En una escuela secundaria ubicada en una pequeña ciudad, asistían tres mejores amigas llamadas Lilia, Aurora y Alelisse. Ellas eran muy populares, siempre rodeadas de amigos y amigas, y disfrutaban cada momento juntas. Lilia era conocida por su amabilidad y su capacidad de escuchar a los demás. Aurora destacaba por su inteligencia y su habilidad para resolver problemas rápidamente. Alelisse, por otro lado, era la más creativa del grupo, siempre ideando nuevas actividades y proyectos para mantener a todos entretenidos.
Un día, como cualquier otro, llegó una compañera nueva a la escuela. Su nombre era Alejandra. Era una chica muy bonita, con una sonrisa brillante y un gran carisma. Sin embargo, Alejandra tenía un problema en la columna que le impedía caminar y siempre tenía que usar una silla de ruedas. A pesar de su espíritu positivo, Alejandra estaba nerviosa por su primer día en la nueva escuela.
Cuando Alejandra se presentó en el salón de clases, todos los alumnos la miraron con curiosidad, pero en lugar de recibirla con amabilidad, muchos comenzaron a murmurar y a hacer comentarios despectivos. Nadie quiso hablar con ella y, para su desdicha, la trataron de lo peor. Alejandra se sintió muy inferior y, todos los días, lloraba porque no tenía amigos.
Un cierto día, durante el receso, ocurrió un incidente que cambiaría todo. Mientras Alejandra intentaba acercarse a un grupo de niños en el patio, la rueda de su silla de ruedas se atoró en una piedra y la silla se rompió, haciendo que Alejandra cayera al suelo. En lugar de ayudarla, sus compañeros comenzaron a reírse y a burlarse de ella. Alejandra, herida y avergonzada, no podía creer lo que estaba pasando.
Aurora, que estaba jugando con Lilia y Alelisse a lo lejos, vio el accidente y se quedó paralizada por un momento. Luego, sin pensarlo dos veces, corrió hacia Alejandra, seguida de cerca por Lilia y Alelisse. Las tres amigas ayudaron a Alejandra a levantarse y a sentarse nuevamente en su silla de ruedas. Aurora le preguntó si estaba bien, mientras Lilia le ofrecía palabras de consuelo y Alelisse intentaba arreglar la silla.
Alejandra, con lágrimas en los ojos, les agradeció mucho por su ayuda. Las risas de los demás todavía resonaban en el aire, pero estas valientes amigas decidieron poner a todos en su lugar. Aurora se levantó y, con una voz firme, dijo: «¡No está bien burlarse de alguien que necesita ayuda! Todos deberíamos aprender a respetar y aceptar a las personas tal como son. Alejandra es nuestra compañera y merece ser tratada con amabilidad y respeto.»
Lilia añadió: «Cada uno de nosotros tiene algo especial que ofrecer. Alejandra es fuerte y valiente, y tenemos mucho que aprender de ella.»
Alelisse, que había terminado de arreglar la silla, miró a sus compañeros y dijo: «La verdadera amistad se basa en la comprensión y el apoyo mutuo. Si no podemos hacer eso, entonces no estamos siendo verdaderos amigos.»
Las palabras de las tres amigas resonaron en el patio. Poco a poco, los compañeros de clase se dieron cuenta de su error. Algunos se acercaron a pedir disculpas a Alejandra, mientras que otros prometieron ser más amables en el futuro. Desde ese día, la vida de Alejandra cambió para mejor. Las cuatro jóvenes se volvieron muy buenas amigas y la discapacidad de Alejandra jamás volvió a ser motivo de burla.
Aurora, Lilia y Alelisse se aseguraron de incluir a Alejandra en todas sus actividades. La invitaron a sus reuniones, a sus juegos y a sus proyectos creativos. Descubrieron que Alejandra tenía un talento increíble para la pintura y comenzaron a trabajar juntas en murales para la escuela. Alejandra también compartió su amor por la lectura, y pronto, las cuatro amigas formaron un club de lectura donde discutían sus libros favoritos.
A medida que pasaba el tiempo, la amistad entre Aurora, Lilia, Alelisse y Alejandra se fortalecía. Juntas enfrentaron muchos desafíos, pero siempre se apoyaron mutuamente. Aprendieron que el respeto, la comprensión y la empatía eran valores fundamentales que no solo mejoraban su amistad, sino también su comunidad escolar.
Un día, la directora de la escuela, la señora Gómez, se enteró de lo que había sucedido en el patio aquel fatídico día y de cómo las tres amigas habían defendido a Alejandra. Decidió que era importante compartir esta historia con toda la escuela para enseñarles a todos sobre el valor de la amistad y el respeto.
Organizó una asamblea y pidió a Aurora, Lilia, Alelisse y Alejandra que subieran al escenario. Aurora, con su inteligencia y elocuencia, fue la primera en hablar. Contó cómo habían conocido a Alejandra y cómo su amistad había crecido a través de la comprensión y el apoyo mutuo. Lilia habló sobre la importancia de la empatía y de ponerse en el lugar del otro para entender sus sentimientos. Alelisse compartió su experiencia sobre cómo la creatividad y el trabajo en equipo habían fortalecido su amistad.
Finalmente, Alejandra tomó la palabra. Con una sonrisa radiante, agradeció a sus amigas por su apoyo y por enseñarle el verdadero significado de la amistad. Contó cómo, gracias a ellas, había encontrado la confianza para ser ella misma y para seguir adelante a pesar de las dificultades.
La audiencia, compuesta por estudiantes y profesores, aplaudió con entusiasmo. Muchos se sintieron inspirados por la historia y decidieron hacer un esfuerzo por ser más amables y comprensivos con los demás. La señora Gómez, conmovida por el impacto positivo de las cuatro amigas, les entregó un premio especial por promover los valores de la amistad y el respeto en la escuela.
A partir de ese momento, la escuela se convirtió en un lugar más acogedor y respetuoso. Los estudiantes comenzaron a trabajar juntos para crear un ambiente donde todos se sintieran incluidos y valorados. Se organizaron más actividades que promovían la colaboración y el apoyo mutuo, y la historia de Aurora, Lilia, Alelisse y Alejandra se convirtió en un ejemplo a seguir para todos.
La amistad entre las cuatro amigas continuó creciendo. Juntas, enfrentaron nuevos desafíos y celebraron muchos éxitos. Siempre recordaban que lo más importante era estar allí para apoyarse mutuamente, sin importar las circunstancias. Su amistad demostró que, con respeto y comprensión, podían superar cualquier obstáculo y hacer del mundo un lugar mejor para todos.
Y así, en la pequeña ciudad donde la escuela secundaria brillaba como un faro de valores, las cuatro amigas siguieron siendo un ejemplo de verdadera amistad. Aprendieron que el verdadero valor de la amistad no está en las apariencias, sino en el corazón y en la capacidad de aceptar y respetar a los demás tal como son.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.