Cuentos de Terror

La Geisha y las Pelucas Perdidas

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En una aldea envuelta en la bruma de los misterios del antiguo Japón, donde las sombras susurran secretos del pasado y el viento lleva ecos de historias olvidadas, vivía una geisha conocida como la Reina de las Pelucas. Su nombre era Geisha Amaya, y su fama trascendía los límites de la aldea, atrayendo a curiosos y a envidiosos por igual. Sus pelucas no eran meros adornos; eran obras de arte, cada una imbuida con una historia y un poder que solo Amaya conocía.

La sirvienta de Amaya, Akari, era la única que veía lo que sucedía detrás de las puertas cerradas del mundo de la geisha. Conocía los secretos que las pelucas guardaban y el poder que su ama ejercía a través de ellas. Los cocineros del pueblo, los hermanos Takashi e Hiro, murmuraban en las cocinas sobre las pelucas, tejiendo leyendas alrededor del fuego. Y el pueblo, un ente vivo y palpitante, observaba desde la distancia, fascinado y aterrorizado por igual.

Un día, al alba, cuando el cielo aún retenía el abrazo de la noche, una de las pelucas más preciadas de Amaya desapareció. Era una pieza magnífica, conocida por su capacidad de otorgar al portador una voz encantadora, capaz de sosegar al más tempestuoso de los mares y de enamorar al corazón más endurecido. La noticia de la desaparición se esparció como un viento frío, suscitando murmullos y especulaciones entre los habitantes de la aldea.

Amaya, con su rostro inmutable como una máscara Noh, convocó a Akari, Takashi, Hiro y a los representantes del pueblo. En su sala, donde las sombras danzaban entre las luces y las pelucas restantes flotaban en el aire, creando un aura de misterio, declaró que encontrarían al ladrón, sin importar el costo.

La investigación se inició bajo el manto de una luna creciente, con Akari liderando la búsqueda. Sus pasos la llevaron primero a la cocina de los hermanos Takashi e Hiro, donde los secretos a menudo se cocinaban a fuego lento. Los hermanos, con sus manos manchadas de harina y sus ojos llenos de temor, juraron su inocencia, ofreciendo sus cuchillos y sus fogones en señal de sinceridad.

Después, Akari se adentró en las sombras del pueblo, donde las casas susurraban historias de generaciones pasadas. Entre callejones y plazas, buscó señales, un hilo de seda, un susurro de voz, algo que la llevara a la peluca perdida. Pero el misterio se enredaba más con cada paso, y la solución parecía tan esquiva como la bruma matutina.

Mientras tanto, Amaya permanecía en su santuario, meditando entre las pelucas que danzaban al ritmo de un viento invisible. Su rostro, siempre sereno, ocultaba la tormenta que crecía en su interior. La pérdida de la peluca no era solo una afrenta personal; era un desafío a su poder, un poder que había mantenido el equilibrio en la aldea durante años.

Los días pasaban, y con cada amanecer, la tensión en la aldea crecía. Las miradas se volvían más esquivas, los saludos más fríos. El miedo a lo desconocido, a lo que la peluca perdida podría desatar, se arraigaba en los corazones de los aldeanos.

Fue entonces cuando un giro inesperado llevó la investigación a las profundidades del bosque que rodeaba la aldea, un lugar donde los árboles susurraban antiguos secretos y las sombras guardaban más que solo oscuridad. Guiada por un instinto tan antiguo como las historias que habían formado su mundo, Akari encontró la clave del misterio, un descubrimiento que cambiaría para siempre la historia de la geisha, la sirvienta, los cocineros y el pueblo entero.

La revelación de quién tomó la peluca y por qué llevará a Akari y a los demás por un camino de descubrimiento, no solo sobre el ladrón, sino sobre ellos mismos y los lazos invisibles que los unían. En el corazón de esta historia de terror, yacen verdades profundas sobre el poder, el amor, la envidia y la redención.

Y así comienza el cuento de la Geisha y las Pelucas Perdidas, una historia que se desenreda bajo la luz de las estrellas y en las sombras de los corazones humanos, donde cada personaje desempeñará un papel en el desenlace de este misterio envuelto en la neblina de la antigua Japón.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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