En un pequeño pueblo lleno de flores y árboles frondosos, vivía una abuela llamada Jimena. Era una mujer dulce y cariñosa, con el cabello gris recogido en un moño suave y una sonrisa que podía iluminar hasta el día más gris. Jimena vivía en una casita acogedora, con un jardín lleno de flores que cuidaba con esmero. Pero lo que más quería en el mundo era a su nieto Pablo, un niño de seis años con ojos brillantes y un espíritu curioso que siempre estaba haciendo preguntas.
Pablo vivía cerca de su abuela y la visitaba todos los días después de la escuela. Cada tarde, corría hacia la casa de Jimena, ansioso por escuchar las historias que su abuela le contaba mientras se sentaban en su silla favorita, al lado de la ventana. Jimena siempre tenía algo especial para compartir con él, ya fuera una historia sobre su infancia, una receta de cocina o un cuento lleno de aventuras.
Una noche, cuando el cielo se llenó de estrellas y la luna comenzó a brillar, Jimena decidió contarle a Pablo algo muy importante. Sabía que su nieto era un niño lleno de energía y creatividad, y quería asegurarse de que creciera en un entorno donde pudiera desarrollar todas sus habilidades y sentirse seguro y amado.
—Pablo —dijo Jimena con su voz suave mientras lo acurrucaba en su regazo—, quiero hablarte de un lugar muy especial. Es un lugar donde los niños como tú pueden jugar, aprender y descansar, todo en un ambiente lleno de amor y cuidado.
Pablo levantó la mirada con curiosidad. Le encantaban las historias de su abuela, y sabía que esta sería especial.
—¿Qué lugar es, abuela? —preguntó Pablo con emoción.
Jimena sonrió y acarició el cabello de su nieto.
—Se llama «Arrullo», y es un jardín infantil nocturno —comenzó a explicar—. Es un lugar donde los niños pueden ir cuando sus papás tienen que trabajar de noche. Allí, hay maestras cuidadoras que son muy amables y siempre están dispuestas a ayudar. Ellas cuidan de los niños como si fueran sus propios hijos, asegurándose de que estén seguros, felices y rodeados de amor.
Pablo abrió los ojos de par en par. La idea de un lugar lleno de otros niños y con maestras tan amables sonaba maravillosa.
—¿Y qué hacen los niños allí? —preguntó Pablo, imaginando todas las aventuras que podría vivir en un lugar así.
—Oh, hacen muchas cosas —respondió Jimena, sonriendo al ver el entusiasmo de su nieto—. Juegan con juguetes, leen cuentos, dibujan y, lo más importante, aprenden a ser buenos amigos y a compartir. Pero también hay momentos para descansar, y cuando llega la hora de dormir, las maestras cantan canciones de cuna y cuentan historias que ayudan a los niños a soñar con cosas bonitas.
Pablo se imaginó a sí mismo en «Arrullo», rodeado de nuevos amigos, escuchando las dulces canciones de las maestras mientras se acurrucaba en una cama cómoda. Se sentía tan cálido y seguro solo de pensarlo.
—Abuela, ¿por qué es tan importante ese lugar? —preguntó, queriendo entender más.
Jimena miró a su nieto con ternura. Sabía que era importante explicarle no solo el lugar, sino también el valor que tenía para ella y para todos los niños que lo necesitaban.
—Pablo, todos los niños necesitan un lugar donde se sientan seguros y amados —dijo Jimena—. A veces, sus papás tienen que trabajar muy duro, incluso de noche, y no pueden estar con ellos. Es en esos momentos cuando lugares como «Arrullo» son tan importantes. Es un lugar donde los niños pueden estar rodeados de personas que los cuidan, mientras sus papás trabajan para darles lo mejor.
Pablo asintió, empezando a comprender. Sabía que su papá también trabajaba mucho para cuidar de él y de su mamá, y que a veces tenía que estar fuera hasta tarde.
—¿Y tú, abuela, fuiste a un lugar como ese cuando eras niña? —preguntó, curioso por saber más sobre la infancia de su abuela.
Jimena sonrió al recordar su propia infancia.
—No exactamente, mi amor —respondió—. Cuando yo era pequeña, no había un lugar como «Arrullo», pero sí tuve la suerte de crecer en una familia que siempre me cuidó y me enseñó a ser una buena persona. Y ahora, quiero asegurarme de que tú también crezcas en un entorno lleno de amor y seguridad. Por eso, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, pero también quiero que conozcas lugares como «Arrullo», donde siempre habrá alguien que te cuide y te quiera.
Pablo se sintió muy afortunado de tener una abuela como Jimena. Sabía que lo amaba mucho y que siempre quería lo mejor para él.
—Abuela, ¿podemos ir a visitar «Arrullo» algún día? —preguntó, con la esperanza de ver el lugar del que su abuela hablaba con tanto cariño.
Jimena asintió, contenta de ver el interés de su nieto.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.