Cuentos de Terror

El Pueblo Embrujado

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era una noche oscura y tormentosa cuando Carlos, Ayumi, Adriana y Lucifer, el gato negro, decidieron explorar el antiguo pueblo abandonado a las afueras de la ciudad. Las historias sobre el lugar eran tan aterradoras como intrigantes. Se decía que el pueblo estaba embrujado, y que nadie que había entrado allí había salido sin una experiencia espeluznante.

Carlos, con su valentía innata y su curiosidad insaciable, lideraba el grupo. Ayumi, con su mente siempre inquisitiva y su valentía encubierta, estaba decidida a descubrir los secretos del lugar. Adriana, conocida por su espíritu aventurero y su actitud temeraria, no podía resistir la llamada de lo desconocido. Y Lucifer, el gato negro de ojos amarillos brillantes, parecía entender más de lo que dejaba ver.

Mientras se acercaban al pueblo, una densa niebla comenzó a envolverlos. Los árboles retorcidos y desnudos parecían sombras fantasmas bajo la luz de la luna llena. El crujido de las ramas y el susurro del viento les hacían sentir como si los espíritus del lugar los observaran.

«¿Estás seguro de que esto es una buena idea, Carlos?» preguntó Ayumi, su voz temblando ligeramente.

«Claro que sí,» respondió Carlos, intentando sonar confiado. «Solo vamos a echar un vistazo rápido y luego regresamos.»

Adriana, siempre la más audaz, avanzó con determinación. «No podemos echarnos atrás ahora. ¡Vamos, será divertido!»

Lucifer, con sus ojos amarillos resplandecientes, se adelantó al grupo, como si supiera exactamente a dónde dirigirse. Entraron al pueblo, pasando por la puerta de hierro oxidado que chirriaba con un sonido inquietante. Las casas, aunque derruidas y cubiertas de vegetación, aún conservaban una presencia imponente y sombría.

Al adentrarse más, encontraron una plaza central con una fuente en el medio. La fuente, aunque seca y llena de hojas muertas, tenía una estatua de una mujer que parecía observarlos con ojos vacíos. Un escalofrío recorrió la espalda de Ayumi.

«Este lugar da mucho miedo,» susurró Adriana, aunque su tono era más de emoción que de miedo.

De repente, un sonido extraño rompió el silencio de la noche. Era un susurro, seguido por el sonido de pasos arrastrándose. Carlos levantó la mano para indicar que se detuvieran.

«¿Qué fue eso?» preguntó Ayumi, sus ojos abiertos de par en par.

«No lo sé, pero vamos a averiguarlo,» dijo Carlos, avanzando con cuidado hacia el sonido.

Siguieron el ruido hasta una vieja biblioteca. Las puertas estaban entreabiertas, y dentro, las sombras danzaban a la luz de la luna que se filtraba por las ventanas rotas. Al entrar, notaron que las estanterías estaban llenas de libros polvorientos y antiguos. Pero lo que más les llamó la atención fue un gran libro colocado en un pedestal en el centro de la sala.

Adriana fue la primera en acercarse al libro. «Debe ser un libro de hechizos o algo así,» dijo mientras soplaba el polvo de la cubierta. El título, escrito en letras doradas, decía: «Las Crónicas del Pueblo Embrujado».

Carlos abrió el libro con cuidado. Dentro, encontraron ilustraciones de criaturas extrañas y relatos de eventos inexplicables. Una página en particular captó su atención: hablaba de una maldición que había caído sobre el pueblo, condenándolo a vivir eternamente en la oscuridad y el olvido.

«Escuchen esto,» dijo Carlos, leyendo en voz alta. «La maldición solo puede ser levantada por aquellos que tengan el coraje de enfrentarse a sus miedos más profundos.»

«Eso suena como una prueba,» comentó Ayumi. «Tal vez por eso nadie ha podido salir de aquí sin una experiencia espeluznante.»

De repente, la puerta de la biblioteca se cerró de golpe, y una risa siniestra resonó en el aire. Los niños se miraron unos a otros con ojos llenos de miedo y emoción.

«¡Tenemos que salir de aquí!» exclamó Adriana.

«Esperen,» dijo Carlos. «Tal vez esta sea nuestra oportunidad de hacer algo grandioso. Si podemos romper la maldición, podríamos liberar al pueblo.»

Ayumi asintió. «Vale la pena intentarlo. Pero, ¿cómo lo hacemos?»

En ese momento, Lucifer saltó al pedestal y maulló, señalando una inscripción en la base del libro. Carlos la leyó en voz alta: «Para romper la maldición, deben enfrentar a los guardianes de la oscuridad y recuperar las tres gemas del valor.»

«Guardianes de la oscuridad… suena peligroso,» murmuró Adriana, aunque no podía esconder su entusiasmo.

«Entonces, ¿qué estamos esperando?» dijo Carlos con determinación. «Vamos a encontrar esas gemas.»

