Había una vez en una selva muy lejana, un tigre llamado Tigre. Tigre era grande y fuerte, con rayas negras y naranjas que brillaban bajo el sol. Vivía en un rincón hermoso de la selva, rodeado de árboles altos y flores de colores.
Tigre tenía todo lo que necesitaba. Tenía un río donde podía beber agua fresca, un lugar acogedor para dormir y mucha comida. Sin embargo, Tigre siempre sentía que algo le faltaba. Un día, mientras caminaba por la selva, vio algo colgando de una rama alta. Era Carne, un pedazo de carne jugosa y apetitosa.
Tigre se quedó mirando Carne con ojos grandes y hambrientos. Pensó: «¡Oh, qué delicioso se ve! Si pudiera alcanzar Carne, sería el tigre más feliz del mundo». Tigre intentó saltar para alcanzar Carne, pero estaba demasiado alta. Se sintió muy triste y empezó a desear tener lo que no podía alcanzar.
Mientras tanto, en el mismo rincón de la selva, había un río tranquilo donde Tigre solía beber agua. Un día, mientras bebía, vio algo sorprendente. Era su propio Reflejo en el agua. Al principio, Tigre no entendió lo que veía. Pensó que era otro tigre, uno que tenía todo lo que él deseaba.
Tigre se dirigió a su Reflejo y dijo: «Tú, tigre en el agua, ¿cómo es que siempre te ves tan feliz y contento? Yo tengo muchas cosas, pero siempre quiero más. Dime tu secreto».
Reflejo en el agua sonrió y respondió: «Querido Tigre, yo soy tu Reflejo. Todo lo que ves en mí, está en ti. Tú ya tienes todo lo que necesitas para ser feliz. La clave está en valorar lo que tienes y no envidiar lo que no puedes alcanzar».
Tigre se quedó pensando en las palabras de su Reflejo. Decidió observar su vida con nuevos ojos. Miró alrededor y vio todas las cosas maravillosas que tenía: el río, los árboles, las flores y su acogedor hogar. Se dio cuenta de que había estado tan ocupado deseando más que no había apreciado lo que ya tenía.
Un día, mientras Tigre descansaba a la sombra de un árbol, Carne apareció de nuevo, colgando de una rama. Esta vez, en lugar de sentirse triste por no poder alcanzarla, Tigre sonrió y pensó: «Está bien si no puedo tener Carne. Ya tengo suficiente para ser feliz».
Con el tiempo, Tigre aprendió a valorar cada día en la selva. Disfrutaba de sus paseos, de la comida que encontraba y de la paz del río. Se sentía agradecido por todo lo que tenía y dejó de envidiar lo que no podía alcanzar.
Los otros animales de la selva notaron el cambio en Tigre. Lo veían más feliz y contento. Un día, un joven mono llamado Mono se acercó a Tigre y le preguntó: «Tigre, ¿cómo es que siempre estás tan feliz? Yo siempre deseo tener más cosas y nunca me siento satisfecho».
Tigre sonrió y le dijo: «Querido Mono, la clave está en valorar lo que tienes. Cuando aprendes a apreciar lo que ya tienes, descubres que no necesitas más para ser feliz. La felicidad no está en lo que no tenemos, sino en lo que ya poseemos».
Mono pensó en las palabras de Tigre y decidió intentarlo. Empezó a apreciar sus saltos entre los árboles, los plátanos que encontraba y la compañía de su familia. Poco a poco, Mono también se sintió más feliz y contento.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.