En un pequeño pueblo lleno de árboles y calles empedradas, vivían cinco niños que solían jugar juntos en el parque. Eran un grupo muy unido, aunque no todos se llevaban tan bien como parecía. Los amigos eran Paco Kaan, Natasha, Chachito, Lapicita y César. Cada uno tenía su propia personalidad y sus propias historias, pero todos compartían el amor por las aventuras y los juegos en el parque.
Paco Kaan era un niño especial. Tenía una apariencia un poco diferente a los demás, lo que a veces hacía que algunos niños lo miraran con curiosidad o, en algunos casos, con desdén. Paco no hablaba mucho, pero siempre tenía una sonrisa en el rostro y un corazón lleno de bondad. Disfrutaba ayudando a los demás y siempre estaba dispuesto a compartir sus juguetes o a ayudar en cualquier situación.
Natasha, en cambio, era una niña que, aunque tenía muchos amigos, se sentía insegura. Le preocupaba que los demás niños pudieran querer más a Paco que a ella, y ese miedo la hacía comportarse de una manera que no era la mejor. Natasha solía hacer comentarios despectivos sobre Paco, empujarlo cuando nadie estaba mirando o simplemente ignorarlo cuando trataba de unirse a los juegos.
Lapicita, que era muy observadora y siempre atenta a lo que pasaba a su alrededor, notaba el comportamiento de Natasha, pero no sabía cómo enfrentarlo. Sabía que lo que Natasha hacía no estaba bien, pero temía que, si la enfrentaba, Natasha también podría volverse en su contra. Por su parte, Chachito, un niño amable y siempre sonriente, trataba de mantener la paz entre todos, aunque también veía cómo Natasha trataba a Paco.
César era el hermano mayor de Paco Kaan, y aunque no jugaba con el grupo tan a menudo, siempre estaba pendiente de lo que hacía su hermano. César era protector y muy sabio para su edad, y se preocupaba por el bienestar de Paco.
Un día, mientras jugaban en el parque, Natasha, impulsada por la envidia y la inseguridad, empujó a Paco Kaan con más fuerza de lo normal. Paco, que no esperaba el empujón, perdió el equilibrio y cayó al suelo, lastimándose una rodilla. Natasha se quedó paralizada por un momento, sin saber qué hacer, mientras Paco intentaba levantarse con dificultad.
Lapicita y Chachito, al ver lo que había pasado, corrieron hacia Paco para ayudarlo. Lapicita, con su mirada seria, se agachó junto a él y le ofreció su mano. “¿Estás bien, Paco?” le preguntó con preocupación en su voz. Chachito, por su parte, se inclinó para revisar la herida en la rodilla de Paco. “Vamos a llevarlo a que lo revisen,” sugirió, sin perder su sonrisa amable.
Mientras tanto, Natasha se quedó en silencio, viendo cómo sus amigos ayudaban a Paco. Su corazón latía rápido, y una mezcla de miedo y culpa la invadió. No había querido lastimar a Paco de verdad, pero ahora que lo veía herido, se sentía horrible. Sin embargo, en lugar de acercarse a ayudar, Natasha se quedó atrás, sin saber cómo reaccionar.
César, que había estado observando desde lejos, se acercó al grupo con paso firme. Al ver la herida de su hermano, su rostro se endureció. “¿Qué pasó aquí?” preguntó, mirando a Natasha directamente a los ojos.
Natasha bajó la mirada, sintiendo el peso de la culpa en su pecho. No quería admitir lo que había hecho, temía que todos se alejaran de ella si lo hacía. “No lo empujé tan fuerte… no era para tanto,” murmuró, intentando justificar sus acciones.
César, sin embargo, no estaba dispuesto a dejar que las cosas se quedaran así. Sabía que, si no se enfrentaba el problema, la situación solo empeoraría. “Natasha, sé que tú lo empujaste. Pero lo que me preocupa más es por qué lo hiciste. Paco nunca te ha hecho nada malo. ¿Por qué lo tratas así?”
Natasha sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. No quería admitir la verdad, pero sabía que no podía seguir negándolo. “Es que… es que a veces siento que todos lo quieren más que a mí,” confesó finalmente, con la voz temblorosa. “Tiene tantos amigos, todos siempre lo ayudan, y yo… yo solo quería que me prestaran atención.”
César se arrodilló frente a Natasha y la miró con comprensión. “Natasha, entender cómo te sientes es importante. Todos queremos ser queridos y aceptados, pero hacerle daño a los demás no es la forma de conseguirlo. Paco es diferente, sí, pero eso no significa que sea más querido que tú. Todos somos especiales a nuestra manera, y todos merecemos ser tratados con respeto.”
Lapicita, que había estado escuchando, asintió con la cabeza. “Natasha, tú también eres nuestra amiga, y no queremos que te sientas mal. Pero tampoco queremos que trates mal a Paco. Si te sientes sola o insegura, puedes hablar con nosotros. Estamos aquí para apoyarte.”
Chachito, con su sonrisa característica, se acercó a Natasha y le puso una mano en el hombro. “Natasha, somos un equipo. No tenemos que competir entre nosotros. Podemos ser amigos y apoyarnos en todo momento.”
Natasha finalmente dejó escapar las lágrimas que había estado conteniendo. Sentía una mezcla de alivio y vergüenza. “Lo siento, Paco,” dijo, volviéndose hacia él. “Lo siento mucho. No debí haberte tratado mal. No volverá a suceder, te lo prometo.”
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.