Cuentos de Valores

Guardianas de Palabras

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

En el corazón de una pequeña ciudad bañada por el sol se erguía el Orfanato Sega, un lugar lleno de risas y secretos. El director, Don Casildo, un hombre de avanzada edad con un bigote tan curvado como las letras de un antiguo pergamino, era conocido por su amor hacia la acentuación perfecta. De hecho, Sega no era solo un nombre, sino un acrónimo de Sobresdrújula, Esdrújula, Grave y Aguda, reflejando su pasión por las palabras bien pronunciadas.

Un día de primavera, tres niñas fueron dejadas a la puerta del orfanato. Don Casildo, con una sonrisa que reflejaba la promesa de un nuevo comienzo, las llamó Agudina, Esdrújulina y Gravelina, inspirado por su querida clasificación de las palabras. Desde ese momento, las niñas se convirtieron en inseparables, encontrando consuelo y amistad en los brazos la una de la otra en un mundo que a veces parecía demasiado grande y confuso.

A pesar de su alegre convivencia y su diligencia en los estudios, había algo que constantemente les causaba problemas: la acentuación. La maestra Rosalía, siempre con un lápiz rojo en mano, frecuentemente les corregía sus escritos, marcando con curvas y líneas sus cuadernos. Sus compañeros, aunque amigables, a veces se burlaban suavemente de sus errores.

Decididas a superar esta dificultad, Agudina, Esdrújulina y Gravelina se propusieron dominar el arte de la acentuación. Con la ayuda de Don Casildo, quien les ofreció libros antiguos y diccionarios polvorientos como herramientas, las niñas comenzaron a explorar el fascinante mundo de las palabras.

«¿Sabían que las palabras se dividen en agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas dependiendo de dónde llevan el acento?» explicó Esdrújulina una tarde mientras señalaba un esquema colorido que habían pegado en la pared de su dormitorio.

«¡Como nuestros nombres!» exclamó Agudina, siempre la más entusiasta del trío.

«Sí, y cada tipo tiene su propia regla. Las agudas llevan acento en la última sílaba, pero solo si terminan en n, s o vocal,» continuó Gravelina, la más reflexiva y tranquila.

Armadas con este nuevo conocimiento, decidieron compartirlo. Organizaron una pequeña exposición en el salón principal del orfanato, invitando a todos los niños y al personal a participar. Prepararon carteles coloridos, juegos de palabras y hasta un pequeño teatro de marionetas que representaba la batalla épica entre las palabras correctamente acentuadas y las rebeldes sin acento.

El día de la exposición, el orfanato se transformó. Los pasillos se llenaron de risas y curiosidad mientras los niños corrían de un puesto a otro, aprendiendo y jugando. Don Casildo, observando desde un rincón, no pudo evitar sentir un profundo orgullo por sus pequeñas maestras.

«¡Nunca me imaginé que aprender sobre acentos podría ser tan divertido!» exclamó uno de los niños más pequeños, con las mejillas sonrojadas por la emoción.

Con el tiempo, Agudina, Esdrújulina y Gravelina no solo mejoraron en su escritura, sino que también ayudaron a sus compañeros a entender y apreciar la belleza de una palabra bien acentuada. Las burlas se convirtieron en palabras de aliento y el orfanato Sega se ganó la reputación de ser un lugar donde no solo se cuidaba a los niños, sino que también se cultivaban mentes curiosas y hablantes elocuentes.

Años más tarde, cuando cada una de las niñas encontró un nuevo hogar, dejaron atrás un legado imborrable. En el orfanato, la pequeña exposición se convirtió en una tradición anual, conocida en toda la ciudad como el Festival de la Acentuación, celebrando no solo el conocimiento que habían acumulado, sino también la amistad y la determinación que les había permitido alcanzarlo.

Y así, aunque las camas que una vez ocuparon estaban ahora llenas de nuevas caras y nombres, el espíritu de Agudina, Esdrújulina y Gravelina permanecía vivo en cada palabra cuidadosamente pronunciada que resonaba en los pasillos de Sega, un dulce eco de sus voces alegres y decididas.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario