En el pequeño y hermoso pueblo de Coahutemoc, rodeado de montañas y verdes campos, había una escuela primaria donde todos los niños se reunían para aprender y jugar. La maestra de primer grado, la Maestra Víctor, era muy querida por sus alumnos. Siempre tenía una sonrisa en el rostro y amaba enseñarles sobre la naturaleza y el mundo que los rodeaba.
Una de sus alumnas favoritas era Mia, una niña curiosa y alegre que siempre estaba lista para descubrir cosas nuevas. Junto a su amigo Tadeo, a quien le encantaba hacer preguntas sobre todo lo que veía, Mia disfrutaba de cada día en la escuela. Los tres juntos formaban un gran equipo, y siempre se apoyaban mutuamente en sus aventuras.
Un día soleado, la Maestra Víctor decidió que era el momento perfecto para llevar a sus estudiantes a una excursión al campo. “Hoy vamos a aprender sobre el medio ambiente y cómo cuidar nuestro planeta”, anunció con entusiasmo. Todos los niños se emocionaron. “¡Sí! ¡Vamos a explorar!” gritaron, llenos de alegría.
Cuando llegaron al campo, la Maestra Víctor llevó a los niños a un claro rodeado de árboles altos. “Este es un lugar especial donde podemos observar la naturaleza en su máxima expresión. ¿Qué es lo que ven a su alrededor?”, preguntó. Mia levantó la mano rápidamente. “¡Veo flores de muchos colores!”, dijo.
“¡Correcto, Mia! Las flores son muy importantes porque ayudan a los insectos como las abejas a polinizar y hacer crecer más plantas. ¿Y qué más?” preguntó el Maestro Víctor. Tadeo, siempre entusiasmado, gritó: “¡Hay muchos árboles! Y también escucho el canto de los pájaros.” La Maestra asintió, “Exactamente. Los árboles nos dan oxígeno y son el hogar de muchos animales. Pero también debemos recordar que cada acción que tomamos puede afectar a este ecosistema.”
Mia, intrigada, preguntó: “¿Cómo podemos ayudar a que la naturaleza esté sana, Maestro Víctor?” El maestro se agachó para estar a su nivel y explicó: “Hay muchas cosas que podemos hacer. Por ejemplo, si recogemos basura cuando venimos aquí, ayudamos a que el ambiente sea más limpio. También podemos plantar árboles y cuidar de las plantas que ya existen.”
“¿Podemos hacer eso hoy?”, preguntó Tadeo con gran entusiasmo. “¡Claro que sí!”, respondió el Maestro Víctor. “Vamos a hacer una actividad muy especial. Cada uno de ustedes tendrá la tarea de recoger basura y, al mismo tiempo, observar cómo está la naturaleza a su alrededor.”
Los niños se pusieron manos a la obra. Cada uno tomó una bolsa y se dispuso a recoger cualquier basura que encontrara. Mientras caminaban, Mia se dio cuenta de cuántos plásticos y papeles había en el suelo. “¡Es una pena que la gente tire su basura aquí!”, dijo con tristeza. “¡Esto no es bueno para los animales ni para las plantas!”
Tadeo asintió y agregó: “Sí, deberíamos decirle a todos en el pueblo que es importante cuidar el campo y no ensuciarlo.” La Maestra Víctor, que los escuchaba, sonrió orgullosamente. “Exactamente, chicos. Cada uno de nosotros tiene el poder de hacer una diferencia. Al cuidar nuestro entorno, mostramos respeto y empatía hacia la naturaleza y hacia los demás.”
Después de un rato, habían recogido una gran cantidad de basura. Estaban un poco cansados, pero también se sentían felices de haber hecho algo bueno. La Maestra Víctor los llevó de vuelta al claro y los sentó bajo la sombra de un gran árbol. “Ahora que hemos limpiado, es tiempo de descansar un poco y reflexionar sobre lo que hemos aprendido”, dijo.
Mientras estaban sentados, la Maestra Víctor les pidió que compartieran sus pensamientos. Mia levantó la mano y dijo: “Me siento bien por haber ayudado a limpiar, pero también me siento mal por toda la basura que había. Creo que deberíamos hacer algo más para que la gente no tire cosas aquí.”
Tadeo, emocionado, exclamó: “¡Podríamos hacer carteles y ponerlos por todo el pueblo para que la gente sepa que deben cuidar la naturaleza!” La Maestra Víctor asintió. “Esa es una gran idea, Tadeo. Podemos hacer una campaña para educar a nuestra comunidad sobre la importancia de mantener nuestro entorno limpio.”
Así que, de regreso a la escuela, Mia, Tadeo y sus compañeros se pusieron a trabajar en la campaña. Decidieron hacer carteles coloridos con dibujos de animales y plantas, junto con mensajes que recordaran a todos la importancia de cuidar el medio ambiente. Cada uno puso su creatividad en los carteles, y pronto se llenaron de dibujos brillantes y hermosas palabras.
Cuando terminaron, se sintieron muy orgullosos de su trabajo. “Ahora debemos colgar nuestros carteles por todo el pueblo”, dijo la Maestra Víctor. “Así, más personas podrán verlos y aprender sobre cómo cuidar la naturaleza.” Con gran entusiasmo, los niños recorrieron el pueblo, colocando los carteles en lugares visibles: en el parque, en la plaza y en la entrada de la escuela.
Poco después, comenzaron a notar que más y más personas se interesaban en lo que hacían. Los vecinos se acercaban a preguntarles sobre la campaña, y Mia y Tadeo estaban felices de explicarles la importancia de cuidar el medio ambiente. “Si todos hacemos un pequeño esfuerzo, podemos mantener nuestro pueblo y nuestro entorno limpios y hermosos”, decía Mia con una gran sonrisa.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.