Había una vez un niño llamado Blue que vivía en un pequeño pueblo rodeado de un espeso bosque. Blue era un niño curioso y valiente, siempre en busca de aventuras. Su mayor anhelo era descubrir los secretos que se ocultaban en el bosque, pero su madre le advertía sobre los peligros que podrían acechar en la oscuridad. Sin embargo, lo que Blue realmente no sabía era que su hermano mayor, Tomás, aunque había desaparecido misteriosamente hace un año, siempre estaría a su lado para protegerlo.
Una tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse, Blue decidió que era el momento perfecto para explorar el bosque. Con su linterna en mano y una mochila llena de bocadillos, se adentró entre los árboles con la esperanza de encontrar algo emocionante. A medida que se internaba más, la luz del día se desvanecía y el ambiente se tornaba cada vez más misterioso. Los árboles parecían susurrar secretos, y Blue sentía un escalofrío recorrer su espalda.
De repente, un ruido detrás de él hizo que se detuviera en seco. Se volvió y vio una sombra oscura moverse entre los árboles. Su corazón latía rápidamente, pero recordó las palabras de aliento de Tomás: «Nunca olvides que siempre estaré contigo, aunque no me veas». Con ese pensamiento, respiró hondo y continuó hacia adelante, decidido a descubrir qué había creado el sonido.
Mientras avanzaba, encontró un antiguo camino cubierto de hojas secas y ramas. La curiosidad lo llevó a seguirlo, y pronto se topó con una cueva oscura, cuyo acceso estaba cubierto por una densa bruma. El aire era frío, y Blue sintió que algo lo llamaba desde dentro. En su interior, había un deseo de explorar y descubrir, pero también una voz interna que le advertía del peligro. Brevemente dudó, pero nuevamente recordó a su hermano, así que decidió entrar.
Al cruzar el umbral de la cueva, la oscuridad se hacía más densa. Sacó su linterna y, con su luz, iluminó las paredes rocosas cubiertas de extraños grabados. Eran figuras antiguas, algunas de miedo, otras de seres fantásticos. Blue sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo, pero se aferró a la linterna y siguió explorando. Su corazón latía con fuerza, pero él se sintió más valiente que nunca.
Fue entonces cuando escuchó un eco, una risa suave que resonaba entre las sombras. Blue se congeló, su mente sopesando la idea de que había algo más en la cueva. “¿Es tú, Tomás?”, murmuró, esperando que su hermano pudiera oírlo. Un momento después, la risa volvió a sonar, esta vez más clara y cercana.
“¿Quién está ahí?”, gritó Blue, intentando mostrar valentía. Al instante, la risa cesó, y un silencio profundo lo rodeó. Blue sintió que algo se movía ágilmente a su alrededor, y un brillo apareció delante de él. Era una pequeña luz que danzaba como un fuego de campamento. Se acercó y, cuando estuvo más cerca, se dio cuenta de que era un pequeño espíritu, un ser que parecía hecho de luz.
“Hola, Blue”, dijo el espíritu con una voz melodiosa. “He estado esperándote. Tu hermano me habló de ti. Él quiere que sepas que está aquí, siempre protegiéndote”. Blue sintió una oleada de alivio al escuchar esto.
“¿Tomás?”, preguntó con ojos brillantes. “¿Dónde estás?”.
“Tu hermano está en un lugar especial, pero su espíritu vive en ti. Te cuida y te acompaña en cada momento, especialmente en los de miedo. Yo soy un amigo de Tomás, y vengo a ayudarte”, dijo el pequeño espíritu.
Blue no podía creer lo que escuchaba. “¿Ayudarme? ¿De qué manera?”, preguntó curioso.
“En esta cueva se oculta un antiguo mal que se alimenta del miedo y la soledad. Muchos se han perdido aquí, atrapados por la oscuridad. Pero si eres valiente y recuerdas que nunca estás solo, podrás vencerlo. Vamos, te guiaré”, dijo el espíritu.
Blue sintió una mezcla de miedo y emoción. Con el apoyo del espíritu, se sintió más fuerte. Siguió al pequeño ser, que danzaba con su luz brillante por las sombras de la cueva. Cada vez que se encontraba con un lugar tenebroso, el espíritu iluminaba el camino, y Blue recordaba las enseñanzas de su hermano. Antes de que se dieran cuenta, llegaron a una gran cámara en la cueva donde la oscuridad parecía estar concentrada.
Al fondo, un enorme ser de sombras se movía lentamente, emitiendo un grito que reverberaba en las paredes. “Nadie debe salir de aquí”, resonó la voz del ser oscuro. Blue sintió que el miedo intentaba tomar control sobre él, pero en ese instante recordó a Tomás. Se visualizó a sí mismo, fuerte y valiente, y entendió que tenía que enfrentarse a esa oscuridad.
“No tengo miedo de ti”, declaró Blue con firmeza. “No puedes controlar mi vida ni tomarme”. El ser oscuro se detuvo, confundido por la valentía del niño.
“¿Qué decir, pequeño? Todo el mundo teme a la oscuridad”, dijo la sombra en un tono burlón.
“Pero no todos conocen la luz que llevo en mi corazón. Mi hermano me protege, no estoy solo”, respondió Blue, su voz resonando a través de la cueva.
El ser de sombras, sorprendido, comenzó a desvanecerse mientras el brillo del espíritu se intensificaba alrededor de Blue. Con cada palabra que el niño pronunciaba, la oscuridad se hacía más tenue hasta que finalmente desapareció por completo, dando lugar a un resplandor brillante. Blue sintió que una gran carga se aliviaba de sus hombros.
Con la oscuridad derrotada, el pequeño espíritu sonrió. “Lo hiciste, Blue. Tu valentía y amor te han liberado. Siempre hay luz y amor donde hay valentía. Y siempre llevas a Tomás contigo”.
Blue sonrió, sintiéndose más ligero y libre. Sabía que su hermano estaría siempre a su lado, incluso en los momentos más oscuros. Ai salida de la cueva, el cielo estrellado sobre él parecía más brillante que nunca.
Desde ese día, Blue nunca volvió a temer a lo desconocido. Aprendió que la valentía no solo venía de enfrentarse al miedo, sino también de llevar en su corazón el recuerdo y el amor de aquellos que ya no estaban, pero que siempre lo cuidarían.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.