Siguieron a Lucifer, quien parecía conocer el camino. Atravesaron callejones oscuros y edificios en ruinas, siempre con la sensación de estar siendo observados. El primer guardián que encontraron fue una sombra enorme y amorfa que bloqueaba su camino en un antiguo teatro.

La sombra se movía de manera errática, y sus ojos rojos brillaban con malicia. «Solo los valientes pueden pasar,» dijo con una voz que resonaba como el eco en una cueva.

Carlos, con el corazón latiéndole a mil por hora, avanzó. «No tenemos miedo,» declaró, aunque su voz temblaba un poco.

La sombra se rió. «Veremos si es verdad,» dijo, y se abalanzó sobre ellos.

El enfrentamiento fue intenso. La sombra intentaba envolverlos en su oscuridad, pero los niños se mantuvieron unidos. Carlos usó una linterna que había traído, y la luz parecía debilitar a la sombra.

«¡Apunta a sus ojos!» gritó Ayumi, y juntos enfocaron la luz en los ojos rojos de la sombra. Con un grito ensordecedor, la sombra se desvaneció, dejando tras de sí una gema roja que brillaba intensamente.

«Una gema del valor,» dijo Adriana, recogiendo la piedra. «¡Una menos, dos más por encontrar!»

Continuaron su búsqueda, sintiéndose más seguros después de su primera victoria. El siguiente guardián era una bruja que vivía en una cabaña en el borde del pueblo. Su risa era tan escalofriante como la sombra, y sus ojos brillaban con una inteligencia cruel.

«Bienvenidos, pequeños valientes,» dijo la bruja con una voz seductora. «¿Han venido a por la segunda gema?»

«Así es,» respondió Ayumi, tratando de sonar valiente.

«Para obtenerla, deben resolver este acertijo,» dijo la bruja. «¿Qué es algo que cuanto más quitas, más grande se hace?»

Los niños se miraron entre sí, pensando intensamente. Finalmente, Adriana sonrió. «¡Un agujero!»

La bruja soltó una carcajada. «Muy bien, pequeña. La segunda gema es tuya.» Y con un gesto de su mano, apareció una gema azul.

«¡Lo logramos!» exclamó Carlos, tomando la gema.

«Pero aún les queda un desafío más,» advirtió la bruja. «El tercer guardián es el más difícil de todos.»

Con las dos gemas en su poder, los niños siguieron a Lucifer hacia el último desafío. Llegaron a una iglesia en ruinas, donde una figura espectral los esperaba. Era un hombre alto y delgado, con ojos que brillaban como estrellas en la oscuridad.

«Soy el guardián final,» dijo con una voz profunda. «Para obtener la última gema, deben enfrentar sus peores miedos.»

La figura levantó las manos, y de repente, los niños se encontraron en sus peores pesadillas. Carlos estaba en un túnel oscuro sin fin, Ayumi en una habitación llena de serpientes, Adriana en un acantilado alto y Lucifer rodeado de perros ladrando.

Pero recordaron las palabras del libro: «El coraje es enfrentar tus miedos.» Con mucho esfuerzo, cada uno de ellos enfrentó y superó su miedo. Carlos avanzó a través del túnel, Ayumi calmó a las serpientes, Adriana respiró hondo y miró al horizonte, y Lucifer se enfrentó a los perros.

Cuando todos se reunieron nuevamente, el guardián sonrió. «Han demostrado un valor increíble. La última gema es suya.» Y con un gesto, una gema verde apareció.

«¡Lo logramos!» exclamó Ayumi, tomando la gema. «¡Tenemos las tres gemas!»

Volvieron a la biblioteca y colocaron las gemas en el libro. La maldición se rompió, y una luz brillante iluminó el pueblo. Las sombras desaparecieron, y el pueblo recobró su antigua belleza.

«¡Lo hicimos!» gritó Adriana, saltando de alegría.

Carlos sonrió. «Sí, hemos roto la maldición y liberado el pueblo.»

Ayumi abrazó a Lucifer. «Gracias por guiarnos, pequeño amigo.»

El gato maulló y se frotó contra ellos, como si entendiera perfectamente.

El pueblo, ahora libre de la oscuridad, parecía un lugar completamente diferente. Las casas, antes en ruinas, estaban restauradas, y el aire estaba lleno de un sentimiento de paz y alegría. Los niños sabían que habían hecho algo increíble, y su aventura sería recordada por todos.

Cuando regresaron a su ciudad, contaron su historia, y aunque algunos no les creyeron, los niños sabían la verdad. Habían enfrentado sus miedos, mostrado un valor increíble, y juntos habían logrado romper la maldición del pueblo embrujado.

Y así, la historia del valiente Carlos, la curiosa Ayumi, la aventurera Adriana y el misterioso Lucifer se convirtió en una leyenda, recordada por generaciones. Y aunque el pueblo ahora era un lugar de paz, los niños sabían que siempre habría aventuras esperándolos en algún rincón del mundo, listas para ser descubiertas por aquellos con el coraje de buscarlas.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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