Matías era un niño muy curioso. Todos los días, después de la escuela, soñaba con cosas maravillosas, pero lo que más deseaba en el mundo era conocer el taller de Santa Claus. Siempre escuchaba historias sobre cómo los elfos trabajaban sin cesar para fabricar juguetes y cómo Santa viajaba por todo el mundo la noche de Navidad, repartiendo regalos. Sin embargo, Matías nunca imaginó que algún día podría ver todo eso con sus propios ojos.
Una fría noche de diciembre, mientras Matías disfrutaba de una galleta de jengibre en su habitación, una idea le vino a la mente. ¡Qué mejor forma de conocer el taller de Santa Claus que ir allí mismo! Así que, sin pensarlo demasiado, tomó su galleta de jengibre y, como por arte de magia, se encontró en el borde del Polo Norte.
Matías miró alrededor, maravillado por el paisaje cubierto de nieve. Le pareció un lugar encantado, como sacado de un cuento. A lo lejos, vio una gran casita iluminada, y sabía que ese era el taller de Santa Claus. Con su galleta de jengibre en la mano, comenzó a caminar hacia allí, con el corazón latiendo con fuerza por la emoción.
Al llegar a la entrada del taller, Matías se detuvo y miró a su alrededor. No quería ser visto, por lo que decidió esconderse detrás de una gran pila de nieve. «No quiero que me descubran», pensó, aunque su curiosidad era más fuerte que el miedo. Pero, justo cuando intentaba asomarse, un pequeño elfo apareció de repente.
—¡Hola, niño! —dijo el elfo con una sonrisa traviesa—. ¿Qué haces aquí?
Matías, sorprendido, no sabía qué decir. Su corazón comenzó a latir más rápido. Pensó que quizás sería castigado por haber entrado sin permiso, pero el elfo no parecía molesto.
—¿Vas a contarle a Santa que estoy aquí? —preguntó Matías con un nudo en la garganta.
El elfo se rió suavemente.
—No te preocupes, no te voy a castigar —dijo—. Pero, si estás aquí, es porque quieres conocer todo, ¿verdad?
Matías asintió con la cabeza, un poco nervioso.
—¡Sí! Siempre he querido ver el taller de Santa Claus. Y… ¿Cómo es trabajar aquí?
El elfo le hizo una señal con la mano, invitándolo a seguirlo.
—Entonces, ven conmigo. Santa y la Sra. Claus estarán muy contentos de verte.
Matías siguió al elfo mientras caminaban hacia una pequeña casa cercana. Al entrar, fue recibido calurosamente por la Sra. Claus, que estaba preparando una taza de leche caliente.
—Hola, querido. ¿Te gustaría tomar un poco de leche? —preguntó la Sra. Claus con una sonrisa amable.
Matías se sintió un poco más tranquilo. Aceptó la leche y se sentó junto a la chimenea, donde la Sra. Claus comenzó a contarle una historia.
—Hace mucho tiempo, en una noche de Navidad, un niño muy especial también vino aquí a visitar el taller de Santa. Estaba tan emocionado como tú. Pero, cuando llegó, lo primero que hizo fue ayudar a los elfos a fabricar juguetes —comenzó a relatar.
Matías escuchaba atentamente, con los ojos brillando de asombro.
—¿De verdad? —preguntó—. ¿Puedo hacer lo mismo?
La Sra. Claus rió dulcemente.
—Tal vez algún día. Ahora, ¿te gustaría conocer el Polo Norte?
Matías asintió rápidamente. No podía esperar para ver todo lo que Santa Claus tenía preparado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.