Cuentos de Valores

La tierra que nos rodea, un grito silencioso en medio de la basura y el olvido

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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La tierra que nos rodea, un grito silencioso en medio de la basura y el olvido

En una pequeña y colorida aldea, donde los árboles susurraban secretos a los niños y las flores pintaban el suelo de mil colores, vivían tres amigas inseparables: Devani, Jazmín y Rosa. La claridad del sol iluminaba sus días, y el viento siempre parecía llevar consigo risas y susurros de aventuras por venir.

Devani era una niña curiosa, con ojos que brillaban como estrellas y una mente siempre en busca de descubrir nuevos mundos. Jazmín, por su parte, tenía un gran amor por la naturaleza; pasaba horas observando el vuelo de las aves y cuidando las plantas del jardín de su abuela. Rosa, conocida como “La Escoba”, era una escoba especial que había cobrado vida gracias a la magia de la aldea. No solo barría las hojas caídas, sino que también soñaba con el día en que se convertiría en una heroína.

Una tarde, mientras exploraban el bosque cercano, se encontraron con una escena que las dejó sin aliento. En un claro del bosque, entre los árboles y las flores, había un montón de basura: botellas de plástico, papeles, y todo tipo de desechos que no pertenecían allí. La belleza del lugar se desvanecía, ahogada por la negligencia de las personas que no cuidaban su entorno.

– ¡Miren eso! – exclamó Devani, mientras tapaba su nariz con una mano. – ¿Cómo es posible que alguien tire su basura aquí? Esto es terrible.

– Es muy triste – dijo Jazmín, mirando a su alrededor con preocupación. – La naturaleza está sufriendo y nosotros no podemos permitir que esto continúe.

Rosa, con su mimo de escoba, no pudo evitar sentir un profundo deseo de ayudar: – Tal vez podamos hacer algo. Si nos unimos, podemos limpiar este lugar y darle la vida que merece.

Las tres se miraron emocionadas. Había algo especial en la decisión que tomaron en ese momento. Sabían que no podían revertir todo lo que había sido dañado, pero sí podían empezar por un pequeño rincón de su amado bosque. Después de un pequeño debate, acordaron que, para motivar a los demás habitantes de la aldea a cuidar el medio ambiente, harían una gran limpieza y la convertirían en una especie de fiesta.

– ¡Sí! – dijo Devani entusiasmada. – Llamaremos a todos y organizaremos un concurso: el que recoja más basura ganará un premio especial.

Jazmín estaba de acuerdo: – ¡Es una gran idea! Podemos hacer carteles y repartirlos por la aldea. Así, todos se darán cuenta de que es importante cuidar nuestro hogar.

Así fue como las tres amigas comenzaron a preparar su plan. Pasaron horas creando coloridos carteles llenos de dibujos y letras brillantes, que decían “¡Ven a la Gran Limpieza del Bosque! Juntos podemos hacer la diferencia”. La emoción era contagiosa, y pronto la noticia se corrió por toda la aldea.

El día de la limpieza llegó. Les acompañaron muchos niños y adultos de la comunidad, todos armados con guantes y bolsas para recoger la basura. Rosa, “La Escoba”, se sintió orgullosa; se movía ampliamente como si fuera la mascota de la fiesta, mientras todos la seguían.

– ¡Vamos! – anunciaron Devani y Jazmín, con gran alegría. – Juntos podemos hacer de este lugar un sitio hermoso nuevamente.

Mientras recogían, las risas y las charlas llenaban el aire. Pero, en medio de la limpieza, ocurrió algo inesperado. Una niña llamada Sofía, que solía jugar cerca del área, se acercó a las tres amigas.

– ¿Qué están haciendo? – preguntó, mirando a su alrededor con curiosidad.

Devani, con una sonrisa, le explicó: – Estamos limpiando el bosque porque es importante cuidar de nuestra tierra. ¿Te gustaría ayudarnos?

Sofía se quedó pensativa por un momento, y luego, con una sonrisa, aceptó un par de guantes y se unió a ellas.

– Nunca había pensado en lo feo que se ve todo esto, quiero ayudar – dijo, entusiasmada.

A medida que avanzaban, Sofía comenzó a notar más cosas. Se daba cuenta de que los animales del bosque, que antes se veían alegres y libres, parecían tristes y asustados. Vio un grupo de pájaros que, al encontrar un lugar limpio, comenzaron a cantar de nuevo.

Con cada bolsa de basura que recolectaban, el bosque parecía volver a la vida. Las flores se abrían con más fuerza, y el sonido de los ríos parecía más alegre. Pronto, no solo recogieron basura, sino también historias de los habitantes de la aldea sobre cómo habían descuidado el bosque durante años.

La jornada avanzó, y al final del día, todos en la aldea se sentaron en una gran manta bajo un árbol centenario. Rosa se puso en marcha y, con su escobita, hizo un espectáculo improvisado, enseñándoles a todos cómo hacer magia con una escoba mientras contaba chistes sobre la limpieza.

– ¡Miren! – dijo mientras barría un puñado de hojas. – Así es como se hace. Y si se olvidan de cuidar la naturaleza, ¡podrían terminar como un desorden!

Los niños se reían a carcajadas, y los adultos disfrutaron de la tarde en comunidad, reflejando sobre los valores de la responsabilidad y el cuidado por el entorno. Devani, Jazmín, Sofía y Rosa motivaron a todos a ser más conscientes de sus acciones cotidianas.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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