Había una vez, en un bosque oscuro y misterioso, tres hadas llamadas Gabriela, Dannyela y Sofía. Estas hadas eran conocidas por su bondad y sus mágicos poderes. Con sus delicadas alas y sus vestidos coloridos, iluminaban los rincones más oscuros del bosque y traían alegría a todos los que vivían allí. Junto a ellas, en una pequeña cabaña al borde del bosque, vivía una niña llamada Rosa, una joven con el cabello castaño y un vestido rojo. Rosa era valiente y siempre dispuesta a ayudar a sus amigas las hadas.
Una noche, mientras las hadas volaban bajo la luz de la luna, el bosque fue invadido por un monstruo gigantesco llamado Pedro. Pedro era enorme y aterrador, con una apariencia monstruosa que hacía temblar hasta a los árboles más altos. Sin previo aviso, Pedro atacó a las hadas, lanzando enormes piedras y destruyendo sus hogares en los árboles. Gabriela, Dannyela y Sofía intentaron usar sus poderes para defenderse, pero Pedro era demasiado fuerte.
Rosa, al escuchar el alboroto, corrió hacia el bosque para ayudar a sus amigas. Sin embargo, cuando Pedro la vio, su furia se dirigió hacia ella. El monstruo levantó su gigantesco pie y trató de aplastar a Rosa, pero ella fue lo suficientemente rápida para esquivarlo. Aun así, Rosa sabía que no podría escapar mucho tiempo y el miedo comenzó a apoderarse de ella.
Las hadas, viendo el peligro en el que se encontraba su amiga, sintieron una ira profunda que nunca antes habían experimentado. Sus corazones, normalmente llenos de bondad, se oscurecieron por el odio hacia Pedro. Gabriela, Dannyela y Sofía decidieron unirse y combinar sus poderes para enfrentarse al monstruo. Con un destello de luz, sus varitas se entrelazaron y una poderosa ola de magia oscura salió disparada hacia Pedro.
La magia golpeó a Pedro, pero el monstruo no cayó. Su risa resonó por todo el bosque, burlándose de los esfuerzos de las hadas. La oscuridad que había infectado los corazones de Gabriela, Dannyela y Sofía las había convertido en seres malignos, pero ni siquiera ese nuevo poder era suficiente para derrotar al monstruo. Desesperadas, las hadas atacaron una y otra vez, pero cada intento fallido solo aumentaba su furia y desesperación.
Rosa, escondida detrás de un árbol, observaba con horror la batalla. Sabía que tenía que hacer algo, pero el miedo la paralizaba. Entonces, recordó las historias que las hadas le habían contado sobre el poder de la luz y la bondad. Comprendió que la oscuridad no podía vencer a la oscuridad; solo la luz podía hacerlo. Con valentía, Rosa salió de su escondite y corrió hacia las hadas.
—¡Gabriela, Dannyela, Sofía! —gritó Rosa—. ¡No podemos derrotarlo con odio! ¡Recuerden quiénes son! ¡Recuerden la luz que hay en sus corazones!
Las hadas, al escuchar la voz de Rosa, se detuvieron y miraron a su amiga. Las palabras de Rosa penetraron en la oscuridad de sus corazones, recordándoles la bondad que una vez las había definido. Lentamente, la oscuridad comenzó a desvanecerse y sus corazones volvieron a brillar con la luz de la bondad.
Con renovada esperanza, las hadas se unieron de nuevo, pero esta vez sus poderes eran guiados por la luz y el amor. Con un resplandor brillante, dirigieron su magia hacia Pedro. La luz envolvió al monstruo, y por primera vez, Pedro sintió el poder de la verdadera magia. La risa del monstruo se convirtió en un grito de dolor mientras la luz lo debilitaba.
Pedro, abrumado por el poder de la luz, cayó de rodillas. La fuerza de la magia de las hadas finalmente había sido suficiente para derrotarlo. El monstruo, derrotado y debilitado, se desvaneció en la oscuridad del bosque, prometiendo no volver a molestar a las hadas ni a Rosa.
El bosque, una vez más, se llenó de paz y tranquilidad. Rosa corrió hacia sus amigas y las abrazó fuertemente. Las hadas, agradecidas por la valentía y la sabiduría de Rosa, la rodearon con sus alas brillantes.
—Gracias, Rosa —dijo Gabriela—. Nos has salvado de convertirnos en aquello que odiábamos.
—Tu valentía y bondad nos han recordado quiénes somos —añadió Dannyela, sonriendo.
—Siempre recordaremos esta lección —concluyó Sofía—. La oscuridad nunca puede vencer a la luz.
Rosa y las hadas regresaron a su cabaña, donde celebraron su victoria y renovaron su promesa de proteger el bosque con amor y bondad. Aunque habían enfrentado la oscuridad más profunda, habían salido victoriosas gracias al poder de la luz y la amistad. El bosque volvió a florecer y los animales salieron de sus escondites, agradecidos por la paz restaurada.
Y así, Rosa, Gabriela, Dannyela y Sofía continuaron viviendo en el bosque, siempre listas para enfrentar cualquier desafío con el poder de la luz en sus corazones. Nunca olvidaron que la verdadera fuerza no se encontraba en el odio, sino en la bondad y la amistad que compartían. Y cada vez que el bosque susurraba historias de valentía, todos recordaban la noche en que las hadas y una niña valiente derrotaron a un monstruo con el poder de la luz.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.