Estefany y Daniel eran dos amigos inseparables. Vivían en un pequeño pueblo rodeado de grandes montañas y bosques verdes. Eran curiosos y aventureros, siempre listos para explorar nuevos lugares y descubrir secretos. Un día, mientras jugaban en el jardín, vieron algo extraño en el bosque. Era una sombra que se movía de un lado a otro. Daniel, con su espíritu intrépido, dijo: «Vamos a investigar, ¡puede ser algo emocionante!»
Estefany, aunque un poco asustada, decidió que también quería ser valiente. «Está bien, pero debemos tener cuidado», contestó. Ambos se miraron y, tomándose de la mano, entraron en el bosque. La sombra se movía entre los árboles, y cada vez que trataban de acercarse, desaparecía.
«¿Qué crees que sea?», preguntó Estefany. «Tal vez un perro perdido», sugirió Daniel. «O quizás un animal misterioso». La curiosidad los empujaba a seguir adelante, así que continuaron caminando entre los árboles, sintiendo el suave murmullo del viento entre las hojas.
De repente, escucharon un sonido. Era un suave quejido, como un lamento. «¿Escuchaste eso?» dijo Estefany, apretando la mano de Daniel con fuerza. «Sí, parece que viene de allí», respondió Daniel, señalando hacia un claro. Se acercaron con cautela, y cuando llegaron, encontraron a un pequeño gato negro atrapado entre unas ramas.
«¡Pobrecito!», exclamó Estefany, sintiendo una oleada de compasión. «Debemos ayudarlo». Daniel, sintiéndose valiente, se agachó y comenzó a liberar al gato, que maullaba asustado. Estefany lo ayudó y, poco a poco, lograron sacar al animalito de su apuro.
Cuando el gato estuvo libre, se frotó contra las piernas de Estefany y Daniel, como si les agradeciera por su ayuda. «Creo que deberíamos llevarlo a casa», sugirió Daniel. «No podemos dejarlo aquí solo». Estefany asintió, feliz de haber hecho una buena acción.
Así que, con el gato negro en brazos, los dos amigos comenzaron a regresar a su casa. Pero, mientras caminaban, notaron que la sombra aún los seguía. «Quizás el gato también la ve», dijo Daniel. Estefany se volvió hacia el gato y, para su sorpresa, vio que el pequeño animal estaba mirando fijamente hacia un arbusto.
«¿Qué estás viendo, amiguito?» preguntó Estefany. Daniel se acercó al arbusto y, al asomarse, vio algo brillante. Era una pequeña linterna, cubierta de hojarasca. «¡Mira, Estefany! ¡Podemos usarla para iluminar el camino!», dijo emocionado.
Tomaron la linterna y, con el gato siempre a su lado, decidieron seguir explorando. La luz de la linterna les dio un poco más de confianza. Al caminar más adentro del bosque, notaron que el ambiente comenzaba a ser más misterioso. Las sombras se alargaban y los árboles parecían contar historias secretas.
De repente, el gato se detuvo y comenzó a ronronear fuertemente. «¿Qué sucede, pequeño?», preguntó Estefany. El gato miraba hacia un viejo tronco de árbol que parecía tener una entrada. Sin pensarlo dos veces, Estefany dijo: «¡Vamos a ver qué hay allí!»
Mientras se acercaban, una risa suave y juguetona resonó en el aire, como si el bosque estuviera riendo con ellos. Fue entonces cuando saliendo del tronco apareció un pequeño duende con un sombrero colorido y ojos brillantes. «Hola, pequeños aventureros», dijo el duende. «Soy Pip y he estado esperando a nuevos amigos. He visto que rescataron a mi amigo el gato. ¡Qué valientes son!»
Estefany y Daniel se miraron, sorprendidos pero emocionados. «¡Hola, Pip! Gracias por el saludo», dijo Daniel. «¿Nos puedes contar sobre esta sombra que nos acompaña?»
El duende sonrió. «Ah, la sombra es solo una ilusión creada por los árboles. Ellos tienen su propia manera de jugar con los que se atreven a explorar. No hay por qué tenerle miedo, solo quieren divertirse». Estefany sintió un gran alivio. «Entonces, ¿podemos seguir jugando juntos?», preguntó con una sonrisa.
«Por supuesto», respondió Pip. «Vamos a buscar aventuras. Pero primero, debemos luz en el camino, ¡apaga la linterna y sígueme!» Estefany y Daniel, llenos de curiosidad, apagaron la linterna y siguieron al duende, que los llevó por un sendero mágico lleno de flores brillantes y árboles que cantaban suavemente.
Mientras caminaban, el gato negro seguía a Estefany, pegado a sus pies, y ambos amigos se sentían más valientes. Pasaron por un pequeño arroyo donde las piedras brillaban como estrellas y, más adelante, encontraron un claro donde había juegos mágicos; un columpio que volaba alto y un tobogán que parecía hecho de arcoíris.
«¡Esto es increíble!», gritó Daniel mientras se lanzaba por el tobogán, seguido rápidamente por Estefany. Mientras jugaban, el gato observaba curioso, como si también quisiera participar en la diversión. Pip los animaba y reía con cada salto y giro que hacían.
Luego de un rato de jugar, el duende se acercó a ellos y dijo: «Ya casi es hora de que se vayan a casa, pero antes, quiero darles un regalo». Sacó de su sombrero dos pequeñas piedras brillantes. «Estas son piedras de la amistad. Siempre que las llevéis, recordaréis esta aventura y la valentía que han mostrado hoy».
Estefany y Daniel tomaron las piedras con alegría. «¡Gracias, Pip! Siempre recordaremos este día», dijeron al unísono. El duende sonrió y, con un giro rápido, hizo que la sombra del bosque comenzara a danzar a su alrededor.
«Ahora, es hora de regresar. Solo deben seguir el camino de flores hasta la salida del bosque. La sombra les mostrará el camino», dijo Pip. Estefany y Daniel, sintiéndose seguros, comenzaron a caminar, y la sombra siguió danzando a su alrededor, como si les estuviera guiando.
Finalmente, llegaron a la entrada del bosque y, con una última mirada hacia atrás, vieron a Pip sonriendo y despidiéndose. «¡Hasta pronto, amigos!», gritó el duende, y las sombras comenzaron a desaparecer, dejando el camino iluminado por los últimos rayos del sol.
Estefany, Daniel y el gato llegaron a casa, emocionados por la aventura que habían vivido. «No puedo creer lo que hemos hecho», dijo Estefany. «Hemos hecho un nuevo amigo y hemos vencido a la sombra». «Sí, y ahora tenemos estas piedras para recordarlo», respondió Daniel, mostrándole a Estefany su piedra brillante.
La noche cayó sobre el pueblo y, mientras se acomodaban para dormir, Estefany y Daniel miraron las piedras brillantes en sus manos. Se sintieron felices de haber sido valientes y de haber ayudado al pequeño gato. A partir de ese día, siempre recordarían que no hay que tener miedo a lo desconocido, porque detrás de cada sombra, a veces, hay magia y amistad esperando ser descubierta.
Y así, el gato se acomodó en el rincón del cuarto y ambos amigos, con una gran sonrisa en el rostro, se durmieron, soñando con nuevas aventuras y juegos en el bosque, siempre con la certeza de que la valentía y la amistad podían iluminar incluso las sombras más oscuras. Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.