Después de su emocionante aventura en Vildarodguer, Jhoan y Dulce regresaron a Monguared, sintiendo que su vínculo se había vuelto más fuerte que nunca. Las memorias de las batallas contra los príncipes y la princesa aún resonaban en sus corazones, pero había un aspecto de su experiencia que los mantenía intrigados. La pulsera que Dulce llevaba, un regalo de despedida de sus amigos en Vildarodguer, seguía brillando con un resplandor misterioso, como si guardara secretos por descubrir.
Una noche, mientras estaban sentados juntos bajo un cielo estrellado, la pulsera comenzó a vibrar suavemente, emitiendo una luz deslumbrante que llenó la habitación. El brillo era tan intenso que Jhoan tuvo que cubrirse los ojos. “¿Qué está pasando?” preguntó Jhoan, mirando la pulsera con curiosidad.
“No lo sé, pero creo que algo nos está llamando”, respondió Dulce, sintiendo un impulso irresistible hacia la pulsera. La luz parecía pulsar al ritmo de su corazón, y sin pensarlo, la tocó. En un instante, un portal se abrió ante ellos, revelando una nueva versión de Vildarodguer, más brillante y colorida que la que recordaban.
“¡Vamos!” dijo Jhoan, tomando la mano de Dulce. Ambos se lanzaron al portal, aterrizando en un lugar que parecía haber cambiado desde su última visita. El aire estaba lleno de risas y música, y los villanos que habían conocido, aquellos que una vez habían sido sus enemigos, estaban ahora celebrando su triunfo con un festival en honor a Jhoan y Dulce.
“¡Mira, ahí están los Príncipes Traviesos!” exclamó Dulce, señalando a un grupo de figuras familiares. Los príncipes, que antes habían sido rivales, ahora llevaban sonrisas brillantes y vestían trajes festivos. Se acercaron rápidamente, llenos de energía y alegría.
“¡Jhoan! ¡Dulce! No saben cuánto los hemos extrañado!” dijo el Príncipe Rubén, extendiendo sus brazos para darles un abrazo. “La vida ha cambiado aquí desde que se fueron. La paz ha regresado a Vildarodguer gracias a su valentía”.
“Es maravilloso verlos así, tan felices”, dijo Jhoan, sintiéndose aliviado de que las cosas hubieran mejorado. “Nunca imaginé que serían capaces de celebrar algo tan bonito”.
“Eso es porque aprendimos una valiosa lección”, dijo la Princesa Lila, quien se unió a la conversación. “El poder de la amistad puede superar cualquier rivalidad. Después de su visita, decidimos unirnos en lugar de enfrentarnos”.
Mientras exploraban el festival, los amigos se encontraron con personajes de su pasado, desde la astuta bruja que había desafiado a Dulce, hasta el dragón que había intentado asustarlos. Cada uno de ellos había cambiado, y ahora se presentaban como héroes en el festival.
“¡Bienvenidos! ¡Celebremos juntos!” gritó la Bruja Valeria, quien ahora llevaba un vestido colorido y una gran sonrisa. “Gracias a su valentía, hemos aprendido a trabajar juntos. Ahora somos parte de un gran equipo”.
La música comenzó a sonar y los villanos convertidos en héroes comenzaron a bailar. Jhoan y Dulce, intrigados, se unieron a ellos. Mientras bailaban, Dulce sintió la pulsera en su muñeca brillar con más fuerza. “Siento que nos está guiando hacia algo más”, dijo Dulce, mientras se movía al ritmo de la música.
“Tal vez haya más sorpresas en este festival”, sugirió Jhoan. “¡Vamos a averiguarlo!”
Juntos, exploraron diferentes áreas del festival. Había un mercado lleno de frutas exóticas y dulces que nunca habían visto. Jhoan se detuvo ante un puesto que ofrecía caramelos de colores brillantes, y no pudo resistir la tentación de comprar algunos.
“¡Mira estos!” exclamó, mostrando los caramelos a Dulce. “Deberíamos compartirlos con nuestros amigos”.
