Cuentos de Terror

La Noche del Enigma

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En el oscuro y vasto continente de Gaia, donde la magia y la tecnología coexistían de maneras misteriosas, existía un grupo de jóvenes que sin saberlo, estaban destinados a enfrentarse a una fuerza mucho más grande de lo que jamás hubieran imaginado. La historia comienza en la tranquila ciudad de Midgar, un lugar donde las sombras siempre parecían estar al acecho, especialmente en los rincones olvidados por la luz de los reactores de energía.

Helen Justo, una chica de 17 años de cabello negro y corto que apenas llegaba al metro cincuenta de estatura, caminaba por las calles empedradas de la ciudad. A pesar de su apariencia frágil, Helen había sido entrenada como parte de los Soldados de Primera Clase, un grupo de élite encargado de proteger el equilibrio del mundo. Sin embargo, había algo que siempre la perturbaba: la relación con su hermano mayor, Alex. Alex, un hombre que se había perdido en los vicios y el alcohol, no había sido el hermano que Helen deseaba. Su abandono en el peor momento, el día en que su madre murió, había dejado una cicatriz profunda en su corazón.

Helen había sido cuidada principalmente por su otro hermano, Alexander, quien a sus 23 años había asumido el papel de protector. Alexander era todo lo que Alex no había sido: un apoyo incondicional y una fuente de fuerza. Sin embargo, la relación entre los tres era tensa, y en más de una ocasión, las discusiones entre Helen y Alex eran tan intensas que parecían abrir viejas heridas.

Aquel día, Helen no solo estaba preocupada por sus problemas familiares. Un rumor inquietante había comenzado a extenderse entre los Soldados. Algo oscuro se movía en las sombras de Midgar, algo que no era humano. Las desapariciones habían comenzado en los barrios bajos, y ahora, algunos de los mismos soldados estaban siendo encontrados muertos en extrañas circunstancias.

Helen tenía una misión esa noche: debía investigar junto a Zack Fair, un Soldado de Segunda Clase que, aunque era unos años menor que ella, poseía una altura y una presencia intimidante. Zack, con su cabello desordenado y su espíritu indomable, era admirado por muchos, incluyendo a Helen. A pesar de que lo veía como algo más que un compañero, siempre había sentido que su amor por él era un sueño imposible. Él era fuerte, valiente, y siempre dispuesto a arriesgarlo todo, mientras que ella, a pesar de su habilidad en combate, se sentía pequeña a su lado.

Esa noche, Helen y Zack fueron asignados a patrullar el área más oscura de Midgar, un lugar llamado El Sector 7. Victor Soliz, un viejo amigo de Helen que alguna vez la había traicionado por su ambición, también se encontraba cerca, buscando una manera de redimirse ante ella, pero sus intenciones eran inciertas.

Las calles estaban desiertas, y solo el eco de sus pasos rompía el silencio. El aire se sentía pesado, como si algo o alguien estuviera observándolos desde las sombras. Zack caminaba junto a Helen, con su espada gigante descansando sobre su hombro. «Hay algo raro en el aire esta noche», murmuró Zack, mirando de reojo los oscuros callejones que se extendían a su alrededor.

Helen asintió, aunque su mente estaba distraída. Desde la traición de Génesis y Angeal, dos de los soldados más respetados y poderosos que alguna vez conoció, sentía que algo no estaba bien. Ambos habían sido como una familia para ella y Zack, y su traición había sido un golpe devastador. Ahora, parecían fantasmas del pasado, cuya sombra se cernía sobre ellos como una advertencia de que algo terrible estaba por suceder.

De repente, un ruido metálico rompió el silencio. Helen y Zack se detuvieron en seco, sus ojos buscando la fuente del sonido. «¿Lo escuchaste?» preguntó Zack, bajando su espada lentamente. Helen asintió, desenvainando su propia arma con movimientos rápidos y precisos.

Del fondo de uno de los callejones apareció una figura encapuchada, su rostro oculto en la oscuridad. Sin decir una palabra, la figura levantó una mano, y de la tierra bajo sus pies comenzaron a surgir sombras, figuras deformes y espantosas que se retorcían mientras se acercaban lentamente a Helen y Zack.

