Cuentos de Valores

La Familia y el Torito de la Selva

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un rincón apartado de la selva, vivía una familia muy unida compuesta por Kutu, Anitacha y su hijo Rasu. Kutu era un hombre fuerte y trabajador, siempre dispuesto a hacer lo necesario para cuidar de su familia. Anitacha, su esposa, era una mujer bondadosa con una sonrisa cálida que iluminaba su hogar. Rasu, su hijo, era un niño alegre y curioso que adoraba explorar la selva y aprender de la naturaleza que lo rodeaba.

La familia vivía en una pequeña cabaña cerca de una hermosa laguna, rodeada de árboles altos y plantas vibrantes. Aunque amaban su hogar, estaban pasando por un mal momento debido a las dificultades que se les habían presentado. La cosecha no había sido buena y a menudo se preocupaban por cómo conseguirían suficiente comida para sobrevivir.

Un día, mientras Kutu y Rasu trabajaban en la chacra, escucharon un gemido débil que provenía de la espesura del bosque. «Papá, ¿escuchaste eso?» preguntó Rasu, señalando hacia los árboles.

Kutu asintió y juntos se dirigieron hacia el origen del sonido. Allí, entre los arbustos, encontraron a un pequeño toro mal herido. Tenía una pata lastimada y parecía estar muy débil. Rasu se acercó con cuidado y el torito levantó la cabeza, mirándolo con ojos llenos de dolor.

«Papá, debemos ayudarlo. Está herido y necesita cuidados,» dijo Rasu con determinación.

Kutu, siempre dispuesto a enseñar a su hijo la importancia de cuidar de los demás, asintió. «Tienes razón, Rasu. Llevémoslo a casa y veremos qué podemos hacer por él.»

Con mucho esfuerzo, llevaron al torito a su cabaña. Anitacha, al ver al pequeño animal, inmediatamente comenzó a preparar un lugar cómodo para él y le dio agua y alimentos. «Pobre criatura, debe haber sufrido mucho,» dijo mientras limpiaba y vendaba la pata herida del torito.

Los días pasaron y con los cuidados de la familia, el torito comenzó a recuperarse. Rasu lo llamó Torito y se encariñó mucho con él. Torito, a su vez, mostró un profundo agradecimiento hacia la familia, siguiéndolos a todas partes y ayudando en lo que podía.

Una mañana, mientras Kutu trabajaba en la chacra, observó cómo Torito trataba de empujar un arado que tenían. «Mira eso, Anitacha. Creo que Torito quiere ayudarnos a arar la tierra,» dijo con una sonrisa.

Anitacha asintió. «Parece que es muy fuerte para ser tan joven. Podría ser una gran ayuda para nosotros.»

Con paciencia y cariño, Kutu comenzó a entrenar a Torito para que los ayudara en el arado. Al principio, Torito tenía dificultades, pero con el tiempo, aprendió a manejar el arado con destreza. Rasu, siempre a su lado, lo animaba y le daba golosinas como recompensa.

Gracias a la ayuda de Torito, la familia pudo arar más tierra en menos tiempo, lo que les permitió cultivar más alimentos. La chacra floreció como nunca antes, y la familia estaba agradecida por tener a Torito como parte de su equipo.

Un día, mientras trabajaban en la chacra, Rasu miró a su alrededor y dijo: «Papá, Mamá, la selva es tan hermosa y llena de vida. Debemos asegurarnos de cuidarla para que siempre sea así.»

Kutu asintió, orgulloso de la sabiduría de su hijo. «Tienes razón, Rasu. La selva nos da todo lo que necesitamos, y es nuestra responsabilidad protegerla.»

La familia comenzó a implementar prácticas sostenibles en su chacra, evitando el uso de productos químicos y asegurándose de no dañar el entorno natural. Enseñaron a otros en la comunidad sobre la importancia de cuidar la selva y cómo podían hacerlo.

Torito se convirtió en un símbolo de esperanza y colaboración en la comunidad. Su historia de recuperación y ayuda a la familia inspiró a otros a ser más compasivos y a trabajar juntos por el bien común. Los vecinos comenzaron a visitarlos para aprender más sobre sus métodos y para ver a Torito en acción.

Una tarde, mientras la familia descansaba bajo la sombra de un gran árbol junto a la laguna, Rasu acarició a Torito y dijo: «Gracias por todo lo que has hecho por nosotros, Torito. Eres nuestro amigo y siempre serás parte de esta familia.»

Torito, como si entendiera cada palabra, se acercó a Rasu y apoyó su cabeza en su regazo. Kutu y Anitacha sonrieron, sabiendo que habían encontrado no solo un ayudante en Torito, sino un verdadero amigo.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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