Era una noche oscura y tenebrosa en el pequeño pueblo de San Andros. Las calles estaban vacías, y el viento soplaba con una fuerza inusual, haciendo que las ramas de los árboles crujieran como si fueran a hablar. Simón, un niño de once años, siempre había sentido una extraña conexión con la noche. Sin embargo, en ocasiones como esta, su curiosidad lo llevaba a experimentar un miedo que no podía evitar. Aquella noche, como todas las noches, se encontraba solo en su casa, ya que no tenía muchos amigos.
Simón tenía un grupo de compañeros en la escuela: Pedro, Judas, Camilo y Valeria. Pero, aunque compartían risas y juegos durante el día, al caer la noche, él se sentía siempre un poco distante de ellos. La soledad a veces lo envolvía como una manta, y su mente se llenaba de pensamientos oscuros. Esa noche, decidido a enfrentar sus temores, optó por salir a explorar el misterioso bosque que rodeaba su pueblo.
Caminó bajo la luz de la luna, que iluminaba su camino con un brillo plateado. A medida que se adentraba en el bosque, los ruidos del pueblo se desvanecieron, y el silencio era profundo. Simón sentía que algo extraño lo rodeaba, pero sus ganas de descubrir lo empujaban hacia adelante. De repente, escuchó un susurro. Se detuvo y miró a su alrededor, pero no había nadie. «Quizás solo sea el viento», pensó, tratando de convencerse.
Sin embargo, a medida que seguido adelante, encontró un claro. En el centro, había una antigua cabaña desgastada por el tiempo. Simón se sintió atraído por la estructura, como si algo lo llamara desde dentro. Se acercó lentamente y notó que la puerta estaba entreabierta. Con un poco de miedo, empujó la puerta, que chirrió como si le estuviera advirtiendo que no entrara. Pero la curiosidad pudo más.
Al entrar, la luz lunar se filtraba a través de las ventanas rotas, y una brisa fría recorrió el lugar. Había polvo por todas partes y objetos extraños esparcidos por el suelo. Simón sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero algo en su interior lo impulsó a explorar más profundamente. Mientras caminaba, tropezó con un pequeño libro encuadernado en cuero. Al abrirlo, una nube de polvo se levantó, y las páginas estaban llenas de dibujos mórbidos y escritos en un lenguaje que no entendía. Todo en él parecía advertirle que ese libro era peligroso.
De repente, una sombra pasó junto a él. Simón se giró rápidamente, y sus ojos se encontraron con los de un extraño. Era un hombre de apariencia anciana, con una larga barba blanca y un abrigo raído. «No deberías estar aquí, niño», dijo el extraño con una voz rasposa. Simón, paralizado, no pudo responder. El anciano continuó: «Este lugar guarda secretos oscuros. Aquellos que entran aquí en busca de conocimiento, a veces, encuentran más de lo que esperaban.»
Simón, sintiendo una mezcla de miedo y curiosidad, preguntó: «¿Qué secretos?». El anciano sonrió de manera inquietante. «Las sombras ocultan verdades. Y las verdades a veces nos transforman», dijo mientras se acercaba al libro.
Instintivamente, Simón se apartó. «¿Cómo puedo salir de aquí?», preguntó, dándose cuenta de que la puerta por la que había entrado parecía estar más lejos de lo que recordaba. El anciano levantó una ceja. «Las respuestas no vienen fácilmente. A veces, la soledad es la compañera que más se aferra a nosotros.»
Mientras hablaban, Simón pudo escuchar voces que provenían del exterior. Eran sus amigos: Pedro, Judas, Camilo y Valeria. Habían estado buscándolo, ya que se habían dado cuenta de que Simón había desaparecido. «¡Simón! ¡Simón!», gritaron desde el bosque. El corazón de Simón se llenó de esperanza.
«¿Son tus amigos?», preguntó el anciano, pero no parecía sorprendido. «La amistad puede ser un poderoso enlace, pero también puede desvanecerse en la oscuridad.» Simón, al escuchar eso, recordó lo solo que a menudo se sentía. Pero, en ese instante, pudo escuchar la preocupación en las voces de sus amigos y la necesidad de vínculo que sentía. «¡Sí, son ellos!», exclamó.
El anciano sonrió, pero no era una sonrisa amable. «Si deseas salir, deberás superar tus temores. Deberás enfrentar las sombras que llevas dentro.» Justo en aquel momento, la puerta de la cabaña se cerró de golpe, atrapando a Simón dentro con el extraño, mientras sus amigos continuaban llamándolo desde fuera.
Las voces de sus amigos se entremezclaron con sus propios miedos. Simón recordó las veces que había sentido que no pertenecía, que sus amigos no lo entendían. Pero luego recordó las risas compartidas, las aventuras en el parque y las promesas de lealtad. «¡No puedo ser débil! Ellos me quieren», pensó.
«Déjame salir», le gritó al anciano. «¡Mis amigos están afuera, y ellos son más importantes que tus sombras!» En ese momento, el libro que había encontrado comenzó a brillar, iluminando la cabaña. El anciano retrocedió, sorprendido por la determinación de Simón.
«Las sombras no pueden vencer a la luz de la amistad», susurró Simón mientras las palabras de sus amigos resonaban en su mente. A medida que pronunciaba esas palabras, una explosión de luz llenó el lugar. El anciano gritó y se desvaneció en el aire, y la puerta se abrió de golpe.
Simón corrió hacia la salida, donde sus amigos lo esperaban, angustiados. Al ver su rostro, Valeria exclamó: «¡Simón! ¡Qué bueno que te encontramos!» Los cuatro lo abrazaron, y él sintió que el calor de su amistad lo envolvía, disipando todo miedo que había sentido.
Desde aquel día, Simón nunca volvió a sentir soledad. Comprendió que la amistad es un poder que puede vencer cualquier oscuridad. Y aunque a veces enfrenta sus propios miedos, sabe que siempre contará con Pedro, Judas, Camilo y Valeria a su lado. Juntos descubrieron que la amistad y el amor son las fuerzas más iluminadoras, capaces de transformar incluso las noches más oscuras en días llenos de luz.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.