Cuentos de Valores

La Cama de Benjamín

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de casas acogedoras y jardines verdes, un niño llamado Benjamín. Benjamín era un niño muy travieso y lleno de energía. Tenía el cabello castaño y siempre estaba buscando nuevas maneras de divertirse. Vivía con su mamá y su papá, quienes lo querían mucho y siempre estaban preocupados por su bienestar.

Un día, Benjamín decidió que la actividad más divertida del mundo era saltar en su cama. Saltaba y saltaba, riendo a carcajadas mientras los muelles rechinaban y la cama temblaba bajo su peso. La cama, sin embargo, no estaba nada feliz. Sentía cada salto como un dolor en sus listones de madera y empezaba a temer que algún día podría romperse.

Una tarde, mientras Benjamín saltaba más alto que nunca, la cama decidió que ya no podía soportarlo más. Con una voz débil y quejumbrosa, le dijo: «Por favor, Benjamín, deja de saltar. Me duele mucho mis listones de madera.»

Benjamín se detuvo un momento, sorprendido de escuchar hablar a su cama. Pero luego, con una risa traviesa, respondió: «Jajaja, solo eres una cama y me gusta saltar.»

La cama suspiró, tratando de hacer entender a Benjamín la gravedad de la situación. «Me está doliendo cada vez más mis listones de madera y tengo miedo de romperme. Si me rompo, seguramente me arrojarán a la basura ya que no podré servir como cama. Además, ya no tendrás donde dormir.»

Pero Benjamín, sin pensar en las consecuencias, replicó: «Si te rompes, mi papá me comprará otra cama.»

La cama trató de advertirle una vez más: «Benjamín, tus papás no pueden comprar otra cama en este momento. Si me rompo, tendrás que dormir en el suelo.»

A pesar de las súplicas de la cama y los consejos de sus padres, Benjamín siguió saltando cada día. Sus padres, preocupados, le dijeron una y otra vez que dejara de saltar en la cama, explicándole que no podían permitirse una cama nueva si esta se rompía. Pero Benjamín, terco y convencido de que nada malo podría pasar, no les hizo caso.

Una semana después, mientras Benjamín se acostaba para dormir, escuchó un crujido. «¿Qué fue eso?» pensó. No le dio importancia y se preparó para una noche de sueño tranquilo. Pero al poco rato, ¡CRACK! Un fuerte ruido llenó la habitación y Benjamín se encontró en el suelo, con la cama rota bajo él.

«Mamáaaaaaá!» gritó Benjamín muy asustado, mientras se levantaba del suelo. Sus padres corrieron a la habitación y vieron la cama rota. La mamá, con una mirada preocupada, lo abrazó y le dijo: «Benjamín, te dijimos que esto podría pasar. Ahora tendremos que arreglarnos sin cama por un tiempo.»

Esa noche, Benjamín tuvo que dormir en el suelo, sobre una manta que sus padres extendieron para él. No era nada cómodo y extrañaba mucho su cama. Con el frío del suelo y la incomodidad, Benjamín prometió que nunca más volvería a saltar sobre una cama.

Los días pasaron y Benjamín empezó a entender la importancia de cuidar sus cosas. Se dio cuenta de que sus padres tenían razón y que, a veces, las advertencias de los adultos eran para su propio bien. A pesar de la incomodidad, Benjamín aprendió a ser más responsable y a valorar las cosas que tenía.

Después de unas semanas, el papá de Benjamín logró reparar la cama con mucho esfuerzo. Cuando estuvo lista, le dijo a Benjamín: «Hijo, he reparado tu cama, pero debes prometerme que nunca más saltarás sobre ella.»

Con los ojos llenos de lágrimas y un corazón agradecido, Benjamín prometió que cuidaría su cama y no volvería a saltar sobre ella. Entendió que debía ser más considerado y escuchar los consejos de sus padres y, sí, incluso de su cama.

Esa noche, cuando Benjamín se acostó en su cama reparada, sintió una gran paz. Sabía que había aprendido una lección valiosa sobre la responsabilidad y el respeto por las cosas. Y mientras cerraba los ojos para dormir, pensó en cuánto había cambiado en tan poco tiempo.

Desde ese día, Benjamín cuidó su cama y todas sus pertenencias con mucho más cariño. Entendió que debía ser agradecido por lo que tenía y que, al escuchar y respetar, podía evitar muchos problemas. Así, en la pequeña casa del pueblo, Benjamín creció siendo un niño más consciente y responsable, siempre recordando la lección que le enseñó su cama.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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