Mientras disfrutaban de los dulces, una pequeña hada se acercó a ellos. “Hola, amigos. Soy Lúmina, el hada de la luz. Estoy aquí para ayudarles en su búsqueda”, dijo con una voz suave como un susurro. “La pulsera de Dulce está conectada a un poder mágico que no solo les trajo aquí, sino que también les guiará a un nuevo desafío”.
“¿Un nuevo desafío?” preguntó Jhoan, intrigado.
“Sí, en el corazón del bosque encantado hay un árbol antiguo que guarda un secreto. Ese secreto puede ayudar a mantener la paz en Vildarodguer, pero sólo aquellos con corazones valientes pueden alcanzarlo”, explicó Lúmina. “Si están dispuestos a ir, la pulsera les mostrará el camino”.
Dulce sintió un cosquilleo en su estómago. “¿Qué piensas, Jhoan? ¿Deberíamos hacerlo?”
“Por supuesto, ¡será otra aventura! Nunca hemos tenido una oportunidad así”, respondió Jhoan con entusiasmo.
Lúmina extendió su mano y, al tocar la pulsera, una luz brillante iluminó el camino que se adentraba en el bosque. “Sigan el camino de luces, y no se desvíen. Mantengan siempre su amistad fuerte, y no se detengan ante los obstáculos”.
Con determinación, Jhoan y Dulce comenzaron su travesía hacia el bosque encantado, siguiendo el sendero iluminado. A medida que avanzaban, el aire se llenaba de un dulce aroma a flores y el canto de los pájaros. Sin embargo, a pesar de la belleza del entorno, sabían que podría haber desafíos por delante.
De repente, el camino se oscureció cuando llegaron a un cruce. Allí se encontraban dos caminos: uno iluminado por luces brillantes y el otro cubierto de sombras. Dulce se sintió un poco nerviosa. “¿Cuál deberíamos elegir?”
“Confía en tu corazón”, dijo Jhoan, animándola. “Si seguimos juntos, encontraremos el camino correcto”.
Tomados de la mano, decidieron seguir el camino iluminado. A medida que avanzaban, comenzaron a escuchar un sonido extraño. Era un lamento suave, como si alguien estuviera llorando. Se miraron preocupados. “¿Deberíamos investigar?” preguntó Dulce.
“Sí, vamos a ver qué sucede”, respondió Jhoan.
Siguiendo el sonido, llegaron a un claro donde encontraron a un pequeño duende con una expresión triste. “¿Qué te pasa?” preguntó Jhoan, acercándose.
“Me llamo Fino y perdí mi medallón mágico. Sin él, no puedo regresar a mi hogar”, sollozó el duende.
Dulce se arrodilló a su lado. “No te preocupes, Fino. Te ayudaremos a encontrarlo. ¿Dónde lo perdiste?”
“Estaba en el río que fluye cerca de aquí, pero no sé cómo alcanzarlo sin mi medallón”, explicó Fino.
“Podemos ayudar”, dijo Jhoan, mirando a Dulce con una sonrisa. “Si trabajamos juntos, lo lograremos”.
Los tres comenzaron su búsqueda en el camino hacia el río. Jhoan utilizó su agilidad para saltar sobre rocas y obstáculos, mientras Dulce animaba a Fino a seguir adelante. “No te desanimes, estamos cerca”, le decía.
Finalmente, llegaron al río, donde las aguas brillaban como diamantes. “¡Allí está!” gritó Fino, señalando un objeto brillante que flotaba en la corriente. “¡Mi medallón!”
“¡Voy por él!” exclamó Jhoan, y sin pensarlo dos veces, saltó al agua. Nadó hacia el medallón y lo agarró con determinación. “¡Lo tengo!” gritó, regresando a la orilla.
“¡Gracias! ¡Eres un verdadero héroe!” dijo Fino, tomando el medallón con gratitud. “Sin ustedes, nunca habría vuelto a casa”.
“Estamos felices de ayudarte”, dijo Dulce, sonriendo. “Siempre podemos contar con nuestros amigos”.
Fino sonrió y, en un giro mágico, transformó su medallón en un hermoso collar. “Por su amabilidad, les otorgo este regalo. Siempre les recordará que la amistad es el tesoro más grande”.
