Era un día soleado y brillante en el parque. Ana, una niña con el cabello rizado y un vestido rosa, jugaba alegremente con su amigo Juan, que siempre llevaba una camiseta azul y tenía una sonrisa contagiosa. Juntos, corrían de un lado a otro, riendo y disfrutando de la calidez del día. A su lado estaba Victoria, la adorable perrita de Ana, que movía su colita con entusiasmo y saltaba de felicidad mientras los niños jugaban.
“¡Mira, Ana! ¡Un mariposa!” gritó Juan, señalando a una mariposa que danzaba entre las flores. Ana lo siguió con la mirada, y juntos comenzaron a correr tras la mariposa, riendo mientras se movían. Era un juego que nunca se cansaban de jugar. Pero después de un rato, la mariposa voló lejos, y los tres amigos decidieron descansar bajo la sombra de un gran árbol.
“¿Sabes qué?” dijo Ana, mirando a sus amigos. “He escuchado a mi papá hablar sobre algo muy importante, algo que se llama ‘protección de datos’. No sé mucho, pero creo que tiene que ver con mantener nuestra información segura”.
“¿Qué es eso de la protección de datos?” preguntó Juan, frunciendo el ceño. Victoria, la perrita, se acomodó en el césped y movió la cola, como si también estuviera interesada en el tema.
“Bueno”, comenzó Ana, “mi papá dice que es importante cuidar de la información personal. Por ejemplo, cosas como nuestro nombre, dirección y teléfono. No debemos compartir esas cosas con extraños”.
“¿Y por qué es tan importante?” inquirió Juan, sintiendo curiosidad.
“Porque hay personas que pueden usar esa información para hacer cosas malas”, explicó Ana, recordando las palabras de su papá. “Si no tenemos cuidado, podrían entrar en nuestra casa o hacernos sentir inseguros”.
“¡Eso suena aterrador!” dijo Juan, con los ojos bien abiertos. “No quiero que nadie me haga daño”.
Ana asintió. “A mí tampoco. Por eso, debemos aprender cómo protegernos y mantener nuestra información a salvo. Mi papá me dijo que en Costa Rica hay una ley que ayuda a cuidar nuestros datos. Se llama Ley de Protección de Datos Personales”.
“¿Y cómo funciona esa ley?” preguntó Juan.
“Es una ley que dice que las personas no pueden usar nuestros datos sin nuestro permiso. También dice que deben guardarlos en un lugar seguro y no compartirlos con nadie”, respondió Ana. “Así nos aseguramos de que solo las personas que realmente deben saber sobre nosotros tengan acceso a nuestra información”.
“¡Eso es genial!” dijo Juan, sintiéndose aliviado. “Entonces, ¿qué podemos hacer para proteger nuestros datos?”
Ana pensó por un momento. “Podemos empezar por no compartir nuestra información personal con personas que no conocemos. Y siempre debemos pedir permiso a nuestros papás antes de dar información a alguien”.
Victoria, sintiendo la emoción de sus amigos, comenzó a ladrar felizmente. “¡Guau! ¡Eso suena como una buena idea!”
“¡Sí! También podemos hablar con otros niños sobre esto”, sugirió Ana. “Así todos aprenderán a protegerse”.
“¡Esa es una gran idea! Podríamos hacer un cartel y ponerlo en la escuela”, dijo Juan emocionado. “Podemos dibujar y escribir sobre la protección de datos”.
“¡Exacto! Y podríamos invitar a los papás a una reunión para que también puedan aprender sobre la ley”, añadió Ana, entusiasmada por el plan.
Con su misión clara, los tres amigos comenzaron a trabajar en su proyecto. Regresaron a casa y se pusieron a dibujar en grandes hojas de papel. Juan dibujó una gran mariposa que representaba la libertad, Ana hizo dibujos de niños felices, y Victoria, aunque no sabía dibujar, aportó muchas ideas divertidas.
Cuando terminaron de hacer su cartel, se sentaron a mirarlo con satisfacción. “Mira, Juan. Este es nuestro mensaje: ‘¡Cuidado con tus datos! Cuida tu información, ¡es importante!’” dijo Ana, señalando las palabras que habían escrito.
“Es perfecto”, dijo Juan. “¡Vamos a compartirlo con otros niños mañana en la escuela!”
Al día siguiente, Ana, Juan y Victoria llevaron su cartel a la escuela. Cuando llegaron, se sintieron un poco nerviosos, pero estaban decididos a compartir su mensaje. Reunieron a sus compañeros en el patio y, con el cartel en mano, comenzaron a hablar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.