Una noche llena de estrellas, la mamá de Tomás le llamó con una sonrisa:
—»Tomás, es hora de prepararse para dormir. Vamos a seguir la rutina: primero, la ducha para estar bien limpio, después al baño, nos cepillamos los dientes, ¡y finalmente, a la camita!»
Tomás, un niño de cuatro años con una gran curiosidad y un poco de inquietud, se duchó rápidamente. El agua tibia lo hacía sentir cómodo y relajado. Luego, fue al baño y se lavó bien los dientes, mirando su reflejo en el espejo con una gran sonrisa. Finalmente, llegó a su habitación, donde su camita lo esperaba.
Pero esa noche era diferente, ¡iba a dormir solo! Aunque sabía que su mamá estaba cerca, tenía un poquito de miedo y no quería meterse en su cama. Miró a su alrededor, buscando algo que le diera valor. La habitación estaba iluminada por la luz tenue de una lámpara en forma de estrella, pero la oscuridad parecía más profunda de lo habitual.
Su mamá, para tranquilizarle, le contó su cuento favorito de dinosaurios. Hablaba de un valiente dinosaurio llamado Dino que siempre ayudaba a sus amigos. La voz de su mamá era suave y reconfortante, y poco a poco, Tomás se fue sintiendo más seguro. Al terminar el cuento, su mamá le dio un besito de buenas noches y apagó la luz.
Cuando todo quedó en silencio, Tomás escuchó algo sorprendente: ¡su camita le estaba hablando!
—»Hola, Tomás,» dijo la camita con una voz suave y amable, «no tengas miedo. Yo estoy aquí para cuidarte. Me encanta cuando tu mamá y tu papá te leen cuentos antes de dormir, es mi parte favorita del día. Pero, ¿sabes qué es lo mejor? Cuando se apaga la luz.»
—»¿Por qué?» preguntó Tomás, intrigado.
—»Porque cuando la luz está apagada, puedo ver tus sueños. Es como si estuviera viendo una película en el cine. ¡Me entretengo muchísimo viendo todo lo que imaginas mientras duermes!» La camita sonaba tan amigable que Tomás se olvidó de su miedo.
—»¿De verdad? ¿Puedes ver mis sueños?» preguntó emocionado.
—»Sí, puedo verlos. Y puedo ayudarte a tener los mejores sueños si te dejas llevar,» respondió la camita. Tomás se sintió aliviado. Si su camita podía cuidar de él y verlo dormir, tal vez dormir solo no sería tan aterrador.
Tomás se metió bajo las sábanas y se acurrucó en su camita. «Está bien, creo que puedo intentarlo,» dijo, sintiendo que sus ojos comenzaban a cerrarse. La camita continuó hablando en un tono suave, llenando la habitación de calidez.
—»Cierra los ojos, Tomás, y piensa en algo bonito. ¿Qué te gustaría soñar esta noche?» le preguntó la camita.
—»Quiero soñar con dinosaurios y aventuras en la selva,» respondió Tomás, emocionado por la idea.
—»Perfecto. Ahora relájate y deja que los sueños vengan a ti,» dijo la camita. Tomás cerró los ojos y pronto se quedó dormido, mientras la camita vigilaba su sueño.
En su sueño, Tomás se encontró en un mundo lleno de árboles altos y enormes dinosaurios caminando por todas partes. Vio a Dino, su dinosaurio favorito, que era un Tiranosaurio Rex, pero no era feroz. Dino era amigable y lo invitó a montarlo. Juntos, comenzaron a explorar la selva, saltando sobre ríos y corriendo entre los árboles.
«¡Esto es increíble!» exclamó Tomás, riendo mientras volaba en la espalda de Dino. El dinosaurio rugió de felicidad, y juntos encontraron un grupo de pequeños dinosaurios que jugaban. Tomás se unió a ellos, corriendo y saltando, sintiendo que no había nada que temer.
Pero de repente, una sombra pasó por encima de ellos. Tomás miró hacia arriba y vio un enorme Pterodáctilo volando. Al principio se asustó un poco, pero pronto se dio cuenta de que el Pterodáctilo no era malo. «Hola, pequeño, soy Ptero. ¿Quieres volar?» preguntó el Pterodáctilo con una sonrisa. Tomás, emocionado, asintió.
Se subió a su espalda y, en un instante, estaban volando por el cielo, viendo todo el paisaje de la selva desde lo alto. Tomás gritaba de alegría mientras el viento le acariciaba la cara. Todo parecía posible en su sueño, y se sentía valiente y feliz.
Después de un rato, Ptero lo llevó a un lugar mágico lleno de flores brillantes y ríos de colores. «Este es el Jardín de los Sueños,» explicó el Pterodáctilo. «Aquí, cada flor representa un sueño de un niño. Cuando despiertes, recuerda siempre que tus sueños pueden volar tan alto como tú quieras.»
Tomás se sintió emocionado. «¿Puedo venir aquí siempre que quiera?» preguntó con entusiasmo.
—»Sí, siempre que tengas fe en tus sueños y recuerdes lo valiente que eres. ¡Nada es imposible!» respondió Ptero. Tomás prometió que lo haría y, con una gran sonrisa, voló más alto en el cielo.
De repente, una luz brillante lo envolvió, y Tomás sintió que alguien lo estaba llamando. Era la voz de su camita. «¡Despierta, Tomás! Es hora de levantarse,» decía suavemente.
Tomás abrió los ojos, sintiéndose renovado y feliz. Había tenido el mejor sueño de todos. Corrió a la cocina donde su mamá estaba preparando el desayuno. «¡Mamá! ¡Tuve un sueño increíble sobre dinosaurios y un Pterodáctilo que me llevó a un Jardín de los Sueños!» exclamó con entusiasmo.
Mélanie sonrió y le acarició el cabello. «Me alegra que hayas tenido un buen sueño, cariño. ¿Ves? Dormir solo no es tan malo cuando dejas que tus sueños te lleven a lugares maravillosos.» Tomás asintió, sintiéndose más seguro de sí mismo.
Esa mañana, mientras desayunaban, Tomás decidió contarle a su mamá sobre la lección que había aprendido en su sueño. «Mamá, el Pterodáctilo me dijo que siempre debo creer en mis sueños y que nada es imposible. Quiero ser valiente y perseguir mis sueños,» dijo con determinación.
Mélanie lo miró con orgullo. «Esa es una gran lección, Tomás. Siempre debes recordar que tus sueños son importantes y que puedes hacer lo que te propongas, siempre que lo hagas con amor y valentía.»
Desde ese día, Tomás se sintió más seguro al dormir solo. Siempre recordaba su aventura con Dino y Ptero, y cada noche, antes de dormir, cerraba los ojos y se permitía soñar en grande. Su camita se convirtió en su mejor amiga, y juntos compartieron muchas noches llenas de magia y sueños maravillosos.
Conclusión:
Y así, Tomás aprendió que los sueños no solo son un lugar mágico al que vamos cuando dormimos, sino que también son una parte importante de quienes somos. La valentía de soñar y creer en uno mismo puede llevarnos a aventuras increíbles. Con el apoyo de su mamá y la compañía de su camita, Tomás entendió que el poder de los sueños es infinito y que siempre que tenga fe, puede volar tan alto como desee.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.