En una pequeña ciudad rodeada por la grandeza de montañas distantes y campos de flores silvestres, vivían dos hermanas, Romina y Melina. Cada día, desde el amanecer hasta el crepúsculo, las niñas instalaban un pequeño puesto en la esquina de una concurrida plaza para vender dulces caseros. Los dulces, coloridos y deliciosos, eran conocidos en toda la ciudad, pero a pesar de su popularidad, las ganancias apenas alcanzaban para sostener sus modestas necesidades y las de su abuela, quien las había criado desde pequeñas.
Romina, la mayor, era seria y reflexiva, siempre pensando en cómo mejorar su pequeña empresa. Melina, por su parte, poseía un espíritu libre y soñador, y pasaba horas imaginando una vida diferente para ambas, una vida llena de estudios y descubrimientos.
Un día de verano, mientras el sol se alzaba alto y el cielo lucía un azul inmaculado, Melina miró hacia arriba, sus ojos reflejando el brillo del sol. «¿Sabes, Romina?», comenzó, su voz llena de esperanza, «he leído en un libro de la biblioteca sobre becas para niñas con nuestro talento en negocios y artesanía. Podríamos intentar aplicar, quizás eso nos ayude a ir a la escuela.»
Romina, aunque usualmente era cautelosa, no pudo evitar sentirse movida por la ilusión en la voz de su hermana. «¿Crees que realmente podríamos tener una oportunidad?», preguntó, permitiéndose por un momento soñar también.
Decididas, las hermanas comenzaron a preparar su solicitud. Noches enteras después de cerrar su puesto, investigaban y escribían, usando viejos libros y recursos que la biblioteca les ofrecía. Romina descubrió que tenía un talento natural para la escritura y Melina para el diseño, habilidades que utilizaron para adornar su propuesta de beca.
Transcurrieron semanas de espera angustiosa después de enviar su solicitud. Cada día, al mirar hacia el cielo, las hermanas pedían un milagro. Y un día, ese milagro llegó en forma de una carta elegante y perfumada. Habían sido aceptadas para comenzar la escuela al inicio del próximo semestre, con una beca completa que cubriría todos sus gastos.
El día que llegó la noticia, la plaza entera se llenó de alegría. Los clientes habituales y los vecinos celebraron con ellas, orgullosos de las jóvenes emprendedoras que habían demostrado que con esperanza y esfuerzo, los sueños pueden hacerse realidad.
Romina y Melina asistieron a la escuela, destacándose no solo en sus estudios sino también en ayudar a otros estudiantes a iniciar sus propios negocios. Nunca olvidaron de dónde venían, y durante las vacaciones, regresaban a su puesto de dulces, no solo para vender, sino para compartir su aprendizaje y experiencias con todos aquellos que tenían sueños pero no sabían por dónde empezar.
La historia de Romina y Melina se convirtió en una inspiración en la ciudad, un recordatorio brillante de que incluso desde el más humilde de los comienzos, grandes cosas pueden surgir. Años más tarde, las hermanas establecieron una fundación para ayudar a otros niños en su comunidad a alcanzar sus sueños, justo como ellas lo hicieron, siempre recordando aquellos días mirando al cielo, llenas de esperanza y dulces sueños.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.