Cuentos de Terror

La Voz en la Oscuridad

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Juan solía ser un chico lleno de energía y alegría. Le encantaba salir con sus amigos, jugar videojuegos y soñar con las infinitas posibilidades que la vida ofrecía. Pero con el tiempo, esa chispa comenzó a desvanecerse. Un día, sin previo aviso, la tristeza comenzó a instalarse en su vida, como una sombra que nunca se iba. Al principio, Juan intentaba ignorarla. «Solo estoy cansado», se decía. Pero la sombra creció, y cada día se hacía más difícil ocultarla.

Ya no disfrutaba de las cosas que antes le hacían feliz. Las risas se habían vuelto lejanas, y el peso de la vida era cada vez más insoportable. Juan sentía que algo dentro de él se apagaba lentamente, y lo peor de todo era que no sabía por qué. Intentaba explicar lo que sentía, pero las palabras no salían. Era como si estuviera atrapado en una oscuridad que solo él podía ver.

Una noche, cuando el silencio de la casa era tan profundo que solo podía escuchar el latido de su propio corazón, Juan se encontró mirando al techo, preguntándose si las cosas alguna vez mejorarían. La tristeza había llegado a un punto en el que ya no quería seguir. La vida, tal como la conocía, parecía vacía, sin sentido. Cerró los ojos, deseando poder dormir y no despertar nunca más.

Pero en ese momento, algo extraño sucedió. En medio de su tristeza, una voz suave y tranquila resonó en su mente. No era una voz que hubiera escuchado antes, pero le resultaba familiar, como si siempre hubiera estado ahí, esperando ser escuchada.

«Juan… no estás solo», susurró la voz.

Juan abrió los ojos de golpe, sorprendido por lo que acababa de escuchar. Miró a su alrededor, pero la habitación estaba vacía. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando suavemente su cama, pero no había nadie más allí. La voz no había sido real, ¿o sí? Quizás solo era su mente jugándole una mala pasada.

Trató de ignorarlo, pero la voz volvió, esta vez más clara. «Tienes más fuerza de la que crees», dijo. «No te rindas.»

Juan se sentó en la cama, su corazón acelerado. «¿Quién eres?», preguntó en voz alta, aunque sabía que no obtendría respuesta.

«Soy la parte de ti que no has escuchado», respondió la voz, serena pero firme. «La parte de ti que aún quiere luchar, que aún tiene esperanza.»

Juan sintió un nudo en la garganta. Durante tanto tiempo había sentido que no valía la pena seguir, que todo lo que hacía no tenía sentido. Pero ahora, esa voz interna le hablaba, recordándole algo que había olvidado: que aún había algo dentro de él que quería seguir adelante, aunque fuera pequeño.

«Pero estoy cansado», susurró, casi sin fuerzas. «No sé si puedo más.»

La voz permaneció en silencio por un momento, como si lo estuviera escuchando. «Es normal sentirse cansado, sentir que el peso es demasiado», respondió finalmente. «Pero cada día que sigues adelante, demuestras que eres más fuerte de lo que crees. Cada día que te levantas, es una victoria.»

Juan dejó escapar un suspiro. Nunca había pensado en ello de esa manera. Había estado tan centrado en lo que no podía cambiar, en lo que parecía imposible de superar, que había olvidado las pequeñas victorias que había logrado simplemente al seguir adelante.

«¿Por qué debería seguir?», preguntó, aunque ahora sentía una chispa de curiosidad. «Nada parece mejorar.»

«Las cosas no siempre mejoran de inmediato», dijo la voz. «Pero hay momentos de luz, incluso en la oscuridad. Y esos momentos son los que te ayudan a seguir caminando. Piensa en las personas que te importan, en las cosas que te hacen sentir bien, por pequeñas que sean. Siempre hay algo por lo que vale la pena seguir.»

Juan pensó en sus amigos, en su familia, en los momentos en que, aunque breves, había sentido alegría. Recordó las tardes de juegos con sus amigos, las charlas con su madre, y aunque esos momentos se sentían lejanos, sabía que seguían ahí, en algún lugar de su vida.

«¿Y si no soy lo suficientemente fuerte?», preguntó en voz baja, temeroso de la respuesta.

«Todos tenemos miedo de no ser lo suficientemente fuertes», respondió la voz. «Pero la fortaleza no siempre es algo que se siente de inmediato. A veces, la fortaleza es simplemente seguir adelante, incluso cuando no te sientes fuerte. Y tú has demostrado que puedes hacerlo.»

Juan sintió una pequeña llama encenderse dentro de él. No era una llama grande, pero era suficiente para darle algo de calor en medio de su oscuridad. Sabía que la lucha no había terminado, que los días seguirían siendo difíciles, pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía una razón para intentarlo de nuevo.

«Gracias», susurró, no sabiendo si la voz seguiría allí.

El silencio llenó la habitación, pero esta vez no era un silencio pesado. Era un silencio que traía calma. Juan se recostó de nuevo en su cama, mirando el techo con una sensación diferente en su pecho. La tristeza seguía allí, pero ahora sabía que no estaba solo. Sabía que había una parte de él que siempre estaría ahí, luchando por seguir adelante.

Cerró los ojos, y esta vez, cuando el sueño lo envolvió, no sintió el mismo vacío que antes. En su mente, la voz suave seguía susurrándole, recordándole que cada día era una nueva oportunidad, que siempre había una chispa de esperanza, incluso en los momentos más oscuros.

Al despertar a la mañana siguiente, la luz del sol se filtraba por las cortinas, llenando la habitación de una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Juan sonrió levemente, sabiendo que el día que tenía por delante no sería fácil, pero también sabiendo que tenía la fuerza para enfrentarlo.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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