Valeria tenía seis años y estaba muy emocionada porque la Navidad estaba muy cerca. Su primo Rubén, que tenía cinco años, también estaba esperando con muchas ganas la llegada de esta época especial. Pero lo que más emocionaba a Valeria y a Rubén este año era que iban a organizar actividades para su hermana pequeña, la dulce Andrea, que acababa de cumplir un año. Andrea era muy pequeñita, todavía apenas caminaba, y ellos querían que su Navidad fuera la más alegre y divertida, llena de amor y mucha diversión.
Una fría mañana de diciembre, Valeria se despertó muy temprano y corrió a la habitación de Rubén. “¡Hoy es día de preparar la Navidad para Andrea!”, dijo con una sonrisa enorme. Rubén saltó de la cama con energía y dijo: “¡Sí! Quiero hacer un juego para que Andrea se ría mucho.” Los dos primos estaban muy contentos porque sabían que esta Navidad sería diferente a todas las demás.
En la casa de su abuela, donde siempre se reunían para las fiestas, ya estaba todo decorado con luces de colores, guirnaldas y un enorme árbol de Navidad lleno de adornos resplandecientes. La abuela, que se llamaba Rosa, miraba a los niños con ternura mientras les ayudaba a preparar galletas en la cocina. “¿Qué planes tienen para hacer a Andrea feliz esta Navidad?” preguntó con voz suave y cariñosa.
Valeria explicó que querían organizar juegos, cuentos y canciones, algo que la hiciera sentirse muy querida y sonriente. Rubén añadió que también pensaban hacer un pequeño regalo hecho por ellos, para que Andrea supiera cuánto la querían. La abuela Rosa les dio un abrazo y dijo: “Qué bonito es cuidar y querer tanto a los más pequeños. Andrea se sentirá muy feliz con ustedes.”
Los niños estaban listos para comenzar. Primero, pensaron en hacer un espacio especial para Andrea donde pudiese gatear, explorar y sentirse segura. Valeria buscó unas mantas blanditas y las colocó en el suelo cerca del árbol de Navidad. Después, Rubén ayudó a poner algunos juguetes suaves y coloridos para que Andrea los tocara y los moviera con sus manitas. Cuando Andrea llegó desde la cocina, con su carita risueña y sus ojos brillantes, se quedó fascinada con aquel espacio tan cómodo y bonito.
Valeria y Rubén estaban muy felices de ver a Andrea disfrutando de su rincón mágico. Pero todavía querían hacer algo más. Entonces Valeria tuvo una idea brillante. “¡Vamos a contarle un cuento de Navidad!” dijo entusiasmada. Rubén quiso ayudar y propuso que cada uno inventara un cuento con personajes que enseñaran valores importantes, para que Andrea pudiese escuchar algo especial mientras estaba cerca de ellos.
Valeria empezó a contar una historia sobre un renito llamado Rodolfo, que tenía una nariz roja y luminosa. Rodolfo era diferente a los demás renos, pero usaba su luz para ayudar a Santa Claus a encontrar el camino en las noches oscuras. En la historia, Rodolfo enseñaba a todos que ser diferente es algo bueno y que todos podemos ayudar a los demás con nuestros propios talentos. Andrea escuchaba atentamente, a pesar de ser tan pequeña, y reía cada vez que Valeria imitaba la luz de la nariz de Rodolfo con su dedo.
Rubén continuó con otro cuento, uno sobre un osito llamado Bruno que siempre compartía sus juguetes con sus amigos del bosque. Aunque a veces el osito quería jugar solo, comprendía que compartir hace que todos sean más felices. Rubén hizo sonidos como si fueran animales de verdad y Andrea aplaudió y movió sus manitas, como si estuviera acompañando el cuento.
Después de los cuentos, Valeria y Rubén decidieron cantar villancicos para Andrea. Pedaleando con sus voces y movimientos, cantaron canciones que hablaban de la alegría, la amistad y la bondad. Andrea dio palmaditas y sonrió mucho, como si quisiera cantar también. La abuela Rosa los miraba con orgullo y decía: “Qué maravilloso es verlos tan unidos y cariñosos con Andrea.”
Más tarde, comenzaron a trabajar en un regalo especial para Andrea. Valeria recordó que a Andrea le encantaba mirar colores y formas, así que pensó en hacerle un móvil con figuras navideñas para colgar sobre su cuna. Con la ayuda de la abuela Rosa, cortaron estrellas, lunas y muñecos de nieve en cartulina de colores. Rubén pintaba con mucho cuidado y Valeria ayudaba a pegarlos con cinta y hilo. Al finalizar, colgaron el móvil sobre la cuna de Andrea y ella lo miró maravillada, moviendo sus manitas tratando de tocarlo.
Valeria y Rubén se sentían muy orgullosos de lo que habían hecho y comprendieron que dedicar tiempo y cariño era el mejor regalo que podían darle a Andrea. La magia de la Navidad estaba en compartir momentos especiales y cuidar unos de otros, especialmente a los más pequeños.
En la tarde, la familia se reunió alrededor del árbol de Navidad para decorar con esferas, lazos y luces. Andrea gateaba entre los regalos, tocando con curiosidad cada paquete y riendo cuando alguien le hacía cosquillas. Valeria y Rubén ayudaban a los mayores, sintiendo que eran parte importante de la celebración por todo lo que habían planeado para Andrea.
De repente, el papá de Andrea llegó con una gran caja que trajo directamente de la tienda. Era un osito de peluche gigante, suave y blanco, con una bufanda roja. “Este es un regalo para Andrea”, dijo, mientras ella lo abrazaba con ternura. Valeria y Rubén también abrazaron al osito y se miraron felices. Sabían que la alegría de Andrea era el mejor premio.
Esa noche, cuando Andrea ya dormía en su cuna, Valeria y Rubén se sentaron junto a la ventana, viendo las luces de Navidad que parpadeaban en la calle. Valeria dijo en voz baja: “Hoy aprendí que la Navidad no es solo recibir regalos, sino dar amor y cuidar a los que queremos.” Rubén asintió y añadió: “Sí, y que juntos podemos hacer cosas muy bonitas para que todos sean felices.”
La abuela Rosa los escuchó y les dio un beso en la frente. “Ustedes son un ejemplo de cariño y generosidad. La Navidad es un tiempo para compartir valores, para amar y para ser buenos con los demás. Estoy muy orgullosa de ustedes.” Valeria y Rubén se sintieron muy felices, porque habían hecho que la Navidad de Andrea fuera mágica y llena de amor.
Desde ese día, Valeria y Rubén siguieron ayudando a Andrea a descubrir el mundo con paciencia y alegría. Aprendieron que los valores como el amor, la generosidad, la paciencia y la empatía hacen que la vida sea más bonita y que cada momento juntos sea un regalo.
Así, la Navidad que vivieron juntos fue la más especial de todas, porque entendieron que la verdadera magia está en compartir y cuidar a quienes amamos, especialmente a los más pequeños como Andrea, que con solo una sonrisa llena de inocencia puede enseñarnos a ser mejores cada día. Y así, con el corazón lleno de alegría y esperanza, los tres primos esperaron la llegada del nuevo año, sabiendo que mientras estuvieran juntos, siempre habría Navidad en sus vidas.
Y colorín colorado, esta hermosa Navidad se ha acabado, pero el amor, la amistad y la magia que Valeria, Rubén y Andrea compartieron vivirán siempre en sus corazones.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.