Cuentos de Valores

Juntos por un Nuevo Comienzo

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Desde que Citlali tiene memoria, su vida ha estado marcada por la tristeza. Vivía en un modesto departamento en la Ciudad de México con su madre, Mélanie, y su hermana menor, Fernanda. Su padre, Pascual, era un hombre que había dejado de ser el protector de la familia para convertirse en una fuente de miedo. La violencia familiar era una sombra que siempre las acompañaba, y Citlali se había acostumbrado a escuchar los gritos y los golpes que resonaban en su hogar.

Citlali siempre había querido que su madre fuera feliz. A pesar de las dificultades, Mélanie mostraba una fuerza increíble. Ella luchaba cada día por mantener un ambiente de amor en el hogar, pero Pascual, cuando bebía, se transformaba en alguien completamente diferente. Citlali recordaba noches en las que su madre intentaba calmarlo, suplicándole que no hiciera daño. «Por favor, Pascual, piensa en las niñas,» decía, con la voz temblando de miedo.

Una tarde, después de un día agotador en la escuela, Citlali llegó a casa y encontró a su madre en la cocina, con una mirada triste. Se acercó a ella y le preguntó qué pasaba. Mélanie, sin poder contener las lágrimas, le confesó que estaba cansada de vivir con miedo. «Quiero que sepas, Citlali, que siempre tendrás mi apoyo, sin importar lo que pase,» le dijo.

Esa noche, la tormenta estalló. Pascual llegó a casa ebrio, y su furia se desató. Citlali y Fernanda se escondieron en su habitación, apretadas en la cama. El ruido de los gritos las llenaba de miedo, y Citlali sentía que su corazón latía con fuerza. Cuando Pascual trató de golpear a Fernanda, Citlali no pudo contenerse. «¡No, papá, no!» gritó, interponiéndose entre él y su hermana.

Pascual, enojado, le dio un golpe a Citlali, haciéndola caer al suelo. La niña sintió un dolor agudo en su mano, pero no podía dejar que eso la detuviera. Cuando su madre llegó corriendo, su grito resonó en la habitación. «¡Basta, Pascual! ¡Detente!» Pero él, cegado por la ira, salió de la casa, dejando un vacío aterrador.

Pasaron los días, y la calma comenzó a llenar el hogar. Citlali se dio cuenta de que su madre parecía más tranquila, como si un peso se hubiera levantado. Sin embargo, la ausencia de Pascual pesaba en el aire. Citlali intentó ser fuerte, apoyando a su madre y cuidando de su hermana. Una tarde, mientras jugaban juntas, Fernanda le preguntó: «¿Por qué papá es así?»

Citlali, sintiendo el peso de la responsabilidad, decidió que debía explicarle. «A veces, las personas luchan con cosas que no pueden controlar, como el alcohol. Eso no está bien, y no debemos tener miedo de hablarlo,» respondió con determinación. Mélanie se unió a la conversación, abrazando a sus hijas y reafirmando que siempre estarían juntas.

Una semana después, Pascual regresó. Se plantó en la puerta, con una expresión de arrepentimiento en su rostro. «Por favor, déjenme entrar,» pidió, su voz temblando. Mélanie miró a sus hijas antes de abrir la puerta. Pascual se sentó en la sala, y la atmósfera se volvió tensa.

Judith, la amiga de la familia, llegó poco después. Era una mujer sabia, siempre dispuesta a ayudar. Al ver a Pascual, decidió intervenir. «Pascual, tienes que entender lo que has hecho. Tu familia vive con miedo, y eso no puede continuar,» dijo con firmeza. Citlali observaba la conversación, sintiendo una mezcla de emociones. Su padre parecía perdido, pero ella sabía que debían intentar ayudarlo.

Judith continuó hablando, recordándole a Pascual lo que realmente importaba. «Tu familia siempre ha estado a tu lado, a pesar de tus errores. Es hora de que reconozcas el daño que has causado.» Pascual escuchó en silencio, las palabras de Judith resonando en su interior. Con cada frase, se daba cuenta de que había estado destruyendo a la familia que más amaba.

Después de varias conversaciones y un proceso de introspección, Pascual decidió buscar ayuda. Asistió a terapia y a grupos de apoyo, donde aprendió sobre sus problemas y cómo afectaban a su familia. Citlali vio cómo su padre se esforzaba, y aunque el camino era difícil, se sentía esperanzada.

Un día, mientras Pascual trabajaba en su recuperación, Citlali y Fernanda organizaron una pequeña celebración en casa. Querían mostrarle a su padre que lo apoyaban. Cuando él llegó, encontró a sus hijas sonriendo y a Mélanie preparando su comida favorita. El ambiente se llenó de risas y amor.

«Estoy tan orgulloso de ustedes,» dijo Pascual, con lágrimas en los ojos. Citlali sintió un nudo en la garganta. Por primera vez en mucho tiempo, la familia parecía estar sanando. Cada pequeño paso que daba Pascual hacia la recuperación se celebraba con alegría.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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