«¡Cuidado!» gritó Zack, lanzándose hacia la figura, pero antes de que pudiera alcanzarla, las sombras lo rodearon. Helen corrió para ayudarlo, pero las sombras también la atraparon, arrastrándola hacia el suelo con una fuerza que parecía sobrehumana. Por un momento, todo quedó en silencio, y la oscuridad la envolvió.

Cuando Helen abrió los ojos, ya no estaba en Midgar. El lugar donde se encontraba era frío, oscuro, y el aire olía a muerte. Estaba en un lugar que no reconocía, pero que sabía que no pertenecía al mundo de los vivos. Zack estaba a su lado, inconsciente, y en frente de ella, la figura encapuchada los observaba.

«¿Qué quieres?» preguntó Helen, intentando levantarse, pero sintiéndose débil por la batalla.

La figura encapuchada dejó escapar una risa baja y aterradora. «Ustedes no entienden el verdadero poder que está en juego. No es solo una traición lo que deben temer. Hay algo mucho más oscuro, más antiguo, que ha sido liberado. Y ustedes… no son más que peones en este juego».

Helen sintió un escalofrío recorrer su espalda. La figura se acercó lentamente y, con una mano, señaló a Zack. «Él tiene un destino mucho más cruel de lo que puedes imaginar. Y tú… tú serás testigo de todo».

Helen no entendía lo que esa figura quería decir, pero el miedo comenzaba a apoderarse de ella. De repente, la figura se desvaneció en el aire, dejando solo un eco de su risa macabra.

Helen sacudió a Zack hasta que este despertó, ambos sabían que debían encontrar una salida de aquel lugar antes de que fuera demasiado tarde. Sin embargo, mientras corrían por el oscuro paisaje, las palabras de la figura resonaban en la mente de Helen. ¿Qué destino aguardaba a Zack? ¿Y qué oscuro poder había sido liberado?

Los próximos días serían una lucha no solo por sus vidas, sino también por descubrir la verdad detrás de la traición de Génesis y Angeal, y detener el mal que amenazaba con consumir todo lo que conocían.

Helen y Zack corrían a través de aquel sombrío paisaje, buscando una salida. A su alrededor, el mundo parecía distorsionado, como si estuvieran atrapados en una pesadilla. Las sombras se retorcían en las esquinas de su visión, y cada vez que creían estar cerca de la salida, el camino cambiaba de dirección. Parecía que algo, o alguien, estaba jugando con ellos, controlando cada paso que daban.

Zack, con su espada aún en mano, miró a Helen con preocupación. —Esto no es un sueño normal, Helen. No estamos en Midgar, ni en ningún lugar que reconozca. Es como si estuviéramos atrapados en una dimensión diferente.

Helen asintió, tratando de controlar el miedo que sentía. —Lo sé, Zack. Esa figura… dijo que somos peones en un juego más grande. Siento que hay algo detrás de todo esto, algo que tiene que ver con lo que Angeal y Génesis estaban buscando antes de traicionarnos.

Zack frunció el ceño al escuchar el nombre de Angeal. Su antiguo mentor había sido una figura paterna para él, y su traición había dejado una cicatriz que todavía no había sanado. —No puedo creer que Angeal nos haya traicionado. Algo no encaja. Siempre fue alguien honorable. No era el tipo de persona que se dejaría corromper.

—Lo sé —respondió Helen—. Pero no podemos negar lo que sucedió. Tenemos que encontrar respuestas, y rápido. Antes de que sea demasiado tarde.

Siguieron avanzando por lo que parecía un interminable corredor de sombras, hasta que, finalmente, llegaron a una puerta de hierro gigante, adornada con símbolos antiguos que Helen no podía descifrar. Había algo oscuro y poderoso detrás de esa puerta, algo que les hacía sentir que estaban a punto de descubrir un secreto que cambiaría sus vidas para siempre.

Zack dio un paso al frente, colocando su mano en el pomo de la puerta. —Sea lo que sea, tenemos que enfrentarlo juntos —dijo, mirando a Helen con determinación.

