Cuentos de Valores

Celestino y Rosa: Una Lección de Igualdad

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En la escuela «Horizontes», donde las ventanas siempre dejaban entrar la luz del sol y las paredes estaban llenas de coloridos dibujos hechos por los estudiantes, había dos amigos muy especiales. Sus nombres eran Celestino y Rosa. Celestino era un niño de diez años, con una sonrisa que parecía iluminar cada rincón de la escuela. Le encantaba jugar al fútbol, leer libros de aventuras, y tenía una curiosidad insaciable por cómo funcionaban las cosas. Rosa, por otro lado, era una niña de la misma edad, con una mente rápida y creativa. Amaba las matemáticas, dibujar, y siempre estaba ideando nuevas formas de resolver problemas.

Desde que se conocieron en primer grado, Celestino y Rosa habían sido inseparables. Siempre estaban juntos en el recreo, trabajaban en los mismos proyectos, y se apoyaban mutuamente en todo lo que hacían. Sin embargo, a medida que crecían, comenzaron a notar que las personas a su alrededor trataban a niños y niñas de manera diferente. Esto empezó a desconcertarlos.

Un día, durante la clase de educación física, el profesor dividió a los estudiantes en dos grupos: los niños jugarían al fútbol y las niñas harían gimnasia rítmica. Celestino y Rosa, que siempre habían jugado juntos, se miraron con confusión.

«¿Por qué no podemos jugar todos juntos?» preguntó Rosa al profesor.

«Es que los niños son mejores en deportes como el fútbol, y las niñas son más ágiles para la gimnasia,» respondió el profesor con una sonrisa, como si fuera algo evidente.

Celestino frunció el ceño. «Pero eso no es justo. A Rosa le encanta el fútbol y es muy buena. Deberíamos poder elegir lo que queremos hacer.»

El profesor los miró por un momento, sorprendido por la respuesta de Celestino. «Bueno, estas son las reglas,» dijo finalmente, aunque algo incómodo. «Pero si quieres, después de la clase, puedes jugar al fútbol con Rosa.»

Aunque aceptaron la propuesta, Celestino y Rosa no se sintieron satisfechos. Durante el recreo, se sentaron juntos en su rincón favorito del patio, bajo un gran árbol, y comenzaron a hablar sobre lo que había sucedido.

«No entiendo por qué nos separan por ser niño o niña,» dijo Rosa, jugando con una ramita en la tierra. «A mí me gusta el fútbol tanto como a ti, y tú eres tan bueno en matemáticas como yo.»

«Es verdad,» respondió Celestino, mirando hacia el campo de fútbol donde los niños corrían tras el balón. «No debería importar si eres niño o niña. Lo que importa es lo que te gusta hacer y en lo que eres bueno.»

Los dos amigos decidieron que algo debía cambiar. No querían seguir viendo cómo sus compañeros eran separados por actividades solo porque se esperaba que los niños hicieran una cosa y las niñas otra. Querían demostrar que todos, sin importar su género, podían hacer las mismas cosas si así lo deseaban.

Esa tarde, después de la escuela, Celestino y Rosa fueron a la biblioteca para buscar información sobre igualdad y equidad. Encontraron libros que hablaban sobre derechos, sobre cómo en el pasado las niñas no podían ir a la escuela o votar, y cómo con el tiempo, gracias a la lucha de muchas personas, las cosas habían cambiado. Pero también aprendieron que aún había mucho por hacer para que todos fueran tratados con la misma justicia.

Con todo lo que habían aprendido, decidieron hacer un plan. Querían demostrar a todos en su escuela que no había tareas, juegos o habilidades que fueran exclusivas para niños o niñas. Así que comenzaron a idear actividades y estrategias que podrían implementar para fomentar la igualdad.

Primero, decidieron hablar con la maestra de ciencias, la señorita Elena, quien era conocida por ser justa y siempre abierta a escuchar a sus estudiantes. Le explicaron su preocupación y le mostraron lo que habían aprendido en la biblioteca. La señorita Elena, impresionada por su iniciativa, les propuso una idea.

«Podríamos organizar una feria de talentos,» sugirió. «Una feria donde todos, sin importar si son niños o niñas, puedan mostrar sus habilidades y talentos en cualquier área que elijan. No habrá categorías por género, solo por interés y habilidad.»

Celestino y Rosa estuvieron encantados con la idea y se ofrecieron a ayudar a organizarla. Trabajaron durante semanas, hablando con sus compañeros de clase, animándolos a participar, y asegurándose de que todos se sintieran bienvenidos para mostrar lo que más les gustaba hacer.

Finalmente, llegó el día de la feria de talentos. El patio de la escuela estaba decorado con carteles hechos por los estudiantes, y había mesas y escenarios preparados para las diferentes presentaciones. Había un rincón para la ciencia, donde los estudiantes podían mostrar experimentos; un escenario para las actuaciones de música y danza; y un área de deportes, donde todos podían participar en los juegos que más les gustaran.

La feria fue un éxito rotundo. Todos se sorprendieron al ver cómo sus compañeros mostraban talentos inesperados. Hubo niñas que sorprendieron a todos con su habilidad en el fútbol, y niños que hicieron presentaciones increíbles de ballet y danza. Otros estudiantes mostraron sus proyectos científicos, sus dibujos y pinturas, o tocaron instrumentos musicales que nadie sabía que dominaban.

Al final del día, la señorita Elena subió al escenario principal y tomó el micrófono.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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