Cuentos de Valores

La Niña con el Corazón de Oro

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un pequeño y alegre pueblo rodeado de montañas verdes y flores de todos los colores, vivía una niña llamada Ariane Y. Ariane era conocida por todos como la niña con el corazón de oro, porque siempre tenía una sonrisa brillante y un corazón lleno de bondad. Desde que era muy pequeña, Ariane aprendió de su abuela que lo más importante en la vida son los valores como la honestidad, la generosidad, la amistad y el respeto. Por eso, cada día se esforzaba por hacer lo correcto y ayudar a quienes la rodeaban.

Un soleado día de primavera, Ariane estaba jugando en el parque cerca de su casa cuando vio a un niño nuevo que parecía un poco triste y solo. Su nombre era Jailanis Z. Tenía la mirada tímida y parecía que no sabía cómo hacer amigos en aquel lugar tan diferente a donde él venía. Ariane, con su gran corazón, decidió acercarse con una sonrisa dulce y le dijo:

—¡Hola! Me llamo Ariane, ¿quieres jugar conmigo?

Jailanis miró a Ariane con sorpresa y un poco de timidez, pero poco a poco sus labios se curvaron en una sonrisa tímida.

—Sí, me gustaría. Gracias —respondió.

Desde ese momento, Ariane y Jailanis comenzaron a jugar juntos todos los días. Ariane le enseñó los juegos que a ella le gustaban y descubrieron que tenían muchas cosas en común. Sin embargo, un día mientras jugaban, Jailanis se tropezó y se lastimó la rodilla. Ariane con mucha rapidez lo ayudó a levantarse y con ternura dijo:

—No te preocupes, yo te ayudo. Todos nos caemos alguna vez, pero lo importante es levantarnos y seguir adelante.

Con esta actitud tan comprensiva, Jailanis se sintió muy feliz y seguro. Ariane lo llevó a su casa y juntas cuidaron la herida con un poco de agua y una curita.

Con el paso de los días, Ariane enseñaba a Jailanis no solo a jugar, sino también a ser una mejor persona. Un día, mientras estaban en la escuela, vieron que un compañero llamado Tomás había olvidado su merienda. Ariane no dudó ni un instante en compartir su almuerzo con él. Jailanis la miró asombrado y dijo:

—Ariane, eres muy generosa. ¿Por qué compartes tu comida incluso cuando a veces no sobra mucho?

Ariane sonrió y le respondió con sencillez:

—Porque compartir hace que todos seamos felices y nos ayudamos unos a otros. Eso es ser amable y tener un corazón bueno.

Jailanis empezó a entender que esos pequeños actos, como compartir o ayudar, podían hacer que el mundo se volviera un lugar más bonito. Al día siguiente, él también compartió su bolígrafo con una compañera que lo había olvidado, y se sintió muy orgulloso.

Un día, mientras caminaban hacia la escuela, vieron a una pequeña gatita atrapada en un arbusto. La gatita parecía asustada y no podía salir por sí sola. Ariane sin pensarlo dos veces, junto con Jailanis, desenredaron las ramas con mucho cuidado y liberaron a la gatita. Luego, Ariane dijo:

—Tenemos que cuidar a los animales porque también ellos sienten y necesitan nuestro amor.

Desde ese día, Ariane y Jailanis decidieron ayudar a todos los animalitos del pueblo. Recogieron restos de comida para las aves, limpiaron los parques y siempre cuidaron de los perros y gatos que encontraban.

Lo más maravilloso de Ariane no solo era su bondad, sino también su honestidad. Un día, en la escuela, la maestra entregó un examen muy importante. Al final, alguien encontró una respuesta en internet y la compartió con varios niños. Aunque eso parecía fácil, Ariane sabía que no estaba bien porque hacer trampa no ayuda a aprender. Cuando la maestra preguntó si alguien había copiado, Ariane fue la única que levantó la mano y dijo la verdad, explicando por qué era importante ser honestos aunque a veces los demás lo hagan distinto.

Jailanis admiraba mucho a Ariane y le dijo:

—Tú siempre haces lo correcto, aunque a veces sea difícil. Gracias por enseñarme a ser así también.

Ariane respondió con humildad:

—Todos podemos hacerlo, solo hace falta querer y tener ganas de ser buenos con los demás.

Pasó el tiempo y la amistad entre Ariane y Jailanis se volvió muy fuerte. Aprendieron juntos que los valores no solo son palabras bonitas, sino acciones que cambian vidas. Mientras Ariane enseñaba a Jailanis, él también enseñaba a ella a ser más paciente y constante, porque a veces, aunque queramos ayudar, hay que esperar y entender que cada uno aprende a su ritmo.

En una ocasión, una señora mayor del pueblo llamada Doña Rosa, que vivía sola, perdió sus llaves y no podía entrar a su casita. Ariane y Jailanis la vieron por la ventana y enseguida fueron a ayudarla. Llamaron a un cerrajero, pero como tardaría mucho, Ariane y Jailanis decidieron quedarse con Doña Rosa y charlar con ella para que no se sintiera sola. Le contaron historias divertidas y hasta cantaron canciones. Doña Rosa estaba muy contenta y al final les dijo:

—Ustedes dos son unos ángeles. Esos son los valores que hacen que nuestro pueblo sea tan especial: el amor, la ayuda y la compañía.

Ariane sonrió y prometió que nunca dejaría de practicar esos valores que tanto le habían enseñado su familia y la escuela. Sabía que así haría del mundo un lugar mejor, paso a paso, con mucha paciencia y ternura.

Una tarde, cuando el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, Ariane y Jailanis estaban sentados bajo un árbol grande y frondoso. Ariane dijo:

—¿Sabes, Jailanis? Creo que tener buenos valores es como tener un corazón de oro, porque iluminan nuestra vida y la de quienes nos rodean.

Jailanis la miró encantado y contestó:

—¡Sí! Y gracias a ti, Ariane, yo también quiero ser una persona con un corazón de oro.

Desde entonces, Ariane y Jailanis siguieron creciendo juntos, aprendiendo que lo más valioso que pueden tener las personas no se compra ni se ve, sino que se lleva dentro: un corazón lleno de valores, que siempre guía para hacer el bien y para amar sin condiciones.

Así, en aquel pequeño pueblo, donde el viento cantaba entre las hojas y los niños jugaban felices, Ariane y Jailanis enseñaron a todos con su ejemplo que la bondad, la honestidad, la paciencia y la generosidad pueden cambiar el mundo. Y no importa si somos grandes o pequeños, porque los valores son el verdadero tesoro que nos hace brillar cada día.

En conclusión, la historia de Ariane y Jailanis nos recuerda que todos podemos ser como Ariane, la niña con el corazón de oro, si siempre elegimos ser amables, compartir lo que tenemos, decir la verdad y ayudar a los demás. Un corazón lleno de valores es el regalo más hermoso que podemos dar y recibir. Así, nuestro mundo será un lugar mejor para vivir.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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