Ella asintió, y juntos empujaron la puerta, que se abrió con un chirrido que resonó en todo el lugar. Al otro lado, encontraron una cámara oscura y fría, iluminada solo por una tenue luz que parecía emanar de una figura que estaba de pie en el centro. Helen reconoció de inmediato a la figura: Génesis. Su cabello largo y su porte altivo eran inconfundibles.

—Finalmente han llegado —dijo Génesis con una voz baja y solemne—. Estaba esperándolos.

Zack apretó con fuerza la empuñadura de su espada, listo para pelear. —Génesis, ¿qué estás tramando? ¿Por qué traicionaste a Soldado?

Génesis levantó una mano, deteniendo cualquier avance. —No lo entiendes, Zack. Nunca fue una traición. Fue una liberación. Lo que tú llamas traición, yo lo llamo redescubrimiento de la verdad.

Helen dio un paso adelante, tratando de contener su ira. —¿Qué verdad? ¡Traicionaste todo lo que representábamos!

Génesis soltó una leve risa, que hizo eco en las paredes de la cámara. —La verdad sobre los orígenes de nuestro poder. Angeal, yo… incluso tú, Zack, y tú, Helen, estamos conectados a algo mucho más antiguo y poderoso que cualquier fuerza que Soldado pueda comprender.

Helen frunció el ceño, sin entender completamente. —¿De qué estás hablando?

—Jenova —respondió Génesis con un brillo en los ojos—. El proyecto que creó el poder dentro de nosotros. No somos meros humanos, somos creaciones. Y aquellos que controlan ese poder desde las sombras lo saben. Nos han utilizado como armas, pero ahora, yo he tomado el control de mi propio destino.

Zack avanzó, furioso. —¡No somos armas! ¡Somos personas!

Génesis no se inmutó ante las palabras de Zack. —Tú aún no lo entiendes. Pero pronto lo harás. El destino de todos está en juego, y solo aquellos que acepten la verdad podrán sobrevivir a lo que está por venir.

Helen sentía un nudo en el estómago. Si lo que Génesis decía era cierto, entonces su propio origen, su propia existencia, estaba llena de secretos que aún no había descubierto. Pero no podía dejar que el miedo la dominara. —No importa lo que seas, Génesis —dijo, con una voz firme—. No puedes justificar todo el daño que has causado.

Génesis la miró con tristeza. —El daño es necesario para traer el equilibrio. Lo entenderás cuando llegue el momento.

En ese instante, una figura gigante emergió de las sombras. Era Angeal. Su rostro, lleno de cicatrices y dolor, mostraba la lucha interna que había soportado desde su traición. Zack se quedó congelado al verlo.

—Angeal… —susurró Zack, su voz quebrada por la emoción—. ¿Por qué?

Angeal no respondió. En su lugar, desenvainó su gigantesca espada, la misma que le había enseñado a Zack a empuñar con honor. —He tomado una decisión, Zack. No te involucres en esto. No tienes por qué sufrir lo que yo sufrí.

Helen dio un paso adelante, colocándose junto a Zack. —No vamos a retroceder. Si este es nuestro destino, lo enfrentaremos juntos.

Angeal y Génesis intercambiaron una mirada, como si supieran algo que los demás no. —Muy bien —dijo Génesis finalmente—. Si desean seguir por este camino, entonces deben estar preparados para enfrentarse a la verdad. Pero recuerden: no todos sobrevivirán a lo que está por venir.

Con esas palabras, Génesis y Angeal desaparecieron en la oscuridad, dejándolos solos en la cámara. La sensación de peligro inminente aún colgaba en el aire, pero Helen y Zack sabían que debían continuar. Tenían que descubrir lo que realmente estaba ocurriendo y, sobre todo, debían salvar a aquellos que aún podían ser rescatados.

Helen miró a Zack, y él le devolvió la mirada. Ambos sabían que el camino por delante era peligroso, pero también sabían que, mientras estuvieran juntos, podrían enfrentarse a cualquier cosa.

Lo que no sabían era que la oscuridad que se avecinaba no solo pondría a prueba su fuerza, sino también sus corazones y su propia humanidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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