En un pequeño pueblo lleno de colores y risas, vivía una niña llamada Sofía. Sofía era una niña alegre, con una sonrisa que iluminaba el día. Tenía un corazón grande y siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos. Sin embargo, había algo que la preocupaba: su amigo Carlos. Carlos era un chico celoso y, a veces, su actitud hacía que Sofía se sintiera triste.
Sofía y Carlos habían sido amigos desde que eran muy pequeños. Jugaban juntos en el parque, compartían dulces y se contaban secretos. Pero últimamente, Carlos había comenzado a mostrar celos cuando Sofía pasaba tiempo con otros amigos, especialmente con Diana, su mejor amiga.
Un día, mientras Sofía estaba en el parque jugando con Diana, Carlos se acercó con una expresión de desánimo. “¿Por qué siempre juegas con Diana? Yo también quiero jugar contigo”, dijo Carlos, cruzando los brazos.
Sofía se sorprendió por su reacción. “Carlos, Diana es mi amiga. Tú también eres mi amigo. Podemos jugar todos juntos. No tienes que sentirte celoso”, le explicó con dulzura.
Carlos frunció el ceño. “Pero yo quiero que juegues solo conmigo. No quiero compartirte”, dijo, sintiéndose un poco molesto.
Sofía decidió que era el momento de hablar con Carlos sobre la importancia de la amistad. “Carlos, la amistad no se trata de tener a alguien solo para uno. Se trata de compartir momentos, risas y amor con todos. Cuantas más amistades tengamos, más felices seremos”, le explicó Sofía.
Carlos la miró, y aunque no estaba seguro de lo que decía, comenzó a entender un poco. “Pero, ¿y si no tengo a nadie con quien jugar?”, preguntó con un tono más suave.
Sofía sonrió y le dijo: “Siempre puedes unirte a nosotros. Te prometo que te divertiremos. ¿Por qué no pruebas? A veces, compartir a los amigos puede ser más divertido”.
Decidido a intentarlo, Carlos aceptó la invitación. Así, los tres comenzaron a jugar juntos. Al principio, Carlos se sentía un poco incómodo, pero pronto se dio cuenta de que todos se estaban divirtiendo mucho. Jugaron a correr y a esconderse, y pronto las risas llenaron el parque.
Al final del día, Carlos sonrió. “Sofía, gracias por ayudarme a entender. Prometo que no me pondré celoso de nuevo. La amistad es demasiado valiosa”, dijo con sinceridad.
Esa tarde, Sofía regresó a casa sintiéndose feliz. Al entrar, se encontró con su madre, que la miraba con cariño. “¿Cómo te fue hoy, Sofía?”, le preguntó su mamá.
“¡Fue genial! Carlos se sintió celoso, pero le expliqué que la amistad es compartir y no tener miedo”, respondió Sofía.
Su madre sonrió y le dio un abrazo. “Eres muy sabia, Sofía. Siempre recuerda que la amistad es un regalo, y es importante cuidar de nuestros amigos”, dijo con calidez.
Al día siguiente, Sofía decidió invitar a Carlos y a Diana a su casa para hacer una actividad divertida. Quería que Carlos se sintiera aún más incluido. Juntos, prepararon galletas de chocolate. Sofía y Diana se encargaron de mezclar los ingredientes mientras Carlos se concentraba en hacer las bolitas de masa.
“¡Huele delicioso! ¿Podemos poner chispas de colores también?”, preguntó Diana emocionada.
“Claro, ¡más colores hacen las galletas más divertidas!”, respondió Sofía. Mientras tanto, Carlos se dio cuenta de que se estaba divirtiendo mucho y que compartir el tiempo con sus amigos era mucho mejor que estar celoso.
Después de hornear las galletas, todos se sentaron a disfrutarlas. Mientras saboreaban el sabor dulce y suave, Carlos se sintió agradecido. “Gracias por invitarme. Este día es muy especial”, dijo mientras mordía una galleta.
Esa tarde, decidieron hacer una presentación en casa de Sofía. Jugaron a ser actores y representaron una obra sobre el valor de la amistad. Sofía se encargó de ser la narradora, Diana hizo el papel de la princesa y Carlos el del dragón, que al final se convertía en amigo de la princesa.
Cuentos cortos que te pueden gustar
El Brillo Unido del Valle Encantado
La Fuerza de la Amistad y el Respeto
La Magia de las Palabras: La Historia de Cristina y Rayden
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.