Había una vez tres niños muy curiosos y valientes. Yia y Dan eran hermanos, y Amy era su prima. Yia tenía el cabello largo y negro, siempre llevaba un atuendo oscuro y aventurero. Dan, con su cabello corto y castaño, prefería usar una sudadera con capucha y jeans. Amy, con su cabello rojo recogido en una coleta, vestía ropa colorida y casual.
Un verano, los tres decidieron pasar sus vacaciones en la casa de campo de sus abuelos, ubicada cerca de un bosque que siempre había sido fuente de rumores y leyendas. El Bosque Encantado, como lo llamaban los locales, estaba lleno de historias sobre hadas, brujas y otras criaturas misteriosas.
La primera noche en la casa, los niños escucharon a sus abuelos contar una vieja historia sobre el bosque. «Hace muchos años,» comenzó el abuelo, «una poderosa bruja lanzó un hechizo sobre el bosque, llenándolo de criaturas mágicas y peligrosas. Desde entonces, nadie ha osado aventurarse demasiado en su interior.»
Yia, Dan y Amy se miraron con ojos llenos de emoción y curiosidad. «¿Por qué no investigamos por nuestra cuenta?» sugirió Yia, con una chispa de aventura en sus ojos.
Al día siguiente, con mochilas llenas de provisiones y linternas, los tres se adentraron en el Bosque Encantado. Al principio, todo parecía normal, pero pronto comenzaron a notar cosas extrañas. Las sombras se movían de formas inusuales y se escuchaban susurros entre los árboles.
«Esto es espeluznante,» dijo Dan, mirando a su alrededor con cautela. Amy, aunque asustada, estaba decidida a seguir adelante. «No podemos rendirnos ahora. Tenemos que descubrir la verdad.»
Mientras avanzaban, encontraron un claro en el bosque. En el centro, había un círculo de hongos brillantes y, en el aire, flotaban pequeñas luces que parecían hadas. «¡Miren eso!» exclamó Amy, señalando las luces danzantes.
De repente, una de las hadas se acercó a ellos. «¿Qué hacen aquí, humanos?» preguntó con una voz suave pero firme. Yia, con valentía, respondió: «Estamos aquí para descubrir la verdad sobre el bosque. ¿Quién eres tú?»
«Soy Lira, la guardiana de este bosque. Este lugar está bajo la protección de mi magia, pero últimamente algo oscuro ha perturbado la paz,» explicó el hada. «Una bruja malvada ha regresado y amenaza con destruir todo lo que es bueno aquí.»
Los niños se miraron, sabiendo que no podían dejar el bosque en peligro. «¿Cómo podemos ayudar?» preguntó Dan. Lira les contó sobre una antigua piedra mágica que podía romper el hechizo de la bruja, pero estaba escondida en lo profundo del bosque, custodiada por criaturas peligrosas.
«Debemos encontrar esa piedra,» dijo Yia, con determinación. Lira les dio un mapa mágico que brillaba con una luz suave y los guió hacia el camino correcto. Los tres niños siguieron el mapa, enfrentándose a varios desafíos en el camino.
Primero, se encontraron con un grupo de árboles vivientes que trataban de bloquear su camino. Usando su ingenio, Amy recordó una canción que su abuela solía cantar, una melodía mágica que calmó a los árboles y les permitió pasar.
Luego, llegaron a un río oscuro y turbulento. Sin un puente a la vista, Dan tuvo la idea de usar unas grandes hojas como balsas. Con la ayuda de Yia y Amy, cruzaron el río con cuidado, asegurándose de no caer en las aguas embrujadas.
Finalmente, llegaron a una cueva oscura donde se encontraba la piedra mágica. La entrada estaba custodiada por una sombra sin forma que parecía absorber toda la luz. «Debemos ser valientes,» susurró Yia, tomando la mano de sus compañeros.
Entraron en la cueva y, con sus linternas, iluminaron el camino. En el centro de la cueva, sobre un pedestal de cristal, estaba la piedra mágica, brillando con una luz intensa. Sin embargo, antes de que pudieran acercarse, la sombra cobró vida y se abalanzó sobre ellos.
«¡No podemos dejar que nos atrape!» gritó Amy. Dan recordó algo que Lira había dicho: la luz de la verdad puede vencer a la oscuridad. Con determinación, los niños enfocaron sus linternas hacia la sombra, aumentando la intensidad de la luz.
La sombra se retorció y chilló, pero la luz de las linternas era demasiado fuerte. Finalmente, la sombra se desvaneció, dejando solo una estela de oscuridad que se disipó rápidamente. Los niños se acercaron al pedestal y Yia tomó la piedra mágica.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.