Cuentos de Terror

El Misterio del Hospital Abandonado

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Agustín era un niño de diez años lleno de curiosidad y energía. Desde que su familia se mudó a un antiguo hospital en las afueras de la ciudad, la vida se había vuelto monótona. El hospital, con sus paredes desgastadas y sus pasillos vacíos, parecía más un lugar de sombras que un hogar. A pesar de su gran tamaño y de los secretos que podría contener, Agustín no podía evitar sentirse aburrido. No había compañeros de juego, y sus padres estaban demasiado ocupados arreglando la casa.

Un día, mientras exploraba las habitaciones desiertas, decidió aventurarse hacia el sótano, un lugar del que siempre había escuchado historias inquietantes. “Tal vez ahí encuentre algo emocionante”, pensó mientras bajaba las escaleras crujientes. La luz de su linterna iluminaba apenas las paredes húmedas, y el aire era frío y denso. Sin embargo, su curiosidad lo impulsó a seguir adelante.

Al llegar al fondo de las escaleras, Agustín se encontró en un espacio amplio y sombrío, lleno de cajas cubiertas de polvo y objetos olvidados. Fue entonces cuando escuchó un aullido débil, un sonido que lo hizo detenerse en seco. Miró a su alrededor, buscando el origen de ese ruido misterioso.

“¿Quién está ahí?” preguntó, un poco asustado. De repente, de entre las sombras, apareció un pequeño cachorro blanco, tembloroso y con grandes ojos asustados. “¡Hola, pequeño! ¿Estás perdido?” dijo Agustín, acercándose con cuidado. El cachorro se acercó a él, buscando consuelo. “Te llamaré Nube”, dijo mientras acariciaba su suave pelaje.

Nube movió la cola con alegría, sintiéndose aliviado al encontrar a alguien que le mostrara cariño. Agustín decidió que no podía dejar al pequeño cachorro solo en el sótano. “Vamos a salir de aquí y a encontrar un lugar más acogedor”, le dijo, y juntos comenzaron a explorar el resto del sótano.

Sin embargo, mientras caminaban, empezaron a escuchar ruidos extraños. Ruidos como si alguien estuviera moviendo cosas en la oscuridad. Agustín sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no quería mostrarle miedo a Nube. “No te preocupes, amigo. Estamos juntos”, le susurró.

Finalmente, se detuvieron frente a una vieja máquina de coser que parecía estar funcionando sola, sus agujas moviéndose rápidamente y creando un suave zumbido. Agustín no podía creer lo que estaba viendo. “¿Cómo puede ser esto posible?”, se preguntó mientras se acercaba con cautela.

Al acercarse, encontró una carta en el suelo, con un sello antiguo. La tomó y la leyó en voz alta. “Querido lector, esta máquina de coser pertenece a mi abuela, quien dejó inacabado un vestido especial. Si alguien termina su trabajo, su espíritu podrá descansar en paz”. La carta estaba firmada con el nombre de “Ana”.

“Parece que hay una historia detrás de esta máquina”, dijo Agustín, mirando a Nube, que lo miraba con sus grandes ojos. “Tal vez deberíamos ayudarla”. El pequeño cachorro ladró suavemente, como si estuviera de acuerdo.

Sin pensarlo dos veces, Agustín se puso a trabajar en la máquina de coser. Las instrucciones en la carta explicaban cómo utilizarla, y, a pesar de lo antigua que era, parecía funcionar a la perfección. Pasó horas cosiendo, con Nube a su lado, observando con atención.

Mientras trabajaba, Agustín sintió que el tiempo se desvanecía. La máquina parecía cobrar vida bajo sus manos, y pronto se dio cuenta de que estaba creando algo realmente especial. En su mente, imaginó cómo el vestido se vería: un hermoso diseño lleno de flores y colores brillantes. Cada puntada era un paso más hacia la libertad del espíritu de Ana.

Cuando finalmente terminó, el vestido era deslumbrante. Agustín se sentía orgulloso de su trabajo, y una sensación de satisfacción lo invadió. “¡Lo hicimos, Nube! Ahora solo falta que la máquina se detenga”, exclamó, sintiendo que el aire a su alrededor comenzaba a cambiar.

Justo en ese momento, la máquina hizo un último zumbido y se detuvo por completo. Agustín se quedó en silencio, sintiendo que algo mágico había sucedido. El ambiente del sótano se volvió más cálido y acogedor. Era como si un peso se hubiera levantado.

“¿Lo ves, Nube? ¡Hemos ayudado a alguien!” dijo Agustín, acariciando al cachorro. El pequeño ladró alegremente, como si comprendiera la importancia de lo que habían logrado.

De repente, el aire se llenó de un suave aroma a flores, y una luz brillante apareció en la esquina del sótano. De esa luz, una figura etérea comenzó a tomar forma. Era la abuela de Ana, con una expresión de agradecimiento en su rostro. “Gracias, querido niño”, dijo con una voz suave. “Has liberado mi espíritu al completar lo que comencé. Ahora puedo descansar en paz”.

Agustín sintió una mezcla de sorpresa y alegría. “¡No podía dejar este vestido sin terminar! Quería ayudar”, respondió, sintiendo que una gran calidez lo envolvía.

La abuela sonrió. “Tu bondad y valentía han hecho posible que esto suceda. Te agradezco de corazón”. Y en un abrir y cerrar de ojos, la figura se desvaneció, dejando un resplandor dorado en el aire.

Agustín se quedó sin palabras, sintiendo que había participado en algo extraordinario. Con Nube a su lado, decidió que ya no temería a lo desconocido. “Este lugar ya no es aburrido. ¡Es un lugar lleno de magia y aventuras!”, dijo emocionado.

Desde ese día, el antiguo hospital dejó de ser solo un hogar monótono. Agustín y Nube continuaron explorando sus pasillos, descubriendo nuevos misterios y disfrutando de la compañía del uno al otro. Agustín comprendió que cada rincón del lugar tenía una historia por contar, y cada día era una nueva oportunidad para aprender y crecer.

Con el tiempo, Agustín se convirtió en un experto en historias de fantasmas y aventuras, siempre llevando a Nube a sus exploraciones. Juntos, hicieron del antiguo hospital un lugar lleno de vida y diversión. Agustín aprendió que la verdadera valentía no solo radica en enfrentar el miedo, sino en tener el coraje de ayudar a otros.

La experiencia que vivió con la máquina de coser y el espíritu de Ana lo llevó a entender la importancia de la empatía, la amistad y el deseo de hacer el bien. A partir de entonces, nunca olvidaría cómo una simple decisión de ayudar a alguien pudo cambiar su vida y darle un nuevo significado a su hogar.

Así, el antiguo hospital se convirtió en el escenario de nuevas aventuras, donde Agustín y Nube seguirían creciendo, aprendiendo y explorando, con la certeza de que la amistad y la bondad son las fuerzas más poderosas que existen.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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