Cuentos de Terror

Miguel en el Parque de los Susurros

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Miguel siempre había sido un niño curioso y aventurero, fascinado por los lugares olvidados y las historias que cada rincón podía contar. Por eso, cuando escuchó rumores sobre un parque abandonado en las afueras de la ciudad, no pudo resistirse a la idea de explorarlo.

Era un sábado nublado de octubre, y Miguel decidió que era el día perfecto para su aventura. Preparó una mochila con una linterna, una cámara de fotos y algo de comida, y se despidió de su madre con la excusa de que pasaría la tarde con un amigo.

Al llegar al parque, el panorama era exactamente como lo había imaginado: columpios que crujían con el viento, un tobogán cubierto de óxido, y la hierba alta serpenteando a través de las grietas del pavimento. El lugar desprendía una atmósfera melancólica y misteriosa.

Miguel comenzó a explorar, tomando fotos y observando los detalles: zapatos viejos colgados de los cables de electricidad, grafitis que contaban historias de otros tiempos, y un silencio que parecía consumir todos los sonidos. Pero a medida que el sol comenzaba a ocultarse, una sensación incómoda empezó a crecer en él. Sentía que no estaba solo.

Decidido a no dejar que el miedo le ganara, continuó caminando hasta llegar a una zona más aislada del parque, donde encontró una caseta de madera que parecía haber sido utilizada como taquilla. Con cautela, abrió la puerta chirriante y miró dentro con su linterna. Lo que vio en las sombras lo dejó paralizado: un grupo de payasos con maquillajes distorsionados y vestimentas desgarradas, sentados en círculo. No parecían notar su presencia, o eso creía él, hasta que uno de ellos giró lentamente la cabeza hacia Miguel.

El miedo golpeó a Miguel como una ola fría, y antes de que pudiera decidirse a correr, los payasos comenzaron a levantarse, sus movimientos torpes y descoordinados, como marionetas rotas. Miguel, impulsado por el pánico, echó a correr hacia la salida del parque, escuchando los ecos de risas grotescas que se mezclaban con el viento.

A salvo en su casa, Miguel trató de contarle a su madre lo que había visto, pero las palabras se perdían en su garganta. Esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño, un ruido lo sobresaltó. Era el sonido de pasos fuera de su ventana. Con el corazón latiendo a mil, se armó de valor y miró hacia afuera. Allí, bajo la luz de la farola, estaba uno de los payasos del parque, sonriendo con una expresión siniestra.

Miguel retrocedió instintivamente, el miedo encogiendo su estómago. El payaso fuera de su ventana levantó una mano y le hizo una señal para que saliera. Pero Miguel sabía que no debía hacerlo. Corrió hacia la habitación de su madre y, con voz entrecortada, le explicó lo que estaba sucediendo.

Su madre, preocupada pero incrédula, fue con él hasta su habitación para comprobar la historia del niño. Pero al llegar, la calle estaba vacía; no había rastro del payaso siniestro. Miguel intentó convencerla de que no estaba inventando historias, que lo que decía era verdad, pero ella atribuyó todo a una pesadilla provocada por su aventura en el parque.

No obstante, Miguel no podía sacudirse la sensación de estar siendo observado. Decidió que debía encontrar una forma de probar que lo que había visto era real. Al día siguiente, después de una noche inquieta y sin sueños, Miguel regresó al parque. Esta vez, llevó consigo una pequeña cámara de video, con la esperanza de capturar algo en filmación que pudiera mostrar a su madre.

Al acercarse al parque, el ambiente parecía aún más opresivo bajo el cielo gris de la mañana. Miguel sintió cada paso como si avanzara contra una corriente invisible que intentaba empujarlo de vuelta. Sin embargo, su determinación lo llevó de nuevo a la caseta donde había visto a los payasos.

Con cautela, abrió la puerta y apuntó con la cámara hacia el interior. Pero el lugar estaba vacío, sin señales de los escalofriantes habitantes de la noche anterior. Miguel exploró el resto del parque, grabando cada rincón y cada sombra, pero no encontró nada fuera de lo común. Desilusionado, decidió regresar a casa.

Esa noche, mientras revisaba el material grabado, sus ojos captaron un destello en uno de los clips. Al detener la imagen y ampliarla, su corazón se detuvo. Allí estaba, en una esquina del frame, la figura borrosa de uno de los payasos, observándolo desde la distancia. Miguel sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había pruebas de que su encuentro no había sido una ilusión.

Armado con la cinta, se enfrentó a su madre nuevamente. Esta vez, al ver las imágenes, ella no pudo negar la realidad de lo que su hijo le había contado. Decidieron llamar a la policía y mostrarles el video.

Cuando la policía llegó y vio la grabación, organizaron una inspección del parque. Lo que encontraron fue perturbador. La caseta escondía trajes de payaso y viejos periódicos con historias de desapariciones locales que se remontaban a años atrás. Más alarmante aún, encontraron indicios de que alguien había estado utilizando el parque como lugar de encuentro recientemente.

Aunque no encontraron a nadie durante su búsqueda, la policía decidió mantener el parque cerrado y bajo vigilancia. Miguel, aunque aliviado de haber probado su historia, sabía que algo oscuro se había escondido en ese lugar, y tal vez todavía lo hacía.

El incidente dejó una marca en Miguel, pero también le enseñó el valor del coraje y la importancia de confiar en sus instintos. Aunque nunca más volvió al parque, las lecciones que aprendió aquellos días oscuros permanecerían con él por siempre, recordándole que, a veces, los lugares abandonados esconden más que simples sombras y polvo.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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