“¡Gracias, Fino!” respondieron Jhoan y Dulce al unísono, sintiéndose emocionados por el gesto.
Continuaron su camino a través del bosque, sintiéndose más fuertes y unidos. Pasaron por puentes colgantes, ríos encantados y prados llenos de flores. La pulsera de Dulce seguía brillando intensamente, guiándolos hacia su destino.
Finalmente, llegaron a un gran árbol que se alzaba majestuosamente en el centro del bosque. “Este es el árbol antiguo”, dijo Dulce, admirando su belleza. “Deberíamos acercarnos”.
Al acercarse, sintieron una energía poderosa emanando de él. Jhoan y Dulce se tomaron de la mano, sintiendo cómo el pulso del árbol resonaba en sus corazones. La corteza del árbol estaba llena de símbolos brillantes que parecían cobrar vida con cada latido. “¿Qué crees que significan?” preguntó Jhoan, observando con curiosidad.
“No lo sé, pero siento que este árbol tiene algo especial que decirnos”, respondió Dulce, intrigada. Se acercaron un poco más y, en ese momento, la pulsera en la muñeca de Dulce comenzó a vibrar de nuevo, iluminándose intensamente. Los símbolos en el árbol parecían danzar al ritmo de la luz que emitía la pulsera.
“Tal vez la pulsera y el árbol estén conectados de alguna manera”, sugirió Jhoan. “Deberíamos intentar tocarlo”.
Dulce asintió con entusiasmo. Ambos extendieron sus manos hacia el árbol, y al contacto, una oleada de energía los envolvió. En ese instante, una voz profunda y suave resonó a través del bosque. “Bienvenidos, valientes amigos. Han llegado a la raíz del poder de Vildarodguer”.
“¿Quién eres?” preguntó Jhoan, sintiéndose asombrado.
“Soy el Guardián de este árbol, la esencia misma de Vildarodguer. He sentido su bondad y valentía en sus corazones. Ustedes han traído la luz de la amistad a este mundo, y ahora, deben ayudarme a protegerla”, dijo el árbol, sus ramas balanceándose suavemente como si estuviera hablando.
“¿Proteger qué?” preguntó Dulce, intrigada.
“Un antiguo mal se cierne sobre Vildarodguer. A pesar de la paz que han traído, la oscuridad acecha en las sombras, esperando su oportunidad para regresar. Ustedes tienen el poder de evitar que eso suceda. Deben encontrar las tres Gemas de Luz que están ocultas en los rincones más oscuros de este mundo. Solo así se podrá mantener el equilibrio”.
“¿Cómo podemos encontrar estas gemas?” preguntó Jhoan, sintiendo la responsabilidad crecer dentro de él.
“Cada gema está custodiada por un guardián diferente, que pondrá a prueba su valentía y su amistad. Si logran demostrar que su conexión es más fuerte que cualquier desafío, las gemas les serán reveladas”, explicó el Guardián.
“Estamos listos para cualquier desafío”, afirmó Dulce con determinación. “No dejaremos que la oscuridad vuelva”.
“Excelente”, dijo el Guardián. “Su primer destino es el Lago de las Sombras. Allí encontrarán la primera gema, custodiada por un viejo sireno que ha perdido la fe en la amistad. Deben mostrarle el verdadero valor de la unión”.
Con esas palabras resonando en sus corazones, Jhoan y Dulce se despidieron del árbol y se adentraron nuevamente en el bosque. Al poco tiempo, llegaron al Lago de las Sombras, un lugar donde el agua reflejaba una negrura inquietante, y la atmósfera era densa. El silencio era abrumador.
“Esto es extraño”, dijo Jhoan, mirando alrededor. “¿Dónde estará el sireno?”
De repente, una voz profunda surgió del lago. “¿Quiénes son los intrusos que se atreven a perturbar mis aguas?”
“Somos Jhoan y Dulce, y hemos venido a buscar la primera gema”, respondió Jhoan con valentía.
“¿Por qué debería entregársela? Nadie puede ayudarme. Todos han olvidado el verdadero significado de la amistad”, respondió el sireno, emergiendo lentamente de las profundidades. Tenía una apariencia majestuosa, con escamas que brillaban como el oro, pero su expresión era triste y melancólica.
