Cuentos de Valores

El Bosque de las Estrellas Perdidas

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En un pequeño pueblo rodeado de colinas suaves y campos de flores silvestres, vivían tres amigos inseparables: Julia, Juana y Juan. Cada uno con su singularidad, compartían una curiosidad infinita y un corazón lleno de aventuras.

Julia, con su cabello castaño que ondeaba al viento como las hojas de otoño, era conocida por su sabiduría y amor por los mapas antiguos. Juana, de trenzas doradas y risa contagiosa, llevaba siempre consigo una brújula mágica heredada de su abuela, que, según los rumores del pueblo, señalaba más que meros puntos cardinales. Y Juan, valiente y astuto, con una capa roja que ondeaba detrás de él, nunca se separaba de su linterna mágica, capaz de revelar lo invisible a los ojos.

Una tarde, mientras el sol comenzaba a ocultarse pintando el cielo de naranjas y rosas, los tres amigos se encontraron en el límite del pueblo, donde el campo de flores silvestres daba paso al inicio de un bosque conocido entre los aldeanos como el Bosque de las Estrellas Perdidas. Este nombre se debía a una antigua leyenda que decía que en su corazón, el bosque guardaba un claro donde el cielo nocturno se veía tan claro y cercano que las estrellas parecían haber descendido a descansar sobre la tierra.

Movidos por la leyenda y armados con el mapa de Julia, la brújula de Juana y la linterna de Juan, decidieron adentrarse en el bosque en busca del claro de las estrellas perdidas. A medida que se internaban, la luz del día comenzaba a desvanecerse, y los sonidos del bosque se intensificaban. La linterna de Juan reveló caminos ocultos entre la maleza, y la brújula de Juana vibraba suavemente, guiándolos a través de senderos que se entrelazaban como un laberinto.

Sin embargo, no todo era magia y maravilla en el bosque. La envidia comenzó a asomar cuando Juana sintió que su brújula no era tan útil como la linterna de Juan o el mapa de Julia. «¿Por qué mi brújula no nos muestra el camino claro?», se preguntaba en silencio, sintiendo su corazón pesado. Juan, por su parte, empezó a sentirse más importante que sus amigas, creyendo que sin su linterna, estarían perdidos en la oscuridad.

Fue entonces cuando el bosque decidió poner a prueba la amistad de los tres. Una densa niebla los envolvió de repente, y la linterna de Juan ya no podía penetrar la oscuridad. El mapa de Julia se volvió indescifrable, y la brújula de Juana giraba sin dirección. En ese momento de incertidumbre, se dieron cuenta de que la verdadera magia residía en su unión, no en los objetos que poseían.

Recordando las historias de empatía y amistad que habían escuchado de sus mayores, Julia, Juana y Juan se tomaron de las manos, cerraron los ojos y dejaron que sus corazones les guiaran. Al hacerlo, la niebla comenzó a disiparse, y la brújula de Juana brilló con una luz dorada, apuntando hacia una senda que antes no estaba allí.

Siguiendo el nuevo camino revelado, finalmente llegaron al claro de las estrellas perdidas. El cielo nocturno se abría sobre ellos en toda su majestuosidad, con estrellas que titilaban como diamantes sobre un manto de terciopelo negro. Y en el centro del claro, había un espejo de agua tan tranquilo que reflejaba las estrellas con tal claridad que parecía otro cielo.

Allí, bajo el firmamento estrellado, los tres amigos comprendieron que cada uno con sus habilidades, por más pequeñas o grandes que parecieran, contribuían a la grandeza de su amistad. Prometieron que, sin importar los caminos que la vida les deparara, siempre recordarían la noche en que las estrellas perdidas les enseñaron el valor de la empatía y la importancia de valorar las diferencias que nos hacen únicos.

Desde entonces, el Bosque de las Estrellas Perdidas no solo fue un lugar de magia y leyendas, sino también un recordatorio de que la verdadera luz que necesitamos para guiar nuestro camino se encuentra en la amistad y el entendimiento mutuo. Y así, cada vez que alguien miraba las estrellas, recordaban la historia de Julia, Juana y Juan, tres amigos que descubrieron que el mayor tesoro estaba en sus corazones.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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