Cuentos de Valores

La Maestra de los Colores del Alma

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y risas, una maestra muy especial llamada la Profesora Susy. La Profesora Susy no solo enseñaba a los niños a leer y escribir, sino que también les enseñaba sobre los colores del alma. Ella creía que cada color representaba un sentimiento y que era importante entenderlos para ser mejores amigos y personas.

Un día, mientras los niños jugaban en el patio, la Profesora Susy decidió que era el momento perfecto para hacer una actividad especial. Reunió a todos sus alumnos y les dijo con una sonrisa: «Hoy aprenderemos sobre los colores del alma. Cada uno de ustedes va a elegir un color que represente cómo se siente en este momento».

Los niñitos se miraron entre sí, un poco confundidos, pero emocionados. La Profesora Susy les mostró una paleta de colores que había traído. Había rojo, azul, amarillo, verde, y muchos más. Cada color brillaba con luz propia, y los niños quedaron fascinados.

Una niñita llamada Ana, que siempre tenía una sonrisa brillante, eligió el color amarillo. «Yo me siento feliz como el sol», dijo con alegría. Otro niño, llamado Tomás, que a veces se sentía un poco triste, eligió el color azul. «Me siento un poco melancólico hoy», explicó con sinceridad. La Profesora Susy escuchó atentamente y les dijo que todos los sentimientos eran importantes.

De repente, un pequeño perro apareció corriendo en el patio. Tenía el pelaje de un color marrón claro y se veía muy juguetón. Los niños gritaban de alegría y corrieron hacia él. La Profesora Susy sonrió y decidió que el perro se uniría a su actividad. «¡Vamos a nombrarlo! ¿Qué tal si le llamamos Arcoíris?», sugirió. Todos estuvieron de acuerdo al instante.

Con Arcoíris brincando por ahí, los niños regresaron a la actividad. La Profesora Susy les pidió que cada uno compartiera un color que no solo representara sus sentimientos, sino también sus sueños. Ana, emocionada, dijo: «Me gustaría ser como el sol todos los días, y hacer sonreír a todos». Tomás pensó un poco más y respondió: «Yo quiero ser como el cielo, grande y tranquilo».

Mientras los niños hablaban, Arcoíris empezó a jugar con ellos. De repente, un niño llamado Diego decidió que él quería expresar cómo se sentía. Con voz baja, dijo: «Yo elijo el color negro, porque a veces me siento solo». La Profesora Susy se acercó a él y le dijo: «Diego, gracias por compartir tus sentimientos. A veces, sentirse solo puede ser complicado. Pero todos tenemos esos momentos, y está bien hablar de ellos».

Los niños, al escuchar a Diego, se dieron cuenta de que está bien tener colores oscuros en su paleta de sentimientos. Ana se acercó y le dio un abrazo a Diego. «¿Quieres jugar con Arcoíris y conmigo? Podemos divertirnos juntos y ser felices», le dijo. Diego sonrió un poco, y eso hizo que el corazón de la Profesora Susy se llenara de alegría.

La actividad continuó. La Profesora Susy les explicó que cada color también puede ayudar a otros. «A veces, cuando ayudamos a alguien a sentirse mejor, podemos cambiar su color del alma», dijo, mientras los niños escuchaban con atención. «Si alguien se siente triste, podemos darle una sonrisa o un abrazo».

Los niñitos comprendieron que cada uno tenía la capacidad de ayudar a los demás a encontrar colores brillantes en sus corazones. Hasta Arcoíris, el perrito, parecía entender lo que estaba pasando. Corría alrededor de los niños, ladrando alegremente y haciendo que todos rieran. La atmósfera se llenó de risas, y los colores se volvieron más vivos.

Luego, la Profesora Susy propuso un juego: «Vamos a hacer un mural con todos nuestros colores del alma». Los niños se emocionaron y comenzaron a correr para buscar pinceles y papel. Con mucha creatividad, cada uno pintó su color en el papel. Cuando terminaron, el mural se convirtió en un hermoso arcoíris que representaba todos los sentimientos y sueños de los niños.

Cuando el mural estuvo terminado, la Profesora Susy los miró con amor y orgullo. «Este mural es una gran muestra de lo que significa ser un buen amigo y comprender a los demás», les dijo. «Cuando expresamos nuestros colores, también ayudamos a que otros se sientan más felices y comprendidos».

Los niños comenzaron a mirar el mural, y se dieron cuenta de que estaba lleno de historias. Algunos de los colores oscuros como el negro o el azul estaban acompañados de pequeñas palabras como «valiente» y «compañero», que Diego y Tomás habían escrito en la parte inferior. Todos comprendieron que incluso los momentos tristes podían llevar a momentos de mucha alegría si se compartían.

Desde ese día, el grupo de niños se volvió más unido. Supieron que cada uno tenía su propio color del alma, pero que juntos podían crear un arcoíris de emociones. Siempre que uno se sentía triste, los demás estaban listos para ayudarlo, riendo y jugando con él.

La Profesora Susy se sentía muy feliz al ver cómo sus queridos alumnos habían aprendido la importancia de los valores como la empatía, la amistad, y la sinceridad. Al final, se dieron cuenta de que, sin importar los diferentes colores que llevaban en sus corazones, siempre, siempre podían crear algo hermoso al estar juntos.

Y así, en aquel pequeño pueblo lleno de colores y risas, la Profesora Susy y sus pequeños amigos continuaron explorando los colores del alma, aprendiendo y compartiendo sentimientos, creando un mundo mejor, donde cada corazón, sin importar el color, se sentía amado y comprendido. Porque, al final, lo más importante no era el color que llevaban en el alma, sino el cariño que compartían unos con otros.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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