Dulce sintió pena por el sireno. “Nosotros creemos en la amistad. Hemos luchado y compartido aventuras, y eso nos ha hecho más fuertes. Tal vez podamos mostrarte que todavía hay esperanza”.
El sireno la miró con desconfianza. “¿Cómo pueden demostrarlo? He visto muchas amistades romperse, así que no tengo fe en que la suya dure”.
“Podemos hacer algo juntos”, propuso Jhoan. “Propongo un reto. Un juego de confianza y habilidades. Si ganamos, nos darás la gema; si pierdes, prometemos irnos y nunca volver”.
El sireno consideró la propuesta. “Está bien. Acepto el reto. Jugaré un juego de adivinanzas. Si pueden resolver tres de mis acertijos, les entregaré la gema”.
“¡Estamos listos!” exclamó Dulce, sintiendo que era el momento perfecto para demostrar su valía.
El sireno comenzó con su primer acertijo: “En el agua yo vivo, con la luz brillando me muevo. A veces soy dulce, a veces salado, ¿quién soy yo?”
“¡Eres el agua!” respondió Jhoan rápidamente.
“Correcto”, dijo el sireno, sorprendido por su rapidez. “Siguiente acertijo: Aunque tengo una corona, no soy rey. A veces estoy en la mesa, pero no soy comida. ¿Qué soy?”
Dulce pensó por un momento. “¡Una mesa de dominó!”.
“Incorrecto”, dijo el sireno, riendo. “Soy la piña”.
“¿Qué? ¡Pero no estaba en la mesa!” protestó Jhoan, riéndose también.
“Es parte de las reglas. Ahora, el último acertijo: No tengo vida, pero puedo morir. No tengo boca, pero puedo hablar. ¿Qué soy yo?” preguntó el sireno, sonriendo al verlos disfrutar del juego.
“¡Es el eco!” exclamó Dulce, recordando las aventuras pasadas.
El sireno aplaudió con entusiasmo. “Impresionante, pequeños amigos. Han demostrado que la amistad y el trabajo en equipo pueden llevarlos lejos. Aquí está la primera gema”.
Con la gema en mano, Jhoan y Dulce sintieron una ola de alegría y satisfacción. “Gracias por creer en nosotros”, dijo Jhoan.
“Recuerden, el valor de la amistad puede sanar incluso las heridas más profundas”, les recordó el sireno mientras se sumergía nuevamente en el lago.
“¡Una gema más en nuestro camino hacia la paz!” exclamó Dulce.
Siguiendo el camino marcado por la pulsera de Dulce, se dirigieron a la segunda ubicación: la Cueva del Viento. Al llegar, se encontraron con un viento fuerte que soplaba hacia adentro. “Parece que tendremos que enfrentarnos a un guardián desafiante”, dijo Jhoan, apretando la gema en su mano.
Dentro de la cueva, las corrientes de aire formaban figuras extrañas en las paredes. “¿Quién se atreve a entrar?” resonó una voz profunda.
“Nosotros, Jhoan y Dulce. Venimos en busca de la segunda gema”, contestó Jhoan.
“Para obtenerla, deben demostrar su coraje. Este lugar está lleno de ilusiones. Deben encontrar el camino verdadero”, explicó la voz, que pertenecía a un gigantesco espíritu del viento que los observaba.
“¿Cómo lo hacemos?” preguntó Dulce, sintiendo el aire frío a su alrededor.
“Solo confíen en su conexión. Cada vez que se separen, las ilusiones se volverán más fuertes. Si logran permanecer unidos, encontrarán el camino”, respondió el guardián.
Los dos amigos se miraron, comprendiendo que el vínculo de su amistad era la clave. A medida que avanzaban, el viento comenzaba a formar figuras de sombras que intentaban separarlos, pero ambos resistieron, manteniéndose juntos y confiando el uno en el otro.
“¡Juntos, siempre juntos!” gritó Jhoan.
Las ilusiones comenzaron a desvanecerse. La luz del camino se hacía más brillante y, finalmente, encontraron un pedestal donde la segunda gema estaba descansando. La tomaron con cuidado y, al hacerlo, sintieron que el poder del viento se calmaba a su alrededor.
