Había una vez un niño llamado Adrián, que soñaba con ser un gran futbolista. Adrián vivía en un pequeño pueblo donde todos los niños jugaban al fútbol en un campo de hierba verde cerca de su casa. Desde muy pequeño, Adrián había mostrado un gran amor por el fútbol. Siempre llevaba puesta su camiseta de fútbol favorita, una colorida camiseta con el número 10 en la espalda, igual que su ídolo, el famoso futbolista.
Adrián pasaba horas y horas jugando al fútbol con sus amigos. No importaba si hacía calor o frío, siempre encontraba tiempo para practicar sus tiros, sus pases y sus regates. A veces, cuando estaba solo, imaginaba que estaba en un gran estadio, con miles de personas aplaudiendo cada vez que hacía un gol.
Un día, mientras jugaba en el campo, escuchó a su madre llamarlo desde la ventana de la casa. «¡Adrián! ¡Ven a casa, hay algo que quiero contarte!» Adrián corrió rápidamente hacia su casa, curioso por saber qué noticia le esperaba. Su madre le sonrió y le dijo: «Adrián, he oído que va a haber un gran torneo de fútbol en la ciudad vecina. Será dentro de dos semanas, y están buscando a los mejores jugadores de cada pueblo para formar un equipo. ¡Quieren que tú seas parte del equipo de nuestro pueblo!»
Adrián no podía creerlo. Sus ojos se iluminaron de emoción y empezó a saltar de alegría. «¡Mamá, eso es increíble! ¡Voy a jugar en un torneo de verdad!» Su madre lo abrazó y le dijo: «Estoy muy orgullosa de ti, Adrián. Sé que vas a dar lo mejor de ti.»
Durante las siguientes dos semanas, Adrián se preparó con todas sus fuerzas. Practicaba todos los días, seguía una dieta saludable y dormía bien para estar en su mejor forma. Sus amigos también lo ayudaban, jugando partidos amistosos con él para mejorar su técnica y su resistencia. Adrián sabía que este torneo era su oportunidad para demostrar lo que había aprendido y, más importante aún, para divertirse haciendo lo que más amaba.
Finalmente, llegó el día del torneo. Adrián y su equipo viajaron a la ciudad vecina. El estadio era enorme, con gradas llenas de personas animando a sus equipos favoritos. Adrián sentía un cosquilleo en el estómago, pero también una gran emoción. «Este es el momento que he estado esperando», pensó mientras se ponía su camiseta con el número 10.
El primer partido fue difícil, pero Adrián jugó con todo su corazón. Corrió, pasó la pelota y defendió con todas sus fuerzas. Hizo algunos errores, pero también logró hacer un gol que fue aplaudido por todos. Su equipo ganó el primer partido y avanzó a la siguiente ronda. Adrián no podía estar más feliz.
En los siguientes partidos, Adrián siguió dando lo mejor de sí. Cada gol que marcaba era un paso más hacia su sueño. Sus compañeros de equipo también jugaban muy bien, y juntos lograron llegar a la final del torneo. Era el partido más importante, y Adrián sabía que tenía que darlo todo.
El día de la final, Adrián se despertó temprano. Sentía nervios, pero también una gran determinación. «Hoy es el gran día», se dijo a sí mismo mientras desayunaba. En el estadio, el ambiente era eléctrico. La gente cantaba y animaba a sus equipos. Adrián y sus compañeros hicieron un círculo antes de comenzar el partido y se dieron ánimos mutuamente.
El partido fue muy reñido. Ambos equipos jugaban con mucha energía y entusiasmo. Adrián corría de un lado a otro, buscando oportunidades para hacer un gol. En los últimos minutos del partido, el marcador estaba empatado. Adrián recibió un pase perfecto de su compañero y, con un gran esfuerzo, logró eludir a los defensores y patear la pelota hacia el arco. La pelota voló en el aire y entró en la portería. ¡Gol! Adrián había marcado el gol decisivo.
El estadio estalló en aplausos y gritos de alegría. Adrián no podía creerlo. Había logrado hacer el gol que le daba la victoria a su equipo. Sus compañeros lo levantaron en hombros y todos celebraron juntos. Habían ganado el torneo.
Después del partido, Adrián recibió una medalla y un trofeo como reconocimiento a su esfuerzo y dedicación. Pero para él, lo más importante era haber vivido esa experiencia y haber aprendido que, con esfuerzo, dedicación y amor por lo que uno hace, los sueños pueden hacerse realidad.
Esa noche, cuando Adrián se fue a dormir, no podía dejar de sonreír. Había cumplido su sueño de jugar en un gran torneo y había aprendido la importancia de los valores como el trabajo en equipo, la perseverancia y la pasión. Y así, con una sonrisa en el rostro y su medalla colgada en la cabecera de su cama, Adrián soñó con nuevos desafíos y aventuras, sabiendo que, con esfuerzo y corazón, todo es posible.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.