Cuentos de Terror

La Sombra del Bosque Embrujado: Un Encuentro con la Oscuridad

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una tarde de otoño, y las hojas caídas cubrían el suelo del pequeño pueblo de San Pedro. Pablo, Celia, Amanda y Fernando, cuatro amigos inseparables, decidieron aventurarse en el bosque cercano a su casa. Se decía que el bosque estaba embrujado, lleno de sombras y susurros que nadie podía explicar. Sin embargo, la curiosidad era más fuerte que el miedo, y los cuatro valientes estaban listos para descubrir la verdad.

“¡Vamos, no hay nada que temer! Solo son cuentos de viejos del pueblo”, dijo Fernando, siempre el más atrevido del grupo. Tenía una sonrisa confiada y una linterna que iluminaba su camino.

“¿Y si hay algún monstruo ahí dentro?”, preguntó Amanda, apretando la mano de Celia. “Yo he oído historias de sombras que se mueven.”

“Son solo cuentos para asustar a los niños”, respondió Pablo, tratando de infundir valor en sus amigos. “Además, somos más fuertes juntos.”

Celia, que era la más sensata del grupo, miró a sus amigos y sugirió: “Vamos a hacer un recorrido rápido. No nos internemos demasiado en el bosque, solo hasta el claro que está más allá de los árboles.”

Así, con la decisión tomada, los niños se adentraron en el bosque. Las ramas crujían bajo sus pasos, y el sol comenzaba a ocultarse tras las nubes, sumiendo al lugar en una penumbra inquietante. Cada ruido parecía amplificarse, y Amanda no podía dejar de mirar por encima del hombro.

“¿Escuchan eso?” preguntó de repente, con los ojos abiertos como platos. La respuesta fue un silencio inquieto que hizo que todos se miraran nerviosamente.

“Es solo el viento”, dijo Fernando tratando de sonar valiente, aunque su voz temblaba un poco. Decidieron continuar, y en pocos minutos llegaron a un claro donde la luz de la tarde parecía filtrarse débilmente.

Al llegar, el ambiente cambió de inmediato. Una sensación de frío recorrió sus espaldas, y Pablo sintió un escalofrío. “Vamos a sentarnos un momento”, sugirió. Se acomodaron en una roca grande, que parecía ser el centro del claro. La conversación fluyó rápidamente, y comenzaron a contar historias de miedo.

Celia comenzó: “Una vez escuché que en este bosque existe un lago que aparece solo en noches de luna llena, y que hay una sombra oscura que lo cuida. La gente que se acerca demasiado nunca vuelve”.

“Eso suena a puro cuento”, interrumpió Fernando, aunque una sombra de duda cruzó su rostro.

Amanda, con voz temblorosa, se unió a la conversación: “También he oído que hay árboles que susurran secretos, y si los escuchas, te llevan a lugares oscuros de los que no puedes regresar”.

La risa abafó momentáneamente los temores, pero ese momento se interrumpió cuando un ruido proveniente de los arbustos cercanos llamó su atención. Pablo, siempre intrépido, se levantó. “Voy a ver qué es”, dijo, avanzando hacia el sonido.

“Espera, no te alejes solo”, gritó Celia, pero él ya había desaparecido entre los árboles. Los tres amigos lo siguieron, y pronto se encontraron frente a un viejo árbol muerto cuyas raíces se retorcían como serpientes.

“¿Pablo?” llamó Fernando, pero no hubo respuesta. El ambiente se volvió tenso, y la inquietud se hacía palpable entre ellos.

De repente, la figura de Pablo apareció a la vista, pero no estaba solo. A su lado había una extraña criatura, pequeña y con ojos brillantes. “¡Mirad! ¡Lo encontré!”, exclamó Pablo emocionado. La criatura parecía un duende, con piel verde y una gran sonrisa.

“Soy Tiko”, dijo el duende con una voz alegre. “He estado esperando a alguien como ustedes. Este bosque es mágico, pero también tiene su parte oscura. ¿Quieren descubrirla?”

Los niños se miraron entre sí, deslumbrados. “¿Mágico?” preguntó Celia, intrigada. “¿Qué quieres decir?”

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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