“¡Dos gemas!” exclamó Dulce. “Estamos más cerca de cumplir nuestra misión”.
“Sí, pero aún nos falta una más”, respondió Jhoan. “Vamos a la última ubicación: la Montaña de los Ecos”.
Al llegar a la montaña, se encontraron con un paisaje impresionante. El eco de sus pasos resonaba como un canto. Sin embargo, el ambiente se tornó sombrío cuando escucharon la voz de un guardián que decía: “Solo aquellos que conocen el verdadero significado del eco pueden obtener la última gema”.
“¿Qué significa eso?” preguntó Jhoan, sintiéndose confundido.
“Debes saber que el eco no solo repite palabras, sino también emociones. Cada acción que tomes, cada decisión que hagas, tendrá un eco en el corazón de los demás. Deben demostrar que su amistad es genuina”, explicó el guardián, quien emergió de la sombra como una figura transparente.
“¿Cómo podemos demostrarlo?” preguntó Dulce.
“Compartan un secreto y escuchen lo que sus corazones tienen que decir”, respondió el guardián, observando atentamente.
Dulce y Jhoan se miraron. “¿Tienes algún secreto?” preguntó Dulce, sintiéndose un poco nerviosa.
“Solo que a veces, me siento inseguro sobre mis decisiones”, confesó Jhoan. “A veces, pienso que podría fallar”.
“Yo también tengo inseguridades”, admitió Dulce. “A veces, siento que no soy lo suficientemente buena. Pero cuando estamos juntos, me siento más valiente”.
El guardián sonrió, reconociendo la verdad en sus palabras. “Eso es, amigos. Su sinceridad y confianza mutua son el eco de su amistad. Tomen la gema”.
Ambos extendieron las manos y la tercera gema se materializó en el aire, flotando hacia ellos. “¡Lo hicimos!” exclamaron al unísono, abrazándose fuertemente.
Con las tres gemas en su poder, Jhoan y Dulce regresaron al árbol antiguo. Al llegar, el Guardián los recibió con alegría. “Han demostrado un gran valor y una amistad inquebrantable. Con estas gemas, la paz en Vildarodguer está asegurada”.
Las gemas comenzaron a brillar intensamente, y de repente, una luz envolvió el árbol. “Con su energía, puedo sellar la oscuridad para siempre. Recuerden siempre lo que han aprendido en esta aventura: la amistad es el lazo más fuerte de todos”.
“¡Gracias, Guardián!” dijeron Jhoan y Dulce al unísono, sintiendo una profunda felicidad.
A medida que la luz se desvanecía, Jhoan y Dulce se encontraron nuevamente en su hogar en Monguared. La pulsera brillaba débilmente, pero el calor de sus corazones estaba más fuerte que nunca.
“Fue una experiencia increíble”, dijo Dulce, mirando a Jhoan con una sonrisa radiante. “Hicimos algo grandioso”.
“Sí, y ahora sabemos que siempre podremos enfrentar cualquier desafío juntos”, respondió Jhoan, sintiendo que su amistad había crecido aún más.
Bajo el cielo estrellado, Jhoan y Dulce se sentaron juntos, hablando sobre su aventura y todo lo que habían aprendido. Sabían que siempre llevarían consigo el poder de la amistad, un lazo que jamás podría romperse, sin importar los obstáculos que enfrentaran.
Y así, la historia de Jhoan y Dulce en Vildarodguer se convirtió en una leyenda, recordada por todos como un símbolo de amistad, valentía y esperanza. Nunca olvidaron que juntos eran invencibles y que el amor y la lealtad siempre prevalecerían sobre cualquier oscuridad.
Conclusión: La amistad de Jhoan y Dulce se fortaleció aún más tras su aventura. Aprendieron que, al trabajar juntos, pueden superar cualquier obstáculo y que la verdadera amistad es un tesoro que ilumina incluso los momentos más oscuros. El eco de sus corazones resonará siempre en Vildarodguer y más allá, inspirando a otros a valorar la amistad en sus propias vidas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.