Cuentos de Valores

El Juego de Leonel y Samantha

Lectura para 1 año

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez dos pequeños amigos llamados Leonel y Samantha. Leonel tenía el cabello corto y marrón, siempre llevaba una pelota en las manos, y le encantaba correr y jugar. Samantha, con sus rizos negros y brillantes, sonreía todo el tiempo. A ella le gustaba jugar con su osito de peluche, al que llevaba a todas partes. Los dos eran inseparables y les encantaba pasar las tardes juntos en el parque.

Un día, el sol brillaba con fuerza y el cielo estaba despejado, era el día perfecto para jugar. Leonel y Samantha fueron al parque con sus juguetes. Leonel tenía una pelota roja y grande, mientras que Samantha llevaba su osito de peluche favorito.

—¡Mira, Samantha! —dijo Leonel, mostrando su pelota con orgullo—. Vamos a jugar a lanzarla.

Samantha, muy emocionada, asintió con la cabeza. Aunque prefería jugar con su osito, también le gustaba ver a Leonel correr tras la pelota. Leonel lanzó la pelota con todas sus fuerzas, y la pelota rodó por la hierba suave del parque. Leonel corrió tras ella riendo, mientras Samantha lo seguía, abrazando su osito.

Pero, de repente, algo pasó. Leonel dejó de correr y miró hacia Samantha. Se dio cuenta de que ella no estaba jugando tanto con la pelota.

—Samantha, ¿quieres jugar con mi pelota? —preguntó Leonel, acercándose a su amiga.

Samantha sonrió, pero abrazó su osito un poco más fuerte. —Me gusta mucho mi osito —dijo ella con una pequeña sonrisa—. Pero podemos jugar juntos.

Leonel, que quería que Samantha se divirtiera tanto como él, pensó por un momento. Luego tuvo una gran idea.

—¿Qué te parece si jugamos a que el osito también lanza la pelota? —sugirió Leonel.

Samantha se emocionó. —¡Sí! Mi osito puede ser parte del juego.

Y así fue como los dos amigos comenzaron a jugar juntos. Leonel lanzaba la pelota y Samantha hacía que su osito «corriera» tras ella. Los dos reían y reían, y los pájaros en los árboles del parque cantaban alegres al ver a los niños tan contentos.

Mientras jugaban, Leonel se dio cuenta de algo muy especial. Cuando compartía sus juguetes con Samantha, ambos se divertían más. No se trataba solo de lanzar la pelota, sino de estar juntos y hacer que cada uno disfrutara del juego. Samantha, por su parte, también se dio cuenta de lo bonito que era compartir su osito con Leonel. Aunque el osito era su juguete más querido, lo hacía feliz ver a su amigo jugar con él también.

El tiempo pasó volando, y antes de que se dieran cuenta, el sol comenzó a esconderse detrás de las montañas. Era hora de regresar a casa, pero Leonel y Samantha estaban felices.

—Hoy ha sido el mejor día —dijo Samantha, abrazando a su osito mientras caminaban de regreso.

Leonel asintió, sosteniendo su pelota. —Sí, porque hemos jugado juntos y hemos compartido.

Al llegar a casa, los dos amigos se despidieron, pero sabían que pronto volverían a verse para seguir jugando y compartiendo, porque habían aprendido que lo más importante no eran los juguetes, sino el cariño y la amistad que tenían.

Y así, cada vez que volvían al parque, siempre se aseguraban de que todos tuvieran la oportunidad de disfrutar y jugar juntos. Porque compartir no solo hacía los juegos más divertidos, sino que los hacía sentir más unidos.

Fin.






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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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