Cuentos de Terror

El misterio de la parálisis de Said

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques oscuros, un niño llamado Said. Said tenía diez años y vivía con su abuela en una casa antigua que había pertenecido a su familia por generaciones. Era una casa grande, con techos altos y rincones oscuros, llena de recuerdos y misterios del pasado. Aunque Said adoraba a su abuela y le encantaba vivir en esa casa, había algo que lo asustaba profundamente: la noche.

Desde hacía unas semanas, Said había comenzado a experimentar algo aterrador cuando se iba a dormir. Todo comenzaba igual: se metía en su cama, su abuela le daba un beso de buenas noches y apagaba la luz. Said se quedaba dormido rápidamente, pero en medio de la noche, algo extraño ocurría. Se despertaba y no podía moverse. Sentía una presión enorme en el pecho, como si algo pesado estuviera sentado sobre él. Sus ojos estaban abiertos, pero no podía gritar ni pedir ayuda. Lo peor de todo era la sensación de que su alma se le salía del cuerpo, como si algo intentara llevárselo.

Una noche particularmente oscura, Said decidió contarle a su abuela lo que le estaba pasando. «Abuela, he estado teniendo estas pesadillas extrañas. Me despierto, pero no puedo moverme ni hablar. Siento que algo me oprime y tengo mucho miedo», le dijo Said con voz temblorosa.

La abuela lo miró con preocupación y le dijo: «Eso suena como parálisis del sueño, Said. Es algo que a veces le ocurre a las personas cuando están entre el sueño y la vigilia. Pero no te preocupes, cariño, estoy segura de que no es nada grave. Esta noche dejaré la puerta de mi habitación abierta por si necesitas algo.»

Aunque las palabras de su abuela lo tranquilizaron un poco, Said seguía sintiéndose nervioso. Esa noche, después de que su abuela le diera el beso de buenas noches y apagara la luz, Said se quedó en la cama mirando al techo, temiendo que la parálisis volviera.

A la medianoche, lo inevitable ocurrió. Said se despertó de repente y sintió la familiar presión en el pecho. No podía moverse ni gritar. Sus ojos se movieron desesperadamente por la habitación y entonces lo vio: una figura oscura y sin forma, flotando sobre él. Sentía como si su alma estuviera siendo succionada por esa sombra tenebrosa. El miedo lo invadió completamente.

De pronto, la puerta de su habitación se abrió de golpe y su abuela entró corriendo. «¡Said!» gritó, encendiendo la luz. En ese momento, la figura desapareció y Said recuperó el control de su cuerpo. Respiraba con dificultad y estaba empapado en sudor.

«¿Qué ocurrió?» preguntó la abuela, arrodillándose junto a la cama y abrazando a Said.

«Había una sombra… una sombra oscura que intentaba llevarme», dijo Said entre sollozos.

La abuela lo consoló y se quedó con él hasta que volvió a dormirse. Pero esa noche, mientras Said dormía, la abuela comenzó a preocuparse de que algo más siniestro estuviera ocurriendo en su casa.

Al día siguiente, Said fue a la escuela y les contó lo ocurrido a sus amigos Jenny, Jerson y Rosangela. Todos ellos vivían cerca y se conocían desde siempre. Jenny era la más valiente del grupo y siempre estaba dispuesta a enfrentar cualquier desafío. Jerson, aunque a veces un poco asustadizo, tenía un gran corazón y siempre apoyaba a sus amigos. Rosangela era muy lista y le encantaba investigar misterios.

«Tenemos que ayudar a Said», dijo Jenny con determinación. «No podemos dejar que esa sombra siga aterrorizándolo.»

«¿Pero cómo vamos a hacerlo?» preguntó Jerson con nerviosismo. «Esa sombra suena aterradora.»

Rosangela pensó por un momento y luego dijo: «Podríamos ir a la biblioteca y buscar información sobre sombras y parálisis del sueño. Quizás encontremos algo que nos ayude.»

Así que, después de la escuela, los cuatro amigos se dirigieron a la biblioteca del pueblo. Pasaron horas buscando en libros viejos y polvorientos hasta que Rosangela encontró algo interesante. «Escuchen esto», dijo emocionada. «Según este libro, algunas sombras pueden ser espíritus que están atrapados entre nuestro mundo y el más allá. A veces buscan energía de las personas para poder cruzar al otro lado.»

«¿Eso significa que la sombra está tratando de llevarse el alma de Said?» preguntó Jenny con los ojos muy abiertos.

«Podría ser», respondió Rosangela. «Pero también dice aquí que las sombras pueden ser repelidas por la luz y por objetos con energía positiva.»

«Entonces, si mantenemos una luz encendida y rodeamos a Said de cosas que le gusten y le hagan sentir seguro, podríamos alejar a la sombra», sugirió Jerson.

Esa noche, los amigos se reunieron en la casa de Said. Llevaron linternas, velas y todos los objetos que pensaron que podrían tener energía positiva: fotos familiares, juguetes favoritos y hasta un amuleto de la suerte que Rosangela había hecho en la escuela.

Cuando llegó la hora de dormir, Said se sintió un poco más seguro sabiendo que sus amigos estaban con él. Se acostó en su cama y la abuela dejó la puerta abierta. Los amigos se quedaron en la habitación de Said, listos para actuar si la sombra volvía.

A la medianoche, Said volvió a despertarse. La familiar sensación de parálisis lo atrapó, pero esta vez no estaba solo. Sus amigos estaban allí, y con ellos, una luz suave llenaba la habitación. La sombra apareció nuevamente, pero cuando se acercó a Said, las luces y los objetos positivos parecieron detenerla.

Jenny levantó una linterna y apuntó directamente hacia la sombra. «¡Aléjate de Said!» gritó con valentía. La sombra se retorció y pareció desvanecerse un poco.

Jerson y Rosangela levantaron las velas y los amuletos, y juntos, los amigos enfrentaron a la sombra con toda la luz y energía positiva que tenían. Poco a poco, la sombra empezó a desintegrarse, como si la luz la estuviera destruyendo.

Finalmente, la sombra desapareció por completo y Said pudo moverse de nuevo. Respiró hondo y se sintió aliviado. Sus amigos lo abrazaron y se rieron nerviosos, aliviados de que todo hubiera terminado.

«¡Lo logramos!» exclamó Jenny con una gran sonrisa. «Dijimos que te ayudaríamos, Said.»

«Gracias, chicos. No sé qué habría hecho sin ustedes», dijo Said, sintiéndose más agradecido que nunca por tener amigos tan increíbles.

Desde esa noche, Said no volvió a experimentar la parálisis del sueño ni a ver la sombra. La casa de su abuela se llenó de luz y alegría, y Said volvió a dormir tranquilo, sabiendo que sus amigos siempre estarían allí para apoyarlo.

Y así, los cuatro amigos aprendieron que la amistad y la valentía pueden superar incluso los miedos más oscuros. Juntos, enfrentaron el misterio de la sombra y lo resolvieron, demostrando que no hay nada más poderoso que la luz de la amistad.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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