En un rincón especial del mundo, donde el sol acaricia suavemente las olas del mar y el viento canta melodías antiguas, nació una niña llamada Gala. Desde el primer momento, sus padres supieron que ella era única, pero también se dieron cuenta de que Gala no podía ver ni oír. En lugar de verlo como una tristeza, lo consideraron una oportunidad para descubrir el mundo de una manera especial.
A medida que Gala crecía, creaba en su mente un mundo lleno de colores y texturas, un lugar que solo ella podía ver en sus sueños. Su madre, siempre atenta y amorosa, tallaba pequeñas figuras de madera, cada una contando una historia diferente, una historia que Gala podía sentir y vivir a través del tacto.
Gala aprendió a dibujar, sus dedos danzaban sobre el papel, creando formas y líneas que representaban las historias que su madre le contaba. Colores vibrantes llenaban las páginas, colores que solo existían en su imaginación, pero que eran tan reales para ella como el viento que soplaba fuera de su ventana.
La comunicación entre Gala y su madre era un baile de manos y tacto. A través del dactilológico en la palma, palabras silenciosas fluían, construyendo un puente de amor y entendimiento entre ellas. Gala exploraba el mundo con su bastón especial, curioseando todo a su alrededor, cada rincón, cada textura, contaba una historia.
Un día, mientras Gala tocaba el rostro de su madre, sintió algo húmedo y salado en sus dedos. Eran lágrimas. Sin palabras, sin miradas, Gala entendió la tristeza y el amor profundo que su madre sentía por ella. En ese momento, algo mágico ocurrió. Madre e hija, tomadas de la mano, entraron en el mundo de colores de Gala, un lugar que hasta entonces solo había existido en sus sueños.
Este mundo era diferente a todo lo que la madre había imaginado. Era un lugar donde los sonidos se transformaban en colores vibrantes, donde las personas eran dulces algodones de azúcar y el amor podía sentirse como una brisa suave. Gala, con su bastón en mano, guiaba a su madre a través de este lugar maravilloso, mostrándole la belleza que había creado en su mente.
Con el tiempo, el mundo de colores de Gala se convirtió en un símbolo de esperanza y belleza no solo para su madre, sino para todos los que conocían su historia. Se decía que cada noche, cuando los niños del mundo cerraban los ojos para dormir, soñaban con el mundo de Gala, un lugar donde cada sonido era un color y cada color una melodía.
Gala y su madre continuaron explorando juntas, cada día descubriendo algo nuevo sobre el mundo y sobre ellas mismas. Aprendieron que la verdadera belleza de la humanidad reside en nuestras diferencias, en nuestra capacidad de amar y en nuestra habilidad para crear mundos de esperanza y color, incluso en los lugares más inesperados.
Y así, la historia de Gala y su mundo de colores se convirtió en una leyenda, un recordatorio eterno de que la percepción de la realidad es única para cada individuo y que en esa unicidad reside la verdadera maravilla de la vida.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.