su cuerpo tocara el suelo. La tragedia fue rápidamente encubierta, los populares protegidos por su estatus y los adultos que preferían mirar hacia otro lado.
Sin embargo, el espíritu de Valeria no encontró paz. Comenzó a acechar los pasillos del internado, una sombra entre las sombras, un susurro en el viento que aún recorría los rincones olvidados. Los mismos estudiantes que una vez se rieron de ella ahora temían la caída de la noche, cuando su presencia se sentía más fuerte.
Mientras tanto, un grupo de estudiantes menos populares, aquellos que habían observado en silencio y con corazones pesados el tormento de Valeria, decidieron actuar. Investigaron antiguas leyendas y rituales, buscando una manera de apaciguar su espíritu y darle el descanso que merecía.
Una noche, bajo la luna nueva, llevaron a cabo un ritual en la misma escalera donde Valeria había encontrado su final trágico. Con velas encendidas y un círculo de sal, invocaron su espíritu, ofreciéndole palabras de perdón y entendimiento, prometiéndole que su historia no sería olvidada.
El aire se llenó de un frío penetrante mientras la figura de Valeria se materializaba, sus ojos mostrando un atisbo de la tristeza infinita que había llevado en vida. Con voz temblorosa, los estudiantes le pidieron perdón en nombre de todos aquellos que la habían herido. Poco a poco, el aire comenzó a calentarse y la figura de Valeria se desvaneció, dejando tras de sí una sensación de calma.
Desde aquella noche, el internado de San Juan nunca volvió a ser el mismo. Los estudiantes cambiaron sus maneras, reflexionando sobre el dolor que las palabras y acciones pueden infligir. Valeria, aunque ya no vagaba por los pasillos, dejó una huella imborrable en el corazón de todos, un recordatorio eterno de la compasión y el respeto que todos merecen.
Y así, la leyenda de Valeria se convirtió en una historia de advertencia y aprendizaje, contada de generación en generación, asegurando que aunque ella se había ido, su espíritu de justicia y esperanza viviría para siempre en las paredes de ese antiguo internado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.