En un soleado y brillante pueblo, vivía una niña de 4 años llamada Cloe. Cloe era una niña especial, con un corazón lleno de sueños y una imaginación que volaba más alto que el cielo azul sobre su cabeza. Tenía el cabello rubio como los rayos del sol y unos ojos grandes que reflejaban su curiosidad por el mundo. Hoy era un día muy importante para ella: su primer día de colegio.
La mañana había empezado con un torbellino de emociones. Cloe, parada frente al espejo, ajustaba su pequeña mochila de arcoíris mientras su mamá le hacía dos trenzas perfectas. Aunque estaba emocionada por todas las cosas nuevas que aprendería, una sombra de nerviosismo se asomaba en su estómago, como mariposas revoloteando.
«¿Y si no hago amigos? ¿Y si me pierdo? ¿Y si es muy difícil?», pensaba Cloe, mientras desayunaba su cereal favorito.
«¡Vamos, Cloe! ¡Será un día maravilloso!», animaba su mamá, dándole un beso en la frente y tomando su mano para salir de casa.
Al llegar al colegio, Cloe se quedó asombrada. El edificio era más colorido de lo que había imaginado, con murales de animales y plantas sonrientes en las paredes. Niños de su edad corrían y jugaban en el patio, riendo y gritando de alegría. Pero Cloe se sentía pequeñita en ese mundo nuevo y grande, aferrándose a la mano de su mamá un poco más fuerte.
«¿Estás lista, Cloe?», preguntó su mamá, arrodillándose para estar a su altura.
Cloe asintió con la cabeza, aunque sus ojos se llenaron de lágrimas. «Te prometo que será divertido, y antes de que te des cuenta, estaré aquí para recogerte», dijo su mamá con una sonrisa tranquilizadora.
Con un último abrazo, Cloe se armó de valor y dio sus primeros pasos hacia la puerta del colegio. La maestra, una señora amable con una sonrisa cálida, la recibió. «Bienvenida, Cloe. Te estaba esperando», le dijo, guiándola hacia el aula.
El salón estaba lleno de juguetes, libros de cuentos, y dibujos por todas partes. Cloe se sintió un poco mejor al ver tantas cosas que le gustaban. Se sentó en un rinconcito, observando cómo los otros niños jugaban.
«¿Puedo jugar?», preguntó tímidamente a un grupo que construía una torre gigante de bloques.
«¡Claro, únete a nosotros!», exclamó una niña con un lazo azul en el cabello. «Me llamo Emma».
Cloe sonrió y, poco a poco, empezó a participar. Juntos, construyeron la torre más alta que el salón había visto jamás. Cuando sonó la campana para el recreo, Cloe ya había olvidado sus miedos. Corrió y jugó al escondite, pintó dibujos que llenaron las paredes de colores y compartió su almuerzo con nuevos amigos que reían a su lado.
Las horas pasaron volando, y pronto llegó la hora de irse a casa. Cloe, con una sonrisa radiante y el corazón lleno de felicidad, corrió hacia su mamá, que la esperaba en la puerta.
«¿Cómo fue tu día, Cloe?», preguntó su mamá, agachándose para abrazarla.
«Fue el mejor día, mamá. Hice amigos, jugué mucho, y aprendí cosas nuevas. ¡Ya quiero volver mañana!», exclamó Cloe, saltando de emoción.
Caminando de la mano hacia casa, Cloe contó a su mamá todas las aventuras del día. Habló de Emma, de la torre de bloques, del escondite, y de los dibujos que había pintado. Con cada palabra, se sentía más y más orgullosa de haber superado sus miedos.
Esa noche, antes de dormir, Cloe miró las estrellas a través de la ventana de su habitación, pensando en todos los días maravillosos que le esperaban en el colegio. Con una sonrisa en sus labios, cerró los ojos, lista para soñar con nuevas aventuras.
Y así, Cloe aprendió que, aunque algo pueda parecer aterrador al principio, con un poco de valentía y la ayuda de nuevos amigos, puede convertirse en una experiencia maravillosa. El primer día de colegio fue solo el comienzo de muchas aventuras, y Cloe estaba lista para enfrentarlas todas, sabiendo que cada día traería su propia magia.
Conclusión:
Esta historia de Cloe nos recuerda la importancia de la valentía, la amistad y la curiosidad. A través de los ojos de Cloe, los niños pueden aprender que está bien sentirse nervioso ante lo desconocido, pero que también hay mucha alegría y diversión esperándolos cuando se atreven a dar ese primer paso.
Cuentos cortos que te pueden gustar
La Última Lluvia en un Mundo que se Desvanece
Un Nuevo Comienzo en España
El Viaje de Adi
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.