En un pequeño pueblo, oculto entre las sombras de los árboles antiguos, había una feria que aparecía una vez cada diez años. Esta feria, conocida por su aura misteriosa, atraía a los más valientes y curiosos. Entre ellos estaba Raúl, un niño de diez años con ojos llenos de asombro y un corazón ansioso por aventuras.
La noche en que la feria volvió, Raúl no pudo resistir la tentación. Se escapó de casa cuando el reloj marcaba la medianoche, guiado por las luces distantes y la música que parecía susurrar su nombre. Al llegar, se encontró con un mundo de maravillas: juegos, luces de colores y risas que flotaban en el aire. Pero lo que captó su atención fue el carrusel.
Este no era un carrusel común. Tenía criaturas talladas con un detalle asombroso: dragones, grifos, unicornios, todos con ojos que brillaban bajo la luz de la luna. Raúl se acercó, cautivado por la belleza y la magia del carrusel. Sin pensarlo, subió a lomos de un grifo tallado, y en ese instante, el carrusel cobró vida.
Comenzó a girar, lento al principio, luego cada vez más rápido. Raúl se aferró fuerte, sus ojos abiertos de par en par ante la velocidad vertiginosa. El mundo a su alrededor se volvió un borrón de colores y sonidos. Pero entonces, notó algo extraño: a cada vuelta, la feria parecía más antigua, más deteriorada, como si el tiempo se deslizara hacia atrás.
Con cada giro, las risas se transformaron en susurros, las luces en sombras. Raúl intentó bajarse, pero el carrusel no se detenía. Fue entonces cuando vio, en el espejo del carrusel, no su reflejo, sino el de un niño de otra época, un niño que parecía pedir ayuda con la mirada.
Raúl comprendió que el carrusel no era solo un juego, sino un portal a través del tiempo, atrapando almas de niños que, como él, habían sido seducidos por su encanto. Con todas sus fuerzas, Raúl deseó volver a su tiempo, cerró los ojos y cuando los abrió, el carrusel se detuvo.
El niño corrió a casa, el corazón latiendo con fuerza. La feria desapareció con la primera luz del amanecer, llevándose sus secretos una vez más. Raúl nunca volvió a hablar de esa noche, pero cada vez que oía una melodía de carrusel, una sonrisa sabia se dibujaba en su rostro. Sabía que había escapado por poco del encanto eterno del